2 enero, lunes

Me presenté a don Rodrigo en el diario y anduvo preguntando de dónde era y cosas de allá. Luego hizo las presentaciones y el director, tan campechano, que no le dijese señor Silva, sino don Lucho, como le dicen todos. Son buenos gallos y le tienen ley a aquello; es cosa que sale de ojo. Me mandaron volver a las diez y entonces empezó el bureo con atender a la centralilla, a la redacción, a los talleres y a todo. Uno no se puede dividir, como yo digo. Me acosté a las cuatro más molido que otro poco.

4 enero, miércoles

Me llamó la Verdeja por una visita y, de que salí, me tropecé con el baboso del otro día, y que trescientos por el salón. Le dije mi verdad, que si para eso me había despertado, y que ya sabe que son cuatrocientos, y que sólo tengo una palabra, y que, por si le interesaba, anda detrás del local una casa de cambios y esos no lloran la munición. El huevón, que los cambistas podían pagarlo. Lo que yo le dije, que para los negocios el corazón a un lado. El vaina no se determinaba y ya, cargado, le dije que qué, y él, que lo pensaría y que chao. A poco se presentó el Efrén y lo que yo le dije, que había un gilí que anda que pico que no pico, pero que si le sacamos los cuatrocientos, aún quedan ochenta billetes para repartir. El pelado, que mi boca sea un ángel y que el tío anda toreándolo para que abramos un quiosco. Ya le dije que no cuente conmigo, que una y no más, santo Tomás, y que así me lo pongan a huevo yo no hago el leso dos veces.

La chavala, treinta y tres billetes este mes. Se dice pronto. No creo yo que con un peine y unas tijeras se pueda hacer esta cifra, la verdad. Así se lo planté, y ella, que los perfumes. Callé la boca por no armar la grande, pero el asunto no me huele bien desde hace una temporada.

En el diario es no parar. Sólo los viajes del teléfono al taller suman más de diez kilómetros por noche. ¡Pucha la madre!

5 enero, jueves

Se presentó otra vez el baboso de la agencia, y que trescientos cincuenta. Le voceé que cómo coños había que decirle las cosas, y el mandria, que no podía tirar la platita. Por no darle una mala contestación le dije que sus finanzas las miro a huevo y que si de verdad de la buena le ha echado el ojo al local, ande al quite porque si se duerme en las pajas, ve ahí, a lo mejor mañana ya es tarde. El huevón terminó por rajuñarse el bolsillo y largarme un cheque. Cuando se lo participé al Efrén, el cipote bailaba en una pata. Me salió otra vez con lo del quiosco, y dale con la mula. Ya le dije que nanay, que soy gato escaldado. Le entregué sus veinte y los cuarenta que corresponden, y le advertí que el crédito del Banco queda saldado y que me llegaré donde don Helio para terminar de poner las cosas en orden. Mañana saldremos a feriarle cualquier pichanguita a la guagua.

6 enero, viernes

¿Y esto son los Magos? Lo que yo le digo a la chavala, no somos animales de bellota, y aunque parece que no, todo esto hace mella dentro. ¡Faltaría más! ¿Pues no te encuentras en cada esquina un papá Noel, o un viejito Pascuero, que para el caso todo es uno? ¡Que no, vamos! Esto es una guasa y si los chaveas han de tener una fe hay que dejarse de huevadas y hacer las cosas como Dios manda. ¡Anda y que tampoco es espabilado el mozo! ¡Como para irle con estas pendejadas! ¡No te giba! Por no perder la costumbre le mercamos un muñequillo de goma. A ver si el condenado se encariña con él y deja de mamarse el fole.

De que llegamos a casa la Verdeja nos llevó a la pieza calladito el loro. La guagua estaba más bonito que un San Luis, tumbado en un cochecito nuevo la mar de postinero. La chavala y yo nos quedamos tiesos al verlo y entonces los tíos, a la chita callando, salieron de la alcoba que qué nos parecía, y nosotros, que vaya un derroche, y él, que mejor es así que no aguardar a entregarlas, que entonces ni agradecido ni pagado, y que su abuelo todo se lo dio en vida, todas las pichanguitas y todo, y que él conservaba de su abuelo buena memoria sólo por eso. Al crestón se le humedecían los ojos como si fuese a llorar. El cipote, con todos sus arrebatos, no tiene malas entrañas. Mejor que ella, ¡dónde va!

