Capítulo 14

EL ruido del teléfono despierta a Denise. Su reloj de pulsera marca la medianoche. Ha dormido una siesta de nueve horas. A pesar de ello se siente agotada. Cada vez que le llega la regla ocurre lo mismo: se pasa tres días dormitando, sin poder hacer nada.

—¿Quién es? —pregunta al descolgar.

—¿Por qué has tardado tanto en responder?

Denise está algo aturdida, pero reconoce a Dirk: sólo éste puede llamarle a medianoche y reprocharle que haya tardado en descolgar.

—Estaba durmiendo. Es lo que hace la gente normal a estas horas.

—Estoy solo. Agnes se ha ido con Eddie.

—¿Ha vuelto a La Haya?

—¡Qué coño! Se ha ido para siempre.

Denise se queda callada. Llevaba meses esperando que Dirk dejara a su mujer, pero en ese momento no se siente satisfecha.

—¿Por qué se fue?

—Se olió lo nuestro, no sé cómo. Maldita sea, habíamos tomado precauciones. ¿Quieres tomarte una copa conmigo?

—Me ha llegado la regla.

Dirk masculla un exabrupto. El cuerpo de Denise le interesa más que su conversación. Si no pueden hacer el amor, no necesita quedar con ella.

—Llámame cuando se te haya pasado la regla —dice Dirk, como si se refiriese a una enfermedad contagiosa.

—¿Sabes qué? ¡Que te den por el culo!

Denise cuelga el teléfono. Unas gotas de sudor le bañan la frente y las axilas. Se ha atrevido. Ha conseguido plantarle cara a Dirk. Es la única forma de que la tome en serio. En ese momento sería capaz de enfrentarse a un regimiento de paracaidistas.

Contenta consigo misma, va a la habitación de Anita para explicarle su conversación con Dirk, pero encuentra su cama vacía. Anita ha salido a trabajar esa noche.