La Verdeja avisó a unas mujeres que han dejado el salón como una patena. Allí hemos andado hasta la hora de comer. A las seis vinieron los tíos y volvimos allá. Dice el tío que si voy a ponerme al frente y ya le dije que en lo que pueda, porque está también lo del Múnich. Luego me preguntó si teníamos personal y le dije que sí, que seleccionado. Por no callar la boca a tiempo le conté que voy asociado con el Efrén y me preguntó, al tiro, que si con Efrén el carretonero. Respondí que a ver, y él movió la cabeza, y yo le dije que qué, y él salió con que ya que le preguntaba debía decirme que el carretonero no era hombre capaz. Le dije que para lo que tiene que hacer, pero él salió con que si un socio no tenía que hacer en la sociedad, pronto se iba todo a la chuña. El marrajo iba con retintín, pero por no enredarla me salí por la tangente y le dije que llevaba la sacristía abierta, que es la fija. ¡Pucha la madre! Digo yo que si pusiera el mismo cuidado que en contar los billetes en cerrarse los botones, mejor le pintaría. De regreso a casa me llegué donde el Efrén y le dije que a ver si puede estar a las nueve en el salón para abrir, y que avise al Gallito y los otros dos. Me dijo que estuviera descuidado, que andaba en ello. Ya le advertí que yo me tiraré allí la tardé y así toda la semana. Por otro lado me tinca que esta noche va a llover. Dice el Efrén, y no le falta razón, que eso ya sería encontrar la Virgen amarrada en un trapito. Muy templado está el día; no sé, no sé.
3 agosto, martes
¡Lo que faltaba para el duro, vamos! A las diez de la mañana de ayer me llegó recado de la Verdeja que la chavala andaba sangrando y que la habían llevado a la clínica. Lo dije en recepción y salí al tiro. La tipa, todavía, qué dónde iba tan ligerito y que aguardara al suplente. Ya le dije que mi señora andaba sangrando no más y que corría prisa. La Verdeja no andaba en casa y me dijo clon Juanito que me aguardaban en la clínica de San José. Aunque cogí una micro llegué allá echando el bofe. La Verdeja salió con que no podía ver a mi señora y allí pasé el rato consumiéndome. Al fin, sobre las dos, asomó la gaita el doctor y le dije que qué y él, que andaba de enhorabuena porque las trazas eran de una placenta previa, pero que el parto había empezado y todo andaba bien. Le pedí que me llevara junto a la chavala, pero él, que nanay. Me puse a voces, pero el cipote saltó con que no largara la pepa o me ponía en la calle. ¡La madre que le echó al huevón de mierda este! Yo no podía ponerme quieto y a cada enfermera que asomaba, venga de preguntarlas, pero ellas ni mus. Menos mal que sobre las cinco volvió la Verdeja, que, bien mirado, se está portando con nosotros como una madre. A las ocho asomó el doctor y que vamos arando. Me gustaría verle a él en mi caso. ¡No te amuela! A las nueve llegó Efrén y me salió con que 87 y que para el primer día no estaba mal. Le pregunté que 87 qué, y que de qué me estaba hablando, y él, que de qué iba a ser, pues del salón. ¡No te giba! Lo que yo le dije, que el saloncito ahora, a esconder, que mi señora estaba sangrando y que lo primero es lo primero. ¡Vaya nochecita! La Verdeja marchó en un verbo a ponerle la cena a don Juanito y regresó al tiro. ¡Pucha madre! Lo que yo digo, como en casa, en ninguna parte. Allá es otra cosa, la verdad. Uno tiene un hijo y no le apartan de su señora como si fuese un apestado. Hay que comprender. Un hijo es un hijo, y te pones a mirar y el padre, después de la madre, es lo primero. Bueno, pues acá, mierda. Claro que el huevón este parece más tonto que Carracuca y a saber qué se piensa que puede ocurrir porque yo pase a dar dos achuchones a la chavala y unos poquitos de bríos. De seguro que mejor nos pintaría a todos; pues no, señor. ¡A esperar! Según amanecía me dio la pena y se me puso una cosa así, sobre la parte, que no podía parar. Le dije a la