La señora Verdeja, para no ser menos, salió con unos cascabeles y a poco se presentó el Efrén con un tamboril. ¡Anda y que tampoco ha estado festejado el pollo!

8 enero, domingo

La chavala, que no lo tome así. Lo que yo la digo, que me diga ella de qué otra manera puedo tomarlo. Lo que pasa es que el torda del viejo se ha ido del pico y vete a recoger velas ahora. Por la boca muere el pez y antes que andar copuchando mejor que se metiera la lengua en el culo, como yo digo. Pues no, señor, con el cuento al primero que llega. Y luego, ese tono de ceremonia que se echa el candongo del Melecio a veces. Cuando el Melecio se pone protector no hay macho que le aguante. ¡Vaya cartita, me cago en sandiez! El cipote, dale con que si el viejo le ha contado todo y que de pasar privaciones acá, mejor dar media vuelta. ¡No te giba! ¿Pero quién está pasando privaciones, vamos a ver? Uno no tendrá el carro a la puerta, pero se desenvuelve y en menos de un año ha ganado su platita sin necesidad de arrastrarse. Y lo que yo le digo a la chavala, a estas horas lo sabrá ya todo Cristo y andaremos en lenguas, por no cerrar el viejo el pico a tiempo. Y todavía, la huevona de ella, que lo dejara, que al fin y al cabo es su padre. ¡No te amuela! Mejor haría en meterse la sartén en la boca, a ver si aprende a callar de una vez. Será cosa de oír a la cuadrilla ahora. La cartita dichosa me ha puesto de mala cueva. La lástima es no tener a mano al viejo para cantarle cuatro verdades. ¡Iba a oírme, me cago en su sombra! Luego la pagó el don Helio. Al cipote le llevé las doscientas y quería palique, pero yo, «sí», «no», «no», «sí», y a otra cosa, mariposa. El que quiera informes, a la oficina del turismo. ¡No te giba! Después de todo, esto diste, esto te devuelvo. Uno no está obligado a más.

10 enero, martes

¡Cuajó! Te pones a ver y es la primera vez que me ocurre una cosa así en la vida. Esto sí que es encontrar a la Virgen amarrada en un trapito. En estas cosas lo mejor ni recordarte. Si yo ando pidiendo un capicúa, y aprendiéndome el número, y diciendo mañana se sortea, y dale con la mula, es fija que ni el reintegro. Yo me recuerdo allá. Tampoco es que sea una fortuna, pero cincuenta mil del ala ya alcanzan para cuatro caprichos. Mal pagados son cinco mil pelas y con cinco mil pelas se pueden hacer cosas. Mira tú por donde todavía va a resultar que ando con la chorrina.

De que me enteré, me llegué donde el tío, pero sólo estaba ella y nos pusimos de cháchara. Ni sé que mosca la habrá picado. La marraja de ella muy formal, que la alegraba y que debía darme una explicación, no me fuera a pensar lo que no era. Yo que dejémoslo no más, tía, y ella empezó con que si el tío no cumplía y ella está en mala edad, con que se la va, que no se la va, y que se había pensado que un gallo como yo necesitaría otra cosa, y ve ahí, pero que respetaba mi orgullo y que de lo pasado ni agua. Yo que está bien, tía, y que muy gentil, y ella que si obró así fue porque se pensaba que era mejor para todos, y en estas, se presentó el tío y le solté que nos había tocado y el huevón que, ¡pucha!, que sólo se reservó un decimito, pues, y lo que yo les dije que para el domingo estaban invitados y a pedir por esa boca. La chavala, como un cascabel. A la señora Verdeja que comprara lo mejor de lo mejor, que había que festejarlo y lo que son las cosas, media hora antes de comer, se presentó el don Juanito. El chalado, con toda su sombra, que qué boda se celebraba y lo que yo le dije, que boda no, pero sí un pellizco en el cuarto premio que no era moco de pavo.

