Capítulo 11

AGNES está tan nerviosa que es incapaz de concentrarse. Su vida acaba de dar un vuelco, y no está segura de haber tomado la mejor decisión marchándose de casa: ni para Eddie ni para sí misma.

Le pide al taxista que conduzca por las calles del centro. Eddie observa el flujo de coches con la mirada ausente. Había perdido a su padre, el primer marido de Agnes, en un accidente de tráfico. Ahora le tocará sobreponerse a la pérdida de Dirk, aunque Agnes sospecha que no le resultará difícil, pues nunca ha llegado a aceptarlo como padre. Lo tolera como una imposición, como un capricho de su madre, con la esperanza de que algún día las cosas vuelvan a ser como antes: ellos dos juntos, sin Dirk.

Tendrán que buscar un hotel para pasar la noche. No puede presentarse en casa de su madre: bastantes problemas tiene ella como para cargarla con uno más. ¿Y si llamase a Tamara? Posee una casa grande, y desde su divorcio tiene varias habitaciones disponibles.

Busca el número de su amiga en la agenda del móvil y cruza los dedos para que no se haya ido de fin de semana.

—Tamara, soy Agnes.

—Qué alegría oírte. ¿Qué tal está Eddie?

—Bien. La que está hecha un lío soy yo. Acabo de dejar a Dirk.

—¿Qué me dices? ¿Es definitivo?

—No lo sé.

—¿Dónde estás?

—En un taxi. Acabamos de discutir y me he ido de casa con Eddie… No sé si he tomado la mejor decisión.

—Ésa es la única forma de que te respete. ¿Por qué no te vienes a casa?

—¿Te molestaríamos? Es que no quiero cargar a mi madre con más problemas.

—Podéis quedaros todo el tiempo que queráis. Esta noche había previsto una pequeña fiesta, pero la anularé.

—No la anules por mi culpa.

—No me apetecía demasiado, la verdad. Me das una excusa. ¿Quieres que vaya a buscaros?

—No hace falta… Muchas gracias, Tamara.

—De nada. Y tranquila, que todo se soluciona.

—Supongo que sí, aunque resulte difícil de creer.