El carpintero colocó el mamparo esta tarde. Treinta mil del ala; por cuatro cochinas tablas ya está bien, ya. Si le añades las diez mil que ayer retiramos el Efrén y yo, la cuenta se va a las pailas. De todos modos, desde que la chavala vigila y el Joe anda de encargado, no ha habido día que la parroquia baje de ciento.
El chavea medra. No es porque yo lo diga, pero si no ha doblado el peso, allá se andará.
3 septiembre, viernes
Te pones a ver y esto no es vida. ¡Pucha madre, el tiempo que hace que no veo una película! Y no es que yo corra por el biógrafo, que, bien mirado, me la trae floja, pero al menos me distrae. La fetén es que el Joe tiene más razón que un santo. Fuera del ascensor y el salón uno no encuentra horizontes. Uno tiene el golpe de cepillo metido hasta la cueva. Esto no es plan, la verdad. Porque vamos a ver, poniéndonos en lo mejor, yo embolso al año quinientos mil y los ahorro. A los diez años, cinco millones; a los veinte, diez; a los treinta, quince, que traducido a pelas te quedan en millón y medio. Y esto tirando por lo largo. Bueno, dentro de 30 años uno ha amasado unos pitos, se compra un carro que le zumba el bolo y para allá. ¿Qué interés puede uno tener en conocer los nietos de los amigos? Porque por vueltas que se le dé, uno está aquí provisorio y sólo le sostiene el ansia de regresar y si le quitas ese ansia, le matas el afán de currelar, y si le matas el afán de currelar, a la mierda todo. Esta es la fetén y el que diga lo contrario miente. Entre unas cosas y otras, yo podía salir ahora allá por las dos mil y no es que sea mucho, pero buenas son. Dos mil calas ganadas con la gorra y con una categoría no son de despreciar, me parece a mí.
Le dije a don Juanito de arreglar la radio a medias, y que de acuerdo. Va para tres meses que no oigo hablar español como Dios manda. Se dice pronto.
Hoy cumplió un mes el cabrito.
6 septiembre, lunes
De que me llegué al salón y me topé a un gilí pololeando a la chavala me subía por las paredes. El huevón dale con que era un churrito y que si tenía plan para la noche. ¡Pucha madre! Le agarré de las solapas y le dije que le iba a arrimar una mano de chuchadas que no le iba a conocer ni la zorra de su madre. El mandria iba hecho un paquete y saltó con que dejémoslo no más, que él no había querido ofender, y que no sabía que la señora fuese casada. Le hice meter la jeta por el ventano para que viera la guagua y le dije que ahora qué, y él, que bien, que dejémoslo no más, y que él ignoraba que la guagua fuera de mi señora. Se armó una rosca regular, y lo que yo le dije, que si volvía a verle asomar la gaita le sacaba la mierda, como me llamo Lorenzo. ¡Faltaría más! No es que a uno le pete levantar el tarro, qué coño, pero que no me toreen porque si me implo ni yo mismo sé dónde puedo llegar. Me giba lo que nadie sabe que los huevones estos no distingan, porque, lo que yo digo, la que es pendón en la cara lo lleva escrito. Le pregunté a la chavala si por una casual ella había dado soga y la tipa, como una leona, que por quién la había tomado, y lo que yo le dije, que no se pusiera así que tampoco era para tanto y que desde hoy no porte por el salón aunque se vaya todo a la chuña. Ella salió con que si el mamparo. Ya le dije que primero de todo la honra, y que ante eso, el mamparo y el salón, el salón y el mamparo, podían irse a tomar por el saco. Me acosté cabreado. Anduve dando vueltas hasta las tantas. Verdaderamente, como en casa, en ninguna parte.
8 septiembre, miércoles
Desde que falta la chavala anda todo como las tristes. Le pregunté al Joe cómo se explica y el vaina, que la patroncita era un reclamo. No le sacudí una guantada por ser vos quien sois, pero ganas no me faltaron. ¡No te giba! Le dije si es que lo del otro día ocurría con frecuencia, y el huevón venga de reír y de hacer muecas a lo bobo. Le llevé tras el mamparo y le dije que se explicase. El torda, que la patroncita era dije no más, y que con la pollera amarilla todo el mundo era a decirle algo y que aquí, en su tierra, levantarle el ganso a un amigo tampoco es nada. Ya quemado, le pregunté si es que la patroncita daba gancho, y el cipote, que a todas las mujeres, pues, les agrada que se fijen en ellas. Me subí a la parra y le solté que era un roto de mierda y un crestón, y él, que dejémoslo no más, patroncito, y el mandria me desarmó y fui, entonces, y que disculpase. De que llegué a casa me fui derecho donde la chavala y la puse las peras a cuarto. La menté al chavea y la planté que no estaba en condiciones de hacer el zángano, y ella que a cuento de qué decía eso, y yo que, mientras no fuera de mi brazo, la pollera amarilla a esconder. La Anita terminó negra y me salió que a ver si yo podía pololear con la tía y ella nada, y lo que yo le dije que la otra noche en el pasillo, para que callase la boca, la tía volvió a hacerme proposiciones y que con ella lo que quisiera porque se me da como agua y, sin embargo, yo, que nanay, porque primero que todo está la dignidad. Puse peor la cosa, se subió a la parra y me salió con que por qué le dije, pues, que marchó a la cocina. Finalmente, por no abanicarla, la planté que volviera a peinar a la mujer de don Helio a ver si nos hacíamos ricos, y que el salón se fuera a las pailas. Me acosté de mal café. A la hora, el chavea se puso bravo y no había Dios que parase. ¡Vaya nochecita!
