—Ring, ring.
—Ring, ring.
—Ring, ring.
—Diga. ¿Sí? Sí, eso es. Sí. Tendrá que hablar más alto, aquí hay mucho ruido. ¿Cómo?
—No, yo sólo atiendo el bar por las tardes. Yvonne se ocupa de él a la hora de comer, con Jim. Es el dueño. No, yo no estaba. ¿Qué?
—¡Hable más alto!
—¿Cómo? No, no sé nada de ninguna rifa. ¿Qué?
—No, no sé nada de eso. Espere que llamo a Jim.
La camarera puso la mano sobre el receptor y llamó a Jim entre el barullo del bar.
—Oye Jim, hay un tío al teléfono que dice que ha ganado una rifa. No para de decir que salió el 37 y que lo tiene él.
—No —gritó el camarero, ganó uno que estaba en el bar.
—Dice que si tenemos nosotros la papeleta.
—¿Cómo dice que ha ganado si ni siquiera tiene la papeleta?
—Dice Jim que cómo dice usted que ha ganado si ni siquiera tiene la papeleta. ¿Cómo?
Volvió a poner la mano sobre el receptor.
—Jim, no deja de marearme con el mismo rollo. Dice que la papeleta tenía un número.
—Pues claro que la papeleta tenía un número. Era la papeleta de una puñetera rifa, ¿no?
—Dice que en la papeleta había un número de teléfono.
—Cuelga el teléfono y sirve a los malditos clientes, ¿quieres?