Por la noche me vino a las mientes la carta de Melecio y me puse de mal café. Nunca falta una nube. El día que yo vuelva por allá y me llegue a la peña voy a ser la risión. ¡La madre que le parió al viejo ese de mis pecados!

12 enero, jueves

Entre unos y otros, el cabrito está muy mal enseñado y no acierta a estar sin gente. Si no anda alguien trasteando con él, ya se sabe, a berrear. Llevo unos días que sólo de verle ya me entra la murria. Uno, para los suyos, quisiera siempre lo mejor, es ley de vida. Y a uno le petaría criarle entre lo que estima y enseñarle desde chiquitín a manejarse con la escopeta y a patear el campo. Y luego la chavala. El casado casa quiere, ya se sabe. Y nada de una pieza en la ajena y andar trotando de la mañana a la noche por cuatro pitos. Bien mirado la chavala no merece esto y si te pones a pensar y el viejo ha corrido la bola allá, no hay nada que nos amarre.

De que cobré la lotería, parece como que los billetes tuvieran escrito su destino. Te pones a ver y cada día que pasa estoy más aliquebrado y si nos largáramos de una vez, malo sería que no alcanzara todavía el último cacerío. Uno por más que diga misa, sabe que anda aquí provisorio y que hará una estadía más o menos larga, pero terminará por dar media vuelta y si te he visto no me acuerdo.

Me fumé el periódico y, de que me acosté, la solté a la chavala, como de coña, que si sabía qué me iba a hacer con los pesos de la Polla y un poco más, y ella que qué, y yo que mercarme dos pasajes para allá. Ella que si pensaba lo que decía, y yo que a ver, que llevo un mes dándole vueltas y que, en definitiva, si el viejo ha largado la pepa nada pintamos aquí ya. La chavala, de primeras, un poco roncera, pero de que la hablé de ver a los viejos, y de la casa con la azotea, y de los amiguetes, y de que tampoco íbamos a darnos pote ni nada con toda la cuadrilla, se fue calentando y acabó bajándole el apuro. Bien sabe Dios que yo empecé de broma, pero de que la vi a ella tan colada, y que no ponía pegas, la dije que para el mes que viene y que era cosa determinada. Sólo de pensarlo se me puso una cosa así sobre la parte que no me dejaba parar. Me levanté y me fui donde la señora Verdeja, que andaba trajinando, y se lo largué, y ella que no sabría vivir sin el cabrito, y fue y se puso tierna, y lo que yo la dije, que mil años que viviera, mil años que la llevaría aquí, porque había sido para nosotros como una madre y más que una madre también. En estas se presentó la chavala y empezamos a rajar y entre unas cosas y otras se nos hicieron las cuatro. Luego ni podía agarrar sueño. ¡Pucha madre! Te pones a pensar y esto es lo que a uno le cuadraba desde que llegó, pero uno es cobarde y lo que pasa, le cuesta determinarse. ¡La madre que me echó y quien me verá a la vuelta de un par de meses paseando arriba y abajo la calle Principal! ¡Mentira parece aún!

13 enero, viernes

Me pasé por dos agencias. Para el 20 de febrero sale un vapor holandés de Buenos Aires. Cuatro mil calas por nuca. No me determiné. Antes he de hablar con el tío. No es que le dé vela en este entierro, pero siquiera por educación, como yo digo. He pasado el día como tolondro. No sé pensar en otra cosa y hasta se me olvida donde tengo la mano derecha. Me baila una alegría dentro que para qué. El cabrito como si se diera cuenta. ¡Qué será el instinto humano!