Verdeja que, o me enseñaban a la chavala, o le arrimaba al doctor un par de chuchadas que se iba a acordar. Ella porfió que tuviese calma, y gracias a la Verdeja que si no al medicucho ese le saco la mierda, como me llamo Lorenzo. Bueno, pues venga de aguardar y uno sin probar bocado. Cada vez se me ponía peor cuerpo y hubo un momento que bien creí que iba a devolver. Digo yo que serían las aguas, porque otra cosa no. Al fin apareció el doctor, y que un niño. De principio me quedé quieto parado, así como si no fuera conmigo, pero, de seguida, me arranqué a llorar, me abracé a la señora Verdeja y los dos a moco tendido como dos vainas. El médico la gozaba y ya me separé y le di las gracias, y él, que muy gentil, y que podía pasar a ver a mi viejita. Entré en la celda con una cosa sobre la parte como esta amanecida, y de que vi a la chavala tan blanca como las sábanas, me implé todo y me arranqué otra vez a llorar que no sabía dejarlo. Ella, con todo el coraje, que me sonase, que me iba a ir en agua, y que estaba tronzada, pero como unas pascuas. Entonces le pregunté por la guagua y que se la habían llevado. Me puse de mala uva y le dije que para qué, y ella, que era costumbre y que sólo lo traerían para darle la teta. ¡No te giba! Vamos, que no es ley esto de separar a una madre de su hijo, me parece a mí. Esto pasa desde que la ciencia quiere sustituir al sentimiento, pero esto, como yo digo, va para largo. Estuve un rato de cháchara con la chavala y luego pasó la Verdeja y yo me fui a conocer al chavea. El cipotín andaba en la cunita y tenía un número arriba. Había en la sala también más de diez críos, pero el mío era rubiales, me le habían lavado y peinado y estaba rechute de verdad. Se me hace a mí que el crío se parece a mi señor. Toda esta cosa de la frente y las cejas es tal y como verle a él. Allí, ante la cunita la guagua, se me iba el moquillo, ésta es la fetén, porque, lo que yo digo, un heredero es una cosa muy seria; es así como uno que sigue. Precisamente ahora me viene como por la mano, porque si un hijo no le empuja a uno, dejaría uno de ser hombre. Uno le ha hecho y uno ha de sacarle del atolladero; no hay que darlo vueltas, es ley de vida. Me fui a despedir de la chavala y que les pusiera a los viejos cuatro letras y avisara a los tíos, pero que ojo con la tía, y yo me reí y le dije que tonto sería irme a los higadillos teniendo solomillo en casa. La fetén es que la Anita, ahora, sin la barriga, va a llevarme de apunte, como diría el otro. En la puerta andaba el Efrén y le dije que pasase a ver al amo la casa y él, que ya era majo el crío, ya, pero que no tenía un pelo mío ni de mi señora, y yo, que a ver, que él es rubiales y nosotros morenos como la misma pez. Pero él no estaba a lo que estaba y al salir me dijo que hoy 73 y que Abel se había enfermado. Le pregunté quién era Abel y me salió que uno de los limpias y que la cosa está para las cagas. Ya le dije que ni la purga de Benito y que diera tiempo al tiempo.
Los tíos, como unas castañuelas. Él salió que por qué no avisé antes. Lo que yo le dije, que en este trance no está uno para nada. La tía, en su sitio. Me besó, ciertamente, pero como pudiera hacerlo una madre, que lo mismo que digo una cosa digo la otra. Quedé con ellos en encontrarnos en la clínica mañana a las diez.
4 agosto, miércoles
He dormido doce horas de un tirón. Ya podían caer rayos que yo ni enterarme. A las diez andaba en la clínica como un clavo. Le pregunté a la chavala por el amo la casa y me salió con que se ha puesto amarillito como un canario. ¡Vamos, que también gibaría que la criatura se enfermase ahora! Dice la chavala que eso sucede siempre. La pregunté si no pasaría gazuza y ella la gozaba, y dijo que lo dejase no más, que la guagüita aún no tiene edad de comer. ¡No te amuela! Lo que yo digo, para eso no hace falta edad; nacer y manducar es todo uno.
