El hombre que cribaba el mar

El hombre que cribaba el mar

(The Man Who Ploughed the Sea, 1957)

Como Los próximos inquilinos, esta narración la escribí expresamente para Cuentos de la taberna del Ciervo Blanco y en la misma época y el mismo lugar (Miami, 1954), cuando todavía estaba bajo la influencia de mi primer contacto con el mundo de los arrecifes de coral. Más tarde, aquel mismo año, partiría para el más imponente de todos: El Great Barrier Reef, en Australia.

Quisiera dedicar este cuento a mis viejos amigos de Florida, y en especial a la familia de mi anfitrión, submarinista con escafandra autónoma, el difunto doctor George Grisinger.

A pesar del tiempo transcurrido, muchos de los temas de este relato son increíblemente actuales; hace pocos años me sorprendió leer en un periódico científico la descripción de un aparato transportado en barco… para extraer uranio del agua del mar. Envié una copia del cuento a los inventores y me disculpé por haber usurpado su patente.

Este cuento debería leerse en relación con En mares de oro, que trata del mismo tema. Pero ha habido una hazaña ulterior: el descubrimiento de las chimeneas geotérmicas en mitad del océano, donde brota del fondo del mar agua sobrecalentada y cargada de minerales. Este es el sitio donde hay que buscar metales valiosos, no en el océano abierto.

Hay oro en aquellas chimeneas…