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(Publicity Campaign, 1956)

Escribí este cuento en marzo de 1953. Después de aparecer rápidamente en el Evening News de Londres, tardó tres años en cruzar el Atlántico; fue publicado en el primer número de Satellite Science Fiction (octubre de 1956). Según la Science Fiction Encyclopaedia, en cada uno de los cinco primeros volúmenes apareció un cuento mío; me avergüenza confesar que había olvidado incluso la existencia de aquella revista…

Aunque las referencias del relato son un tanto anticuadas, las cuestiones que suscita no lo son. Y por una curiosa coincidencia, lo releí la misma semana en que los medios de comunicación estaban celebrando tristemente el quincuagésimo aniversario de la famosa radiación de La guerra de los mundos, de Orson Welles (Mercury Theatre of tbe Air de CBS, 31 de octubre de 1938).

Durante las primeras décadas —después de que los marcianos hiciesen bajar el valor de los bienes inmuebles en Nueva Jersey—, los alienígenas buenos fueron pocos y estuvieron muy espaciados, siendo tal vez Klatuu, de Ultimátum a la Tierra, el ejemplo más notable. Sin embargo, hoy en día, gracias sobre todo a E. T. (El extraterrestre), los alienígenas amigos e incluso cariñosos se dan casi por supuesto. ¿Dónde está la verdad?

En los últimos años, la total ausencia de pruebas fehacientes de vida en otros mundos ha llevado a numerosos científicos a sostener que la inteligencia es muy rara en el universo. Algunos (como Frank Tipler) han llegado a afirmar que estamos completamente solos, una proposición que nunca podrá ser probada, sino sólo desaprobada. (¿No fue Pogo quien dijo: «De todas maneras, es una idea asombrosa»?)

Desde luego, los alienígenas hostiles y malos se prestan mucho más a los cuentos apasionantes que los buenos. Además, como se ha observado muy a menudo, las Cosas con que Uno no Quería Encontrarse en los años cincuenta y sesenta, eran reflejo de la paranoia imperante en aquellos tiempos, sobre todo en Estados Unidos. Ahora que la Guerra Fría ha dado paso, afortunadamente, a la Tregua Tibia, podemos contemplar los cielos con menos aprensión.

Porque hemos conocido ya a Darth Vader… y él es nosotros.