10 septiembre, viernes
La radio ya está compuesta. Me la traje para casa y se lo dije a don Juanito, y el panoli, qué al pelo, pero de aflojar la mosca ni pum. A ver si el cachondo de él me va a jugar la talquina, como dicen acá. Estos gallos son como Dios les ha hecho. Total, la friolera de mil doscientos del ala, que tampoco es paja. Si el huevón no se explica, como hay Dios que me la agarro y para la pieza. La pusimos después de cenar y lo que son las casualidades, lo primero, «Cuando salí de mi tierra». ¡Anda, y que tampoco tiene sentimiento la canción esa! Oyéndola, se pone uno a recordar y no acaba. Terminé murrio. Cuando me encamé tenía una cosa así sobre la parte que no me dejaba ni respirar.
11 septiembre, sábado
Abel no se presentó esta tarde. El Joe me dijo que andaba en las tomas y, lo que yo le dije, que buen viaje, pero que no vuelva por aquí, no se me suelte en una de esas la izquierda y le vaya a partir los hocicos sin intención. Verdaderamente esto no es vida. Desde que ahuecó la chavala, no alcanzamos los ciento ni por casualidad. Y lo peor es que uno no sabe ya qué cara poner. De sobra te sabes que te están empatando, pero empezar a guantazo limpio tampoco es solución. Al torda del Efrén cada vez que le digo algo se le cae el poto, pero si espero que él resuelva la papeleta estoy fresco. Al crestón todo se le vuelve decir que es más difícil de lo que parece amasar un puñadito de plata. Lo que yo le digo, que en ninguna parte pagan por dormir.
Don Juanito, ni palabra. Digo yo si será otra gracia de las suyas esto de cargarme ahora con el muerto.
14 septiembre, martes
La Anita volvió donde don Helio. Por lo visto la recibieron bien y su señora le dio tarjetas para otras dos del barrio. Según ella, agrada como peina, y como fija unos precios arreglados malo será que no se haga una parroquia. Ya le digo que no apunte tan alto, no se vaya a marear, pero ella porfía que sabe por dónde se anda y que ya me lo dirá a la vuelta de unos meses. Por de pronto hoy me pidió plata para un estuche de uñas. Ya le dije que ojo, no termine con mis huesos en la cárcel, pero ella que la deje hacer. Por mí, bien dejada está, pero si no candamos la cartera no iremos a buena parte.
La Verdeja, ciega por el chavea. Bien mirado, una abuela no haría más. Gracias a eso, que, si no, de qué iba a andar la chavala toda la santa mañana como un zascandil. En esto hemos tenido chamba, que lo mismo que digo una cosa digo la otra.
16 septiembre, jueves
El tiempo se ha puesto raso. También joroba esto de empezar la primavera en septiembre. Uno no está hecho a estas cosas, la verdad, y le peta que todo venga a su tiempo y por sus pasos. Pero te pones a ver y aquí no hay cosa con cosa. Cuando tú te levantas, allá andarán comiendo, y cuando sales del tajo, Melecio y toda la tropa se habrán tirado ya una horita de sueño como poco. Llevo una temporada como perro huacho. Todo lo veo negro, y raro será que yo me aclimate acá. A fin de cuentas, si hemos nacido en un sitio será por algo y no es cosa de ir a enmendarle la plana al Señor.
Don Juanito las endilgó con las valijas al norte sin explicarse. Más tonto soy yo por no abrir el pico a tiempo.
18 septiembre, sábado
Esta semana nos hemos defendido con Gallito y Joe y, después de todo, las entradas poco han bajado; en cambio, ahorramos 400 diarios del huevón de Abel. Claro que siempre resulta desairado un hueco, pero en estos asuntos hay que ir al grano. Lo malo del caso es que a la mañana, que hay mucha gallada, alguno se larga por no aguardar. Probaremos otra semana. Dice el Efrén que por probar nada se pierde, pero, lo que yo le digo, que en tanta probatura se le fue el virgo a Juana.
A la noche me salió la chavala con que un marinero de Valparaíso le vende a la señora de don Helio perfumes y otras pichanguitas de París y que es una oportunidad y que la anticipase unos pesos. Ya le dije que ni hablar del peluquín, que para ensayos ya está bien con el salón y, como me olía, terminamos de monos. ¡Qué le vamos a hacer! Dos trabajos tiene.