Luego llegaron los tíos y él, de que le dije que el chavea de cejas arriba era tal y como ver a su hermano, se puso hecho un gimotero y que, puestos a mirar, sacaba también a su papá por la forma de la calabaza. En cambio, yo, si digo mi verdad, no le saco hoy a nadie; sólo faltaría que la torda de la enfermera nos hubiera pegado el cambiazo. Vamos, que sería sonada.
El tío obsequió a la guagua una cadena con su medalla, todo ello en oro de ley y grabadito. Le pregunté qué quería decir la E., y él, que pucha, Egidio. Lo que yo le dije, que a cuento de qué Egidio. Él saltó con que si no era él el padrino, y yo que sí, pero que qué tenía que ver una cosa con la otra. Terció la tía con que no me gustaba el nombre, y ella, de acuerdo. Hombre, como gustar, gustar, pero ¡coño!, que no es un capricho, que es una cosa para toda la vida. El cipote del tío se quedó de un aire y luego salió con que si, por un casual, era feo el nombre de Egidio. Ya le dije que los nombres no son feos ni bonitos y que esa es una cuestión de gustos. Él se ajisó y empezó con que si era la primera vez que le decían que fuese feo el nombre de Egidio y yo, por no contrariarle, que no había tal que, puestos a ver, el nombre era lindo, pero que, por una razón o por otra, no se me pegaba al oído. Total, que a un paso anduvimos de cabrearnos, y lo que yo le dije, para remate, que él era el padrino, pero yo el padre y que el chiquito se llamaría Lorenzo y sanseacabó.
Les puse cuatro letras a los viejos diciéndoles que llegó el chilenito. También escribí a la Modes y a Melecio. Luego me pasé por donde Lautaro a dar la novedad. Mañana volveré por el Múnich.
5 agosto, jueves
Don Herman, de entrada, se me puso chulillo: conque qué formas eran estas de dejar mi obligación. Le dije, de buenos modos, que me bajó el apuro porque mi señora había sangrado, y el huevón, que todas sangraban. Le hubiera plantado que menos guasa, que la cosa era seria, pero, mirando ya por el chavea, le dije que disculpase, que me había atontolinado, que además es la fetén. Él, entonces, tan razonable. Al uso suelta una coz y deja la pata levantada para tirar otra, pero hoy no.
León me salió con que al tiro me lleve a la vieja a casa, pues una clínica aquí vale un riñón. Ya andaba yo en ello, pero de que dejé el ascensor me llegué al sanatorio y le dije a la chavala que espabilase, que mañana a ahuecar. El chavea, tan majo. Dice la Anita que ha salido con ganas de manducar y que agarra la teta con un ansia como si en diez años no hubiera comido caliente.
Me pasé por el salón. El Efrén me presentó al Joe, que es un gilí echaopalante. Él y Gallito y Gallito y él, venga con patroncito por acá y patroncito por allá que le ponen a uno la cabeza loca. Cuando se largaron le dije al Efrén que qué, y él que 79. No hay que engañarse, eso no es cifra. Por este camino, a la ruina. Y es que, bien mirado, esto no son formas. El Joe y el Gallito, el Gallito y el Joe andan llenos de mierda y, lo que yo digo, en estos asuntos la limpieza lo primero. Si tengo ganas de llevar a casa a la chavala y ordenar otra vez la vida es para ver de encarrilar el negocio.
6 agosto, viernes
Los tíos se presentaron en casa con una cunita para la guagua. A la legua se ve que el tío anda chalado por la criatura. Como a lo bobo, le dije que me iba a pasar por la clínica para liquidar y él, que ni a tarros, que ese asunto ya estaba saldado. Le dije que eso no y él, que si no era la guagua el hijo de la hija de su hermano. Le dije que a ver, pero que así y todo era demasiado y que sólo la mitad, tío. Él se puso a reír y salió con que si es que también quería meter la cuchara en su bolsa. Le aclaré que éste no era el caso y él porfió que él era el padrino y a él le tocaba quitar el poto a la jeringa, y que para cuándo el bautizo, pues. La chavala, que para el 17, que yo tendré la tarde libre y ella estará más valiente.
Lo del salón no cuaja. Desde mañana me hago cargo del negocio. Al huevón del Efrén no le llega la camisa al cuerpo.