15 enero, domingo

Me llevé a comer a los tíos a «El criollito» y, al concluir, les dije que oído a la bomba, y ellos que qué, y yo, sin más, que habíamos determinado largarnos. Él saltó al tiro que si estaba loco, pues, y lo que yo le dije que el sentimiento es lo primero y que no es cosa de tener el cuerpo aquí y el corazón en otra parte. El crestón que de hacer la América qué, y lo que yo le dije, que eso se acabó con la guerra, no más, y él que a qué ton, que no era así para quien era capaz y que ve ahí tenía a mi señora. Le planté que no mentara la bicha y tuviéramos la fiesta en paz. Él que siquiera por la guagua y que, por si no lo sabía, su voluntad era que el día que faltaran la tía y él, todo lo suyo fuese para el cabrito, y yo que tío muy gentil, pero que no podía aceptarlo y que si daba este paso era, sobre todo, por el chavea precisamente, para que se enseñase en las costumbres de allá. El cipote se pasó dos horas porfiando y ya me cabreó de más y le dije que yo mandaba en lo mío y se me ponía largarme y me largaba, y que si después de todo él me hubiera colocado en la barraca donde debía, tal vez no se me hubiera pasado por las mientes esta determinación. El huevón se puso bravo y que ya conocía a la juventud de hoy, que la juventud de hoy quiere sentar plaza de capitán general sin pasar por sargento y que eso no. El mandria me levantaba la voz, y todo el mundo era a mirarnos, y otra vez salió con lo de las paltas y ya le dije, en plan cachondo, que ese cuento ya me le sabía y que me contara ahora la de risa. A voces empezó con que su pecado fue traernos en un vaporcito de lujo y que vería yo ahora lo que era navegar como chanchos y que entonces me acordaría del tío Egidio. En estas metió la cuchara la tía con que déjalos, no más, que cada uno es dueño de su voluntad, y el huevón se levantó y que chao, que nos hiciéramos a la idea de que no le habíamos conocido. La chavala que corriera ligerito a disculparme y lo que yo le dije, que él era quien me había faltado y, por consiguiente, quien debía darme una explicación. ¡Faltaría más! Luego empezó la Anita que puestos a ver yo soy un culillo de mal asiento y la dije que en eso de acuerdo y que bastante desgracia es la mía, andar siempre buscando acomodo y no hallarle. Camino de casa, la dije que puesto que estábamos decididos a largarnos, también era huevada prolongarlo más y que cogería pasajes para el primer vapor y que mañana sin falta, dejaría lo del diario. Ella que no hay día más cerca. Bueno, pues no lo hay, si con eso queda contenta.

16 enero, lunes

Me ha bajado el apuro y ya no puedo parar. En el diario que si ocurría algo. Por no dar explicaciones les dije que nos llamaba de allá el papá de mi señora y que al parecer, había enfermado. Los gallos, muy comprensivos, me liquidaron no más y que felicidad. En la agencia que para el 30 tenemos el «Algerie» y que treinta y ocho mil pitos por nuca. El precio es arreglado. Por lo visto entra en Vigo el 27 del que viene. Tampoco es ninguna tontería ver ese puerto. No sé a santo de qué, pero desde chico me petó conocer Vigo. Tomé los billetes y luego la chavala que eso era muy poca plata y que se la temblaban los orificios sólo de pensar en el viaje que nos aguardaba. Me gibó la cosa y ya le dije que qué pensaba, y ella que por pensarse nada, pero que plata teníamos de sobras como para no ir amarrados. Tuvimos cuestión. Finalmente la convencí con que mejor era emplear la platita en cosas de más sustancia. Puse cuatro letras a don Basilio y Melecio, y la chavala a los viejos. Dentro de dos semanas a correr. ¡Pucha madre! ¡Mentira parece aún! Bien mirado todavía llego a tiempo de soltar cuatro cohetes a las avefrías.

17 enero, martes

El Efrén, achuchado con la novedad. Le aguardé a la puerta de la barraca para no echarme a la cara al torda del tío. Quedamos en vernos el sábado donde Lautaro para conversarnos una botella.

