Lo que algunas personas esconden en su interior

Durante la cena Viola dijo que a ella le parecería estupendo que la fiesta de despedida se hiciera con algún tema determinado.

—¡Oh, sí! —exclamó Henning—. ¡Un barco pirata! ¡Y nos disfrazaremos de piratas!

—Y tú harás de jefe pirata que secuestra a la bella princesa, ¿no? —dijo mordaz Ole.

—¡Yo voto por «el salvaje oeste»! —exclamó entre tanto Sebastian.

—¿Salvaje oeste? Pero si no tenemos ni sombreros de cowboys ni colts —dijo despectivamente Henning.

—Pero algo negro sí que tenemos todos, ¿o no? —repuso Viola mirando a su alrededor con una sonrisa arrebatadora.

Sebastian se rió irónicamente.

—Después de cuatro días en Fosavieja casi todo lo que tengo está negro —dijo.

—¡Pues entonces hagamos una fiesta de vampiros! —declaró Viola.

Y con aquello había dado «en el blanco»…, y no sólo en el caso de Anton.

—¡Una fiesta de vampiros! ¡Es súper!

—¡Por fin algo nuevo!

—¡Eso compensa toda esta semana tan aburrida!

Se oyeron más cosas por el estilo.

Sólo el señor Fliegenschneider puso cara de vinagre.

—¿Una fiesta de vampiros? Eso a lo único que conduce es a pensar en algún disparate —dijo de mala gana.

—¿A qué disparates se refiere? —preguntó Viola con su más inocente parpadeo.

—Que alguien pegue mordiscos…, por ejemplo —contestó el señor Fliegenschneider.

Algunos soltaron una risita.

—Seguro que nadie pega mordiscos —tomó la palabra la señora Nusskuchen—. Nosotros en casa celebramos una vez una fiesta de vampiros y fue muy divertida y nada sangrienta.

Anton le lanzó una mirada muy sorprendida. ¡El hecho de que a la señora Nusskuchen, y por tanto también a su hija Katrin, la compañera de clase de Anton, les interesaran los vampiros hizo que ambas subieran mucho en la consideración de Anton! ¡Era sorprendente lo que algunas personas escondían en su interior!…

—Hum… —hizo el señor Fliegenschneider. Y buscando aliados se dirigió a la señora Zauberhut—. ¿Y usted qué opina?

Pero con ella tampoco tuvo suerte.

—Si los chicos lo quieren… —dijo la señora Zauberhut—. A mí me parece muy loable que ellos vayan teniendo ideas propias. Y una fiesta de vampiros es muy fácil de montar…, todo lo contrario que una fiesta de piratas o de cowboys.

Yo tengo dos barras de labios de color rojo, un lápiz de ojos…

—¡Y lo demás lo compraremos! —exclamó Katrin—. Hasta ahora no me he gastado casi nada.

—¡Ni yo!

—¡Yo tampoco me he gastado nada!

Se oyeron cosas parecidas por todas partes.

—Para la decoración tampoco hace falta gastarse mucho dinero —siguió diciendo la señora Nusskuchen—. Sólo se necesita papel rizado negro y rojo, un par de dibujos terroríficos en la pared…

—Y refrescos de color rojo —propuso Ole.

—Y piruletas rojas —añadió Sebastian.

De repente todo el mundo tenía alguna idea de cómo poder hacer más interesante una fiesta de vampiros, y, así, se pusieron a hablar todos a la vez. El resultado fue que organizaron varios grupos de trabajo.

Anton se metió en el grupo de «maquillaje y disfraces». Mientras los demás de su grupo aún seguían discutiendo si tenían que maquillarse la cara de blanco o de verde, oyó que Viola le decía al señor Fliegenschneider:

—¿Ve usted? Esto era justo a lo que se refería mi profesor con lo de espíritu de camaradería.

El señor Fliegenschneider únicamente asintió como si hubiera mordido algo muy ácido. Pero, también, ¿qué era lo que podía decir?