7 agosto, sábado
Pasé la tarde en el salón. Setenta y dos parroquianos, que no está mal. Bueno, pues el Gallito, que eso era el sábado y que otros días no hay caso. ¡También es casualidad, hombre! El cipote de él pestañeaba más de la cuenta. Lo cierto es que hoy, entre mañana y tarde, hicimos 105 servicios, que a 15 pesitos, dejan 1.575. Ponle 336 de los ocho tacones que cambiamos y de tres pares de cordones y te salen 1.911. Ahora, si los gilís estos embolsan doce de los pequeños, resultan 1.200 diarios, más unos 650 de seguros y contribución, 1.850, hasta 1.911 te quedan 61 chiches. ¡Una mierda! Lo que yo digo al Efrén, si de esto hay que echar una parte a amortización, al garete. Lo mires por donde lo mires, así no podemos seguir. Para ir tirando necesitamos como mínimo 150 clientes diarios. Todo lo que sea bajar de esa cifra es ir de culo. El Efrén, que no se le ocurría nada, la verdad. Lo que yo le dije, que, por primera providencia, el Gallito ese, con toda su jeta de leso y todo su golpe de pestañas, era más vivato de lo que parecía y que habríamos de atarle corto si no queremos que nos empiece por un pie. Luego está lo del uniforme. Cierto que serán unos pitos; pero lo que yo me digo, ¿quién rayos va a entrar a lustrarse los zapatos donde unos gilís que llevan la culera rota? El Efrén, que lo que yo diga. Acordamos ponerlos unos monos grises, con unos letreritos en rojo, así, sobre la tetilla izquierda, que diga: «Lustre español». El Efrén se largó con mejor garbo. Lleva unos días que, aunque calle la boca, yo me sé que no le alcanza la sangre a los zancajos.
8 agosto, domingo
El chavea no ha abierto el ojo y ya nos lleva a todos en el pico. Desde que amanece ya andamos a ver qué gracia se le ocurre. Hoy le dio por pedorrear y para qué queríamos más fiesta. Luego anduvo mamando. ¡Vaya si es avaricioso el mozo! Le dije a la Verdeja que qué, y ella, que no creyó que la cabrita pudiera criarle con esos pechitos de picada de pulga. ¡No te amuela! Y lo que yo me digo, qué cosa será el ser madre que yo la veo ahora una teta a la chavala, y nada, y antes de la guagua, sólo de verla el empiece ya me ponía negro. Verdaderamente no hay cosa con cosa.
Los tíos vinieron a pasar la tarde con nosotros. La tía se emperró en echar un julepe conmigo en el comedor, pero la chavala tosió y le dije que nanay, que mejor era aguardar a que mi señora se levantase. ¡Bueno está lo bueno y tengamos la fiesta en paz!
9 agosto, lunes
Cuanto más le miro al chaval más se me despega. El cipotín de él no se le parece a nadie y cada día que pasa ando más escamado. ¡Vamos, que también gibaría que me hubieran pegado el cambiazo! No lo quiero ni pensar, pero la fetén es que el día que nació había allá otras diez criaturas y que bien fácil es ponerle a uno un número por otro. ¡Pucha madre! Si esto fuera cierto me iban a oír. Te pones a ver y todo esto es una pendejada, pero tengo una cosa así por el cuerpo que no me deja parar.
Pasé la mañana en el negocio. Abel volvió por allá. El mandria hace limpios a los otros dos. Eso sí, mucho unte en el pelo como si fuera lila, pero en los pies se le podrían sembrar papas, como yo digo. Dos veces hube de retar al Joe; el gilí se cae de flojo. Y encima, venga de reír y de hacerse leso, y que no da más. Con esta gente si no estás encima, vas listo. Cuatro gallos se me largaron por no esperar. Les voceé que avivaran, pero saltó el Joe con que él no esquiva el poto, pero a dos manos tampoco sabe lustrar. Los gilís estos se los pisan, vamos. ¡Hay que ver la calma que se gastan! Sesenta y tres pasaron por la mañana y veintiocho por la tarde según el parte del Efrén. ¡Nada, en cuanto que se les deja solos!
La chavala se va entonando. Esta noche estaba de buen garbo y anduvimos cascando hasta las tantas. Yo tardé en dormirme dándole vueltas al asunto del crío. ¡Seré vaina!