La chavala currelando con las clientas. Pasé por donde las oficinas del transandino y el de la taquilla que para el 29 aún no despachan. Quedé en volver el lunes 23. Cada vez que pienso que estoy a un paso de allá, se me corta el resuello. La fetén es que no puedo ni con mi alma de la alegría. Le dije a la chavala que qué cara pondrá la Doly cuando me vea, y ella que si no tenía alguien más importante en quien pensar. Lo que yo la dije que puede, pero que para mí ese animalito, con perdón, es como uno de la familia. La fija es que ni la chavala ni yo, ni yo ni la chavala, pisamos firme estos días. Ella, que estoy como el chico del esquilador. No digo que no, pero ¡anda que la neófita!

Ya tengo los papeles en el bolsillo.

19 enero, jueves

La Verdeja, la mujer, no está para nada. Sólo de verla se me encoge el ombligo. Es lo que pasa con estas cosas, uno se va amarrando y luego cuesta cortar. Por más que don Juanito porfía, la mujer como una estatua. A ver, uno se encariña, mayormente con los críos, y luego la separación escuece.

¡Gibar y qué poco corre el reloj! Estuve con la Anita haciendo una lista para los obsequios. La chavala dice, y no le falta razón, que hay que llegar allá como señores. Esta noche la gozaba y dice que va a fundir de un viaje toda la plata de la libreta. Yo que bien, pero que se ferie algo de fundamento. La gilí tiene entre ceja y ceja las pieles de Buenos Aires. No me parece mal. Después de todo ella se lo ha ganado.

21 enero, sábado

Tuve un a mano con el Efrén, donde Lautaro. El hombre andaba de poco garbo; a la legua se ve que mi marcha le ha afectado. No salía conversación y entonces le dije si quería algo para allá. El chalado que nones. Lautaro terció con que va para un año que me presenté por primera vez en el bar y me enojé porque me dijo coño. El huevón de él se reía las muelas. Ya metidos en recordatorios agarramos vuelo y la echamos larga. Bien mirado no me llevo de acá más que buenos ratos y media docena de amiguetes de los fetén.

De regreso encontré a la chavala encamada. Me quedé tieso, pero al tiro, me explicó que andaba otra vez con los mareíllos y que va para seis meses que no lo ve vivo ni muerto. ¡También gibaría que nos presentásemos allá con chilenito y medio! Cosas más difíciles hay, como diría el otro.

22 enero, domingo

A las seis ya estaba despierto y no había Dios que me hiciera pegar pestaña. He pasado dos horas dándole vueltas a lo de allá. Todo se me hace pensar en lo que le diré a mi hermana, y al Melecio, y a la Amparo, y a don Basilio, y a Polo. La fetén es que para todos tengo algo que contar. A las nueve se despertó la chavala con que había sollado con las Mimis. Ya la advertí que no empecemos.

Fuimos a misa de doce y luego a ver vidrieras. La chavala anda con más garbo. Mañana lunes saldremos de compras. Te pones a ver y parecemos chicos con zapatos nuevos. Después de comer anduvimos de arqueo. Ciento noventa mil y con los pasajes en el bolsillo, que no está mal. Ya le digo a la Anita que se reserve cien para sus caprichos, veinte para obsequiar a los amiguetes, y aún restan setenta para el tren, el vapor, y los primeros gastos allá. No vamos mal, me parece a mí. La chavalina dice, y no le falta razón, que peor vinimos.

En estas andábamos cuando se presentaron los tíos. El marrajo de él, por no perder la costumbre, con la bragueta abierta. De primeras le puse jeta, pero el mandria empezó a sonreír y que lo pasado pasado, y no era cosa de despedirnos así por un malentendido y que ésta era su mano. Total que hicimos las paces y, al cabo, el huevón se dejó caer con que por qué no le quedábamos la guagua, que nada le faltaría y que el día de mañana suyo sería todo. Lo que yo le dije, que ni a tarros, que un hijo es sagrado y uno será un pobre, pero ni al mismo rey que se lo pidiera. ¡También son ideas! El huevón se quedó aliquebrado y luego preguntó que para cuándo, y ya le dije que el 29 hemos de estar en Buenos Aires, y fue él, entonces, y dijo que no era cosa que la criatura pasase un sofoco en el tren y que nos obsequiaba con los pasajes del avión del sábado 28. Me dio lacha, la verdad, y porfié que no, tío, que sólo la mitad, pero el baboso se puso tierno y saltó con que si le quito ese capricho que le quedo. Verdaderamente. Terminé por decirle que bueno y que él manda. Luego, el cipote, sólo de enredar con el chavea ya se le iba el moquillo.