22 septiembre, miércoles
Lleva tres días lloviendo con pica. Mientras caiga de estas formas de poco me vale andar despatarrado para echar fuera las cascarrias. Las mismas goteras te ponen perdidos los bajos de los pantalones. Yo confiaba que esto fuera bueno para el salón, pero nada. Claro que lo que ellos dirán, para lo que van a durar limpios. El Joe, que son las chaparraditas lo que atrae al cliente, pero no esto. La verdad es que llevo una temporada que no me lamo. Hoy por usted, mañana por mí, lo cierto es que ni clavo.
La guagua andaba esta noche desazonada. ¡Lo que faltaba para el duro, vamos! La Verdeja, que era la guatita y anduvo poniéndole paños calientes. Hasta las dos no pegamos pestaña. La chavala se hizo hoy otro par de clientes. Mírala, a lo bobo, a lo bobo, va formando una parroquia. El domingo 26 cumple los veintiuno. Ya vamos para viejos. Veré de feriarla con algo de su gusto.
25 septiembre, sábado
Sin venir a cuento, hoy se las endilgó el Gallito. Me hice el leso. Si el mandria se pensó que iba a andar llorándole le ha salido rana. ¡Anda y que le den morcilla! Le pregunté al Joe si le podía sustituir para el lunes y me dijo que un tal Sergio, conocido suyo, quiere ponerse de fijo. De primera. En resumidas cuentas, más pelo echamos esta semana con dos que con tres, aunque ya le dije al Efrén que en estos asuntos todo lo que sea jugar a no perder no conduce a nada práctico. El huevón, que lo que yo haga bien hecho está. ¡Gibar! La verdad es que si espero una iniciativa de este mostrenco estoy aviado.
La obsequié a la chavala un bolso de una vez, para que lleve los trebejos del oficio. Si la mujer ha de andar en casas de postín con unas y con otras, no es cosa de que se presente de cualquier manera.
26 septiembre, domingo
La chavala, loca con el bolso. La gilí se pensaba que iba a olvidarme. Lo que yo le dije, si me olvido de estas cosas, qué me queda. Llevamos dulces a casa y, a la tarde, les dimos once a los tíos y luego al biógrafo. Ya metidos en el ajo, le dije a la chavala que después de dar el mostrador al mozo nos íbamos a cenar por ahí y luego de farra. El tío me salió con que debía tener buenas entradas, y lo que yo le dije, que de eso poco, pero que si hay que gastarse veinte pavos soy tan guapo como el que más para machacarlos con salero. El huevón, que edad tengo de saber lo que me hago, y yo, con todo el rostro, que a ver. Cenamos en el «Aconcagua» y, para desengrasar, al «Trocadero» de bailoteo. La tía se calentó y cada vez que la sacaba el tío, ella que «cambio de parejas» y me agarraba bien aunque la chavala se asaba. Así anduvimos hasta las tantas. La tía se arrimaba de más, pero bien mirado, allí nadie llama la atención por eso. De que se echó al cinto dos tragos empezó con que su cabrito, y yo que tía no me hace usted mucho favor, pero ella dale que dale. La tipa se curó a escape y empezó a gozarla a voces, y todo el mundo era a mirarla, y, cuando andábamos en éstas, se presentó la chavala más tiesa que palo de bandera y que se acabó la fiesta y que cada oveja con su pareja. El tío, ni agua. Menos mal que se cagó en la diferencia y pagó el gasto. La tía ni mus. Con la salida de la chavala se la cortó el habla. Ya en la cama empezamos con la de siempre. La dije a la chavala que no me malrotase el día y ella que lo dejara, luego que no enredase, loco y para remate, la gloria bendita. Bien mirado hace mucho tiempo que no pasaba un día como éste.
29 septiembre, miércoles
El tal Sergio parece un hombre capaz. El huevón, con seis dedos en la mano derecha, maneja el cepillo como los ángeles. Sólo por verle se puede pagar plata. Claro que el cliente afloja la mosca porque le lustren y para diversión se marcha al circo. El Joe que qué, y ya le dije que bien, que su amigo trabaja seriamente y que creía que nos entenderíamos. El vaina venga de gozarla y patroncito por acá, y patroncito por allá. ¡Gibar! A veces el huevón éste se pone más pegajoso que las moscas. En resumidas cuentas, seguimos como antes. Me petaría que el tío se diese un garbeo por aquí y dijese esto falta y esto sobra, y esto aquí y esto allá. Los hombres de negocios tienen un punto de vista, que vale un valer. Así se lo planté al Efrén, y el panoli que bien, pero que o mucho se equivoca o de esta hecha no salimos de pobres y que ya hace ratito que se las anda parando.
Me acosté con mal cuerpo. Sólo me faltaba ahora enfermar.
30 septiembre, jueves
No había llegado al hotel y ya andaba de vuelta. De entrada empecé a sudar frío y en menos que se tarda en decirlo fui tres veces al wáter. Inclusive me parece que tengo calentura. En casa me entró una tiritona que no se iba ni por cuanto hay. Cuando me acosté estaba como sin sangre. ¡Ay madrica, qué malo me encuentro! ¡También gibaría que fuese uno a dejar sus huesos en esta tierra!