10 agosto, martes
Con los buzos parecen otra cosa, pero ¡anda y que tampoco les costó arrancar ni nada! Los vainas se tumbaban a reír sólo de verse. ¡Serán panolis! Así se tiraron media mañana. Al Efrén le dije que había que ponerles unas alpargatas y él se echó a reír y dijo que de eso acá no hay y que hasta aquí llegamos, no más. A otra cosa, mariposa, porque seis mil pitos en zapatos no me gasto.
11 agosto, miércoles
Pasé la noche desazonado. Al levantarme, parece como que me pidiera el cuerpo. Prácticamente lleva uno más de cuatro semanas sin catarlo. Me llegué a la clínica y le pregunté al doctor que hasta cuándo y el berzas, que deje pasar otra semana. Le dije si no habría cuidado entonces, y el vaina, que lo único otra guagua. Ya le dije que dejase estar y que no gibara la parte.
No debió verme muy pispo porque me preguntó que si alguna otra cosa, y entonces ya le dije que andaba con el recelo de que me hubieran cambiado la guagua, y él se tumbaba a reír y que también eran ideas, y yo, mosca, que cosas más difíciles se han visto y que, bien mirado, en mi familia no se ve un rubio desde el siglo dos, y que por lo que respecta a mi señora sus papás eran renegridos como cucarachas y que ve ahí. El huevón salió con que alguna madre tuvo que ser la primera, ¿no?, y que de ella salieron luego blancos, negros y amarillos. Eso también es cierto. Le dije que muy gentil y me largué más tranquilo. Parece como que me hubieran quitado un peso de las espaldas.
A la tarde ha caído un aguanieve muy maja. La cordillera está imposible; se cae el poto sólo de verla. ¡Anda y que tampoco tiene majestad la tía! Hoy hicimos 99 clientes. Esto no cuaja. Vaya usted a saber qué tecla falla.
13 agosto, viernes
Este mediodía dio el ombliguito el crío. La chavala se levantó para festejarlo, pero a la hora se le puso el cuerpo cortado y se volvió a encamar. Dice don Juanito que vitaminas. Lo que yo le dije, jarabe de cepa y píldoras de chon es lo que mi señora necesita. Sólo faltaba meternos en botica ahora. ¡No te giba!
En el hotel se han puesto de obras en el comedor. ¡Anda que tampoco hay mierda en las escaleras ni nada! Bien cierto es que a mí no me va a tocar fregarlas, pero uno es curioso por cuna y le cabrea moverse entre porquería. No hay más.
El salón, como las tristes. Te pones a ver y ni para cubrir gastos. Habrá que tomar una determinación.
15 agosto, domingo
Ahora que la chavala anda loca con la guagua veré de aprovechar para salir al campo. A uno se le agarrotan los dedos de estar mano sobre mano. Y lo que yo me digo, otro domingo como hoy y al camposanto. En todo el día de Dios he salido de casa si no para oír misa. Esto no es plan, la verdad. Bien está el chavea para un rato, pero te pones a ver y de momento no es más que un leño. Ni habla, ni conoce, ni nada de nada. La chavala porfía que sí, que hace dos noches, después de la mamada, reía a los ángeles, pero eso son las ganas que ella tiene. Un chavea de este tiempo, ya se sabe: comer, dormir y ensuciar pañales. Dicen que ahora nacen más espabilados; no digo que no, pero por ahí se andarán. Luego la chavala con la flojera, quita eso, trae lo otro, arrima lo de más allá. ¡Pucha la madre! Y no es que yo sea un zascandil, que te pones a ver y soy más bien casero, pero uno echa en falta el campo, que uno, después de todo, en él se ha criado.
A la tarde vinieron los tíos, y ya se sabe. El vejete con los consejos; la zorra de la otra con las miraditas y las chorradas. Y a la noche, por si fuera poco, cara a la pared y a dormir se ha dicho. ¡Vamos, que uno no es de cartón piedra! Esto no es vida, me parece a mí. Uno anda todo el dichoso día currelando y para desengrasar, esto. Si el domingo no salgo al campo, reviento. Y si la chavala se aburre, que se compre un mono.
