Una verdadera pieza de coleccionista

De todas formas aquella vez la comida no fue tan mala: hubo tortilla de patatas con compota de manzana.

Anton, que se había levantado para comer, observó que Viola le miraba preocupada.

Y después de comer, cuando todos estaban en el patio, Viola habló con él.

—¿Estás enfermo?

—No —contestó él—. Sólo estaba agotado.

—¡Yo también! —dijo ella con una risita. Y susurrando para que ninguno de los demás lo oyera, añadió—: Esos encuentros con Rüdiger… cansan bastante, ¿no te parece?

Anton asintió con la cabeza.

—Pero eso, según lo que se puede leer por ahí, pasa bastante a menudo con los actores —siguió diciendo Viola—. Se dice que para la gente que está a su alrededor son una constante… ¿cómo se dice?… ¡invitación!

—¿Invitación? —repitió divertido Anton. ¡La fiesta de despedida no se celebraría sino al día siguiente!

—No, incitación —se corrigió Viola—, un reto. Lo que yo quería decir es que son personas muy especiales que representan un reto constante para los que les rodean.

«¿Personas?», pensó Anton riéndose irónicamente para sus adentros.

En voz baja dijo:

—¿Me dejas ver la foto dedicada?

—¿La foto dedicada?

—¿O es que ya no la tienes?

—¡Claro que sí! —aseguró Viola—. Pero no es realmente una foto dedicada.

Solamente está dibujada.

—¿Solamente dibujada? Entonces tiene que ser el original para la imprenta —explicó astutamente Anton.

—El… ¿qué?

—El original para la imprenta. ¡Cuando la película esté terminada y la pongan en los cines Rüdiger necesitará cientos, no, miles, de fotos dedicadas para sus admiradoras!

—¿Tantas?

—Si es que con eso hay suficientes… —dijo Anton—. Sí, y entonces, naturalmente, en la tarjeta irá impresa una foto de la película… ¡en el sitio donde ahora está el dibujo!

—Ah, o sea, que es así… —dijo Viola.

Echó rápidamente un vistazo a los demás chicos. Ole, Henning y Sebastian la estaban observando sin disimular su curiosidad.

—¿Quiere eso decir que mi tarjeta es especialmente valiosa? —preguntó Viola susurrando.

—Sí, por supuesto —confirmó Anton…, y aquello no era realmente ninguna mentira si era verdad que la había dibujado Lumpi—. Esta tarjeta es una verdadera pieza de coleccionista.

Viola sonrió fervorosamente.

—¿Y cuándo crees tú que estará terminada la película de Rüdiger? Lo digo por el estreno…, para que me dé tiempo a prepararme.

—Oh, eso es difícil decirlo —repuso vagamente Anton—. Eso depende de tantas cosas…

Viola se pasó los dedos por el pelo.

—Si supieras lo impaciente que estoy… —dijo suspirando y mirando con añoranza a lo lejos. Luego preguntó—: ¿Rüdiger viene también esta noche?

—¿Esta noche? —dijo vacilando Anton—. Yo creo que más bien vendrá mañana… ¡a nuestra fiesta de despedida!

—¿A nuestra fiesta? —exclamó Viola en voz alta sin tener ningún cuidado.

—¡Chisss! —le advirtió Anton—. Sí, probablemente vendrá, siempre que no tenga rodaje.