Tardé en dormirme. Al cabo, como entre sueños, me pareció sentir el exprés de Galicia. ¡Qué no será el ansia de verme en casa!

23 enero, lunes

Si le doy soga a la chavala se merca todo Santiago. ¡Anda y que tampoco tiene la mano larga ni nada la gilí esta! Uno había presupuestado veinte para los amiguetes, pero fueron cuarenta y cinco y no acabamos con todos. A Melecio le ferié un extractor de palanca como no les hay allá. ¡A presumir se ha dicho! Anduvimos mirando chales de vicuña, pero pedían la luna y finalmente la chavala compró uno de pelo de vicuña que exactamente valen la décima parte y son más abrigados. También se ferió un abrigo de castorina que, no es porque yo lo diga, pero talmente parece nutria. Digo yo que en Buenos Aires ha de haberlos más económicos, pero ella porfía que no y que no la pesa. Bien mirado, la chavalina con el abrigo puesto parece una duquesa. La Anita será lo que sea, pero chorrea señorío; hay que mirarla despacio, como yo digo. Después me dijo, y con razón, que para el avión no puede ir de cualquier manera y que quería feriarse un casquete, no más. Veremos a ver lo que da de sí el presupuesto.

Llegué a casa más molido que otro poco. Así y todo tardé en dormirme. Anduve dándole vueltas al asunto del chaval nuevo. Verdaderamente va a ser una complicación.

25 enero, miércoles

También uno es como Dios le ha hecho, órdiga. ¡Pues no me da la murria ahora de pensar que voy a dejar esto! Razón le sobra a la chavala cuando dice que soy un culillo de mal asiento. Sólo de mirar la Cordillera, se me pone una cosa así, sobre la parte, que no sé qué es ni qué no es. Uno, yo no sé a cuento de qué, quisiera tener a mano todo lo que conoce porque cada vez que deja algo le pica dentro. Bien mirado esto de envelarlas ha sido un poco precipitado y uno debió antes intentar algo en el norte o en el sur, que por lo que se ve es donde anda la plata. Don Juanito dice que los de los nitratos y los del cobre tienen unas entradas muy aparentes. Aunque si miras despacio esto no son más que pamplinas y mi sitio está allá, en el Centro, sin complicaciones y con las zorras de las perdices a mano.

Esta noche se presentó León a invitarme a la boda. El chalado no sabía una palabra. Ya le dije que lo habíamos determinado recién y él que se daría con un canto en los dientes por hacer lo propio. ¡Pobre chavea! Luego me soltó que su chavalilla sabía ya lo de la bala y que aguanta. Me pidió que le llevara un paquete para una hermana suya de El Bierzo y le dije que de acuerdo, pero que ligerito porque, como quien dice, pasado mañana nos largamos.

La chavala me dio la murga con el avión. Yo callé la boca, pero sólo de pensar en meterme por encima de esos montes en un trasto de esos se me cae el poto. Para acabar de gibarla, sobre las dos, arreó un temblorcito de los buenos. El chavea ni despertar. Ya le digo a la chavala que esto es la despedida.

26 enero, jueves

¡Esto está dando las boqueadas! Uno no acierta a parar quieto en ninguna parte. Compramos el casquete de la chavala, sencillo, pero de gusto. La plumilla esa le da un qué, que uno no sabe qué es, pero resulta. Yo me ferié un saco de los de sport, del capricho de la chavala, porque yo no asomo la gaita así delante de Zacarías, pongo por caso. Eso lo saben en la quebrada del ajo. Con eso de la ropa ocurre una cosa chocante, como yo digo, uno se pondría una ropa para la mujer, y otra distinta para los amigos, porque lo que está bien para ella, para ellos es de pijes, y lo que está bien para ellos, para ella es de guarros, o sea de descuidados.