16 agosto, lunes
Avisé al Oswaldo y a Lautaro para el bautizo. Al Efrén hace días que se lo tengo dicho. Estuve dudando de si decirle o no algo a don Helio y finalmente le fui a ver. El mundo da muchas vueltas. Bien mirado tengo yo más reprise que un coche americano. León, que no puede dejar el ascensor y don Herman, que le representarán los cabros. ¡No te amuela! Ya ve usted que van a pintar allí cuatro meones.
La chavala se levantó más entonadilla. Anduvimos de broma con don Juanito. El cipote se lio a contar chistes y nos meábamos de risa con él. Contó el del friolero, dos de loros y el de la puñalada, que son algo de libro, vamos. Para desengrasar empezó otra vez con el ají y menos mal que la señora Verdeja tiene correa para rato.
A la noche volvió el meneo. Ya hacía tiempo. Fue un temblorcito de nada, pero lo suficiente para que uno ande al quite. Por primera providencia, yo me agarré la guagua y me metí bajo el marco la puerta. La chavala, que a ella que la parta un rayo, ¿no?, y lo que yo la dije, que dos patas tiene como yo para ponerse a cubierto.
17 agosto, martes
El bautizo a todo trapo. El tío, cuando quiere, sabe hacer las cosas. Primero se armó un boche por el cura, que no llegaba, pero finalmente se presentó. Luego fuimos toda la gallada donde los tíos. El Efrén andaba como acobardado, por aquello de ser la casa del patrón, pero, en cambio, el Oswaldo agarró de entrada una castaña que no había cristiano que le aguantase. Estuvieron también los Carballeira y él me contó otra vez su venida a Chile y me enseñó las manos vacías antes de decir que llegó con lo puesto, y ya me metí dos copas, le pregunté si tenía un fundo y, con toda la cara, que soltase un permiso. El huevón me puso jeta, pero no tuvo otro remedio que hincarla como es de ley. A media fiesta se me arrimó la tía y empezó con que estaba dije no más, tan curadito, y, sin más, puso la gramola y nos metimos con una samba que ni bordada. Ella emperrada en llevarme a los rincones y venga con que si la pieza era muy angosta y que dejáramos el centro a los invitados, pero yo me hice el leso y para el centro. La chavala no hacía más que toserme desde el sofá y yo, a pesar de los tragos, no me olvidaba que mañana se acabó la dieta. Después me metí con la Carballeira, que no sé por qué se me antoja que hace migas, y más que migas, con la tía, y la pingo de ella que por dejarse llevar en mis brazos daría plata. ¡Vaya dos! Don Helio andaba más despistado que un chivo en un garaje y ya me acerqué a él y el cipote, que qué tal el negocio. De primeras le solté que no me mentara la bicha, y él, que el ojo del amo engorda el caballo, y que más me valdría dejar lo del Múnich. Ya le advertí que cerrara la boca, que los tres cabros que andaban por allí eran los chavales de don Herman. La cosa se fue calentando y a las doce, no sé quién dijo que seguir la farra, pero la chavala se plantó y que a la una tenía que dar el mostrador al nene y se acabó la fiesta. En casa bien creí que iba a regañarme, pero nanay. Verdaderamente a la chavalilla le ha quedado una percha que no respondo.
18 agosto, miércoles
Estuve en el bar de enfrente del negocio y conté hasta catorce clientes en hora y media. El Gallito liquidó treinta y seis de tarde. ¡Vaya usted a saber! A la semana que viene me planto aquí como un clavo a las tres de la tarde y no me muevo hasta las ocho la noche. No veo mejor manera de comprobar si el gilí este me la está pegando.
A la noche me puse a trastear a lo bobo con la chavalilla y ella, que quita, loco, y que no enredase y, al fin, la gloria bendita. ¡Que venga luego el torda del Oswaldo con que la ilusión del matrimonio dura más de tres meses, pero menos de seis! Será una guasa, digo yo. Te pones a ver y eso, como todo, va en temperamentos. Les hay que se acuestan con un pendón y, ve ahí, saciados para quince días. Yo, conciencia aparte, no puedo con eso, la verdad. No niego que soy muy asqueroso para la cama, pero otros lo son para otras cosas, que, a fin de cuentas, hijos de muchas madres somos.
20 agosto, viernes
Concluyeron las obras en el