Capítulo 52

AL abrir la puerta Denise ve a Dirk. ¡Dirk! Michael había huido a la desesperada creyendo que se trataba de la policía. Dios mío. Había esperado encontrarse con la inspectora Molen, no con ese hijo de puta.

Aunque se ha prometido no volver a dirigirle la palabra nunca más, Denise se siente tan nerviosa que necesita hablar con alguien de lo sucedido. Incluso con él.

—¿Por qué has tardado tanto en abrir?

Denise camina hacia la ventana y señala, en la acera, el cuerpo desmadejado de Michael. Varios curiosos rodean al cadáver.

—¿Lo empujaste tú?

—¿Qué disparate estás diciendo? —protesta Denise—. Saltó él solito.

—¿Cómo querías que lo supiese? Yo no estaba aquí.

—Creyó que la policía llamaba a la puerta e intentó huir por el canalón.

—Pues ha acabado como un huevo frito.

—¿Y tú qué haces aquí?

—Han cogido al libanés que mató a tu amiga.

Denise observa el cuerpo de Michael, tumbado sobre la acera. Parece realmente un huevo frito.

—Tengo que llamar a la inspectora Molen —dice Denise.

—Te echará la culpa del muerto. Es mejor que avises a una ambulancia y digas que no sabes nada.

A Denise le tiemblan las manos, pero consigue marcar el número de la inspectora Molen.

—Inspectora, soy Denise Engelsman.

—¿Ha recibido mi mensaje?

—Ha sucedido algo terrible. Michael ha muerto.

—¿Qué ha pasado? —le pregunta Cristina.

—Fue hace un momento. Estaba aquí, en mi casa. Creyó que la policía venía a buscarlo e intentó huir por un canalón. Se precipitó al vacío. ¡Fue horrible!

—¿Y qué hacía en su casa?

—Le había robado las llaves a Anita, y supongo que venía a buscar la droga. Cuando oyó su mensaje en el contestador se dio cuenta de que la policía lo buscaba. Confesó haber matado a Anita.

—¿Le explicó exactamente lo ocurrido?

—Fue un accidente. Anita le había llamado para que fuese a buscarla al hotel. Michael quería la droga y se pelearon… Anita deseaba cambiar de vida. Tenía miedo de acabar como la mujer que fue apuñalada esa misma noche.

—¿Qué mujer?

—Un cliente de Anita presenció cómo apuñalaban a una mujer esa misma noche. Anita le habló a Michael de ella; tenía miedo de acabar de la misma forma.

—Fue Michael quien le llamó a casa la mañana en que murió Anita —dice Cristina—. Quería saber si había alguien para ir a buscar la droga.

—Por eso no habló cuando descolgué el auricular…

—Espéreme en casa, por favor. Iré lo antes posible. Necesito que me cuente, palabra por palabra, todo lo que le dijo Michael.

—¿Podría enviar una ambulancia? El cadáver está todavía en la acera…

—No se preocupe. Me encargaré de ello.

Al colgar el teléfono, Denise se siente como si se hubiese sacado una losa de encima. Esa impresión se derrumba al ver el rostro anguloso de Dirk. El motivo de su preocupación no puede ser la muerte de Michael.

—¿Por qué tenías que llamar a la inspectora?

—Un hombre acaba de saltar por la ventana de mi casa. ¿Qué querías que hiciera?

Dirk da vueltas por la habitación. Se acerca a la ventana y mira al suelo. Alrededor del muerto se ha formado un corro de personas.

—¿Por qué no te vienes de viaje conmigo? Tú y yo solos.

—¿De qué hablas?

—Vámonos hoy mismo. A cualquier sitio.

—¿Estás mal de la cabeza? ¿Cómo me voy a ir después de lo que ha pasado?

—Llamas a la inspectora Molen desde el aeropuerto y se lo explicas.

—¿Qué le explico? ¿Que me voy de viaje con el hombre que se acostó con mi mejor amiga?

—Todo el mundo lo hacía. Era una puta.

—¡Serás cerdo!

—Vámonos a las Maldivas o a las Seychelles, a cualquier sitio donde haya sol y podamos olvidarnos de esta ciudad.

—Yo no voy a ningún lado, y mucho menos contigo.

—Tengo dinero, Denise… Mi mujer era rica, y soy el albacea testamentario de Eddie.

—Vete de mi casa ahora mismo. No quiero volver a verte.

Dirk camina hacia ella con los puños apretados. Por un momento Denise tiene la impresión de que va a golpearla, pero Dirk se da la vuelta y sale del apartamento.