Esta es la fetén, y el que diga lo contrario miente.

La Verdeja pasó la comida moquiteando. ¡Qué mujer ésta! La tipa tiene un corazón tamaño grande y lo que pasa. A la tarde se presentaron los tíos. Ella como si estuviera curada. ¡Hay que ver lo que parló la socia! Él me entregó los pasajes. Dice que a las cinco de la tarde, no más, en Los Cerrillos, pero que no pase apuro que bajará con el carro a buscarnos. Luego nos fuimos a despedir de los Carballeira y de los gallos de la barraca. Hacía un calor del diablo y al final, anduvimos venteándonos. Como quien no quiere la cosa yo le iba diciendo chao a la Alameda, y a la calle Ahumada, y al Múnich, y al Negrito Bueno, y al Cerro, y a la Cordillera, y a la Plaza del Cemento, y a todo. ¡La madre que me parió! ¡Los tipos de mi calaña no deberíamos nacer!

De regreso me aguardaba León con el encargo para su hermana. El panoli que si me importa que suba a Los Cerrillos. Ya le dije que a mí plin, pero que no vaya a buscarse complicaciones. Al huevón se le veía amurriado.

Hicimos las valijas antes de acostarnos. La dije a la chavala que la anteúltima noche, y que todo acaba, y ella que callase la boca, y que no enredase, loco, y que así es como no lo ve vivo ni muerto desde hace seis meses.

Si me pinchan esta noche con un alfiler no sale tampoco una gota de sangre. También es fija.

27 enero, viernes

¡Menudo julepe! Esto ha sido no parar. Dejar las cosas para lo último es una gaita. Anduvimos de despedidas. No pensaba decirles nada ni al don Helio ni al Oswaldo, pero finalmente me acerqué. La vida da muchas vueltas. El Oswaldo que, pucha, recién llegado y ya de retirada. Lo que yo le dije, tampoco la perdiz roja se aclimata en estas montañas; es ley de vida.

A la tarde nos metimos de compras. ¡La Biblia en verso! Ni un momento paramos de mover las gambas. La chavala, luego, agarró una micro y a decir adiós a cuatro clientes de las fetén. Tengo una cosa dentro que me baila y no hay cristiano que la pare. ¡La última noche! Bien mirado, uno ya tenía hecho su hueco en la cama y la de allá ahora le va a extrañar. El Efrén que subirá también al aeropuerto. El huevón que ha determinado montar un quiosco en la Plaza de Armas y la que sea sonará, que todo no va a ser como el salón. No tenía ganas de discutir y le dije que bien y que suerte.

Cuando me acosté no daba más.

28 enero, sábado

Cuando vi desde lo alto las luces de Buenos Aires, la dije a la chavala que se animase y que ya andábamos más cerca. A la legua se la veía con mal cuerpo, pero mañana ni recordarse, como yo digo; todo por el cochino güisqui. Si la chavala no lo cata, de qué, pero se emperró, aunque ya de entrada porfió que la olía a orines, y lo que pasa. Claro que te pones a ver y ya subió al trasto este con un poquito de canguelo. Luego las despedidas, que lo quieras o no, siempre afectan. ¡Y hay que ver el boche que se armó con los tíos, y el Efrén, y el León, y la Verdeja, y el don Juanito en Los Cerrillos! El torda del tío se presentó como un viejito Pascuero, todo para el condenado crío. ¡También es chaladura la de este hombre! Menos mal que conocía a uno de la Aduana y nos hicieron la vista gorda, si no de qué. Avisaron por el parlante para subir y todos que chao y felicidad y desde la azotea venga de decir adiós con los pañuelos. El despistado del tío, para no perder la costumbre, enseñando el faldistón de la camisa por la pretina. Me dio lacha, la verdad, y ni le miré la cara.

