—¡Con lo de la fiesta de vampiros has tenido una idea realmente estupenda! —le dijo más tarde Anton a Viola en el patio.
—Ha sido una artimaña —contestó ella.
—¿Una artimaña? —preguntó asombrado Anton.
—¡Imagínate que Rüdiger mañana por la noche hubiera sido el único que fuera disfrazado de vampiro! —dijo Viola con una risita—. ¡Entonces habrían averiguado que Rüdiger es un actor y que está rodando una película de vampiros!… ¡Si, y eso quiero yo impedirlo a toda costa! —Sonrió con coquetería y preguntó—: ¿Crees que soy muy perversa?
—¿Perversa? —repitió Anton… que no sabía qué tenía que contestar.
—Bueno, es que quiero tener a Rüdiger para mí sola… Pero también tengo que pensar en mi carrera —dijo Viola con voz decidida—. Y si no me busco buenas recomendaciones, nunca llegaré a ser famosa… Y las tretas forman parte del oficio —añadió muy segura de sí misma—. Eso se puede leer en cualquier revista de cine.
—Completamente sola con Rüdiger seguro que no vas a estar —objetó Anton.
—¿No?
—No. Rüdiger mañana por la noche se va a traer a alguien.
—¿Se va a traer a alguien? —preguntó sorprendida Viola. —Luego se pintó en su rostro una sonrisa de triunfo y dijo con voz aflautada—: Oh, me estoy figurando lo que es. ¡Se va a traer a su director! —Y en tono confidencial preguntó—: ¿Tú crees que me hará enseguida una prueba?
Anton tuvo que hacer esfuerzos para permanecer serio.
—Segurísimo que no. Es que Rüdiger se va a traer… ¡a una chica!
A Viola se le nubló el gesto.
—¿A una chica?
—Sí, en la película de vampiros hace de su hermana pequeña.
—¿Es acaso… la novia de Rüdiger?
—No —pudo Anton tranquilizar a Viola.
—¿Y entonces, por qué se la va a traer? —preguntó descontenta Viola.
—Porque a Anna también le gusta asistir a una estupenda fiesta de despedida —contestó Anton… con excesiva precipitación, como pudo darse cuenta en seguida.
—¿Anna? —repitió Viola—. ¿Has dicho Anna?
Anton notó que se había puesto colorado.
—Sí, ¿por qué?
—Porque ya has dicho ese nombre en alguna otra ocasión… —Viola se mordió los labios pensando—: ¡Eso es!: el martes, cuando me reuní contigo en el bosque, poco antes de que llegara Rüdiger. Tú te diste la vuelta y preguntaste: «¿Anna?»
—¿En serio? Ya no me acuerdo —afirmó Anton.
—¡Sí! —le contradijo Viola—. Yo te pregunté que quién era Anna… ¡y tú me respondiste que era el diminutivo de Tatjana!
—Sí, es verdad —admitió Anton—. Fue una excusa, porque no quería que tuvieses celos de Anna.
Viola le observó pensativa.
—¡O sea, que Anna es tu novia! —afirmó ella.
Anton asintió con la cabeza.
—¡Eso quiere decir que tú estás saliendo con una auténtica actriz!
La voz de Viola estaba teñida de estima.
—Humm, sí —dijo Anton.
—Me di cuenta enseguida que tú no eras tan infantil y tan aburrido como los demás —dijo lisonjera Viola—. ¡Pero no me sorprende nada siendo tu novia actriz!
Anton se rió irónicamente. ¡En aquel momento él sí que se sentía un actor!
—¿Y a través de tu novia…, de la tal Anna, conociste a Rüdiger? —le preguntó Viola.
—En cierto modo sí…
—¿Cómo que en cierto modo sí?
—Pregúntaselo al propio Rüdiger. ¡Él te lo puede explicar todo mucho mejor! —repuso Anton…, suponiendo que en medio del barullo de la fiesta de despedida a ella no le iba a ser posible sonsacárselo al pequeño vampiro. Pero después de todo, la propia Viola lo había dicho: las tretas forman parte del oficio.
—Así lo haré —dijo Viola—. Le voy a hacer toda una lista de preguntas: cómo se llama su director, cuál es la próxima película que va a hacer Rüdiger… y cuándo va a ser el estreno, ¡naturalmente! Por cierto, esa tal Anna a la que se va a traer mañana también estará presente en el estreno, ¿no?
—Seguro que sí.
—¿Y tú? ¿Tú también estarás?
—Eso aún no es seguro —dijo esquivo Anton—. Porque…, es que Anna sólo interpreta el papel de hermana pequeña.
—Ah, claro —dijo Viola con una risita—. ¡El papel de Rüdiger es más importante!
—¡Oh, sí, mucho más importante! —dijo con énfasis Anton.
Viola sonrió adulada…, como si Anton hubiera dicho algo halagador de ella.
—Lo de mañana por la noche va a ser enorme —suspiró ella—. Una fiesta con dos actores de verdad. —Y mientras Anton asentía parpadeando, exclamó—: ¡Lo que más emocionante me parece de todo es que, excepto nosotros dos, nadie sabrá quiénes son realmente!
Anton se mordió la lengua para no reírse. Sólo había uno que supiera quiénes eran realmente: ¡él!