Luego, el avión. ¡Menudo cigarro puro, como yo digo, el artefacto este! No hace falta que digan que es norteamericano. Y menuda chavala al cuidado. ¡De fantasía, vamos! Yo iba tan pancho junto a la Anita, que con la castorina y el casquete parecía una duquesa. ¡Pero anda que tampoco traspiró ni nada la mujer con las pieles dichosas! Cuando echamos para arriba un color se me iba y otro se me venía. Y, al minuto, la Cordillera. ¡La madre que la parió! Uno ha corrido ya mucho mundo, pero por mil años que viva no olvidará el espectáculo. El sol iba de retirada y las puntas de los picos nevados talmente como si fueran espejos. Detrás de los montes, más montes. No se veía el fin. La dije a la chavala que atendiera y ella que qué creía que estaba haciendo. Fue entonces cuando la muñeca la camarera se hizo cargo de la guagua y dijo lo del güisqui, y la chavala que al pelo. En estas íbamos de cara a un pico que todavía levantaba más que nosotros y, de que llegamos a pocos metros, el avión empezó que me caigo que no me caigo y el parlante que saludábamos al Aconcagua y entre esto y el güisqui, que la chavala se me puso a morir, agarró la bolsa y volvió el cuajo a modo. Faltó un pelo para decirle a la camarera que si no podían dejar de hacer el zángano, que hasta las pieles de mi señora se habían malrotado y que si no nos habíamos desnucado no sería por falta de ganas. Si candé el pico fue por no armar la polca a aquellas alturas. Luego la chavala se serenó y se quedó un poquito traspuesta. Yo no acertaba a ponerme quieto y en diez minutos de reloj, fui tres veces al wáter. La muñeca la camarera que si me ocurría algo. Lo que yo la dije que a qué ton, que sólo era a orinar y que, como iba camino de casa, no se me cocía el bollo. Luego me acomodé y me puse a pensar que aunque no hacía todavía el año que salí de casa, bien parecía una vida. Y, sin darme cuenta, empezaron a venirme a las mientes el Melecio, y la Modes, y los chaveas de mi hermana, y el Tochano, y el Zacarías, y el Polo, y el don Rodrigo, y todo Cristo y yo venga de pensar lo que les diría, porque, en definitiva, el que mi señor haya largado la pepa poco nos puede perjudicar, me parece a mí. Como no sea el mala uva del Tochano los demás punto en boca, ya se sabe. Al huevón del Melecio o mucho me equivoco o nos le tropezamos en Vigo. ¡Anda y que tampoco va a presumir el mandria de él con el extractor de palanca ni nada! Lo que yo me digo que si me le veo en el muelle aguardándonos con la boinilla en la mano no respondo. Y a saber la jeta de la Doly cuando me ponga la vista encima. Digo yo que el animalito ni me reconocerá siquiera. Y no tiene nada de extraño, que uno no le va a exigir a una perra lo mismo que a una persona. Pero ¡anda que en cuanto que me olfatee los bajos los pantalones va a ser ella! Te pones a mirar y ni con diez años hay suficiente para desembuchar lo que he visto. Quieras que no, el viajar da viso y el Tochano en lo sucesivo tendrá que achantar la muí cuando este menda se explique. No digamos el Zacarías. El cipote se andará ahora con más cuidado antes de soltar una trola. Pero si me alegro es, sobre todas las cosas, por el de Francés, el tío estreñido, que sólo por veranear en San Sebastián ya se cree alguien. Vamos, todavía hay clases, me parece a mí. Y con esto y con lo de la Conserjería, que estará al caer, el huevón empezará a darse cuenta de que uno no es un cero a la izquierda. Bueno, todo esto si el don Basilio no me ha hecho la marranada. ¡Vaya usted a saber! En cuanto al viejo va a oírme, por más que, bien mirado, si él no se va del pico, allá seguiría moviendo las tabas como un paria. Bueno está lo bueno.

En estas andaba cuando la muñeca la camarera dijo que se veían las luces de Buenos Aires. La di de codo a la chavala y ella que qué y yo que ya estábamos más cerca y ella que se la había puesto mal cuerpo y seguía con ganas de devolver. Lo que yo la dije, aguanta diez minutos y mañana como un geranio. Te pones a ver y como en casa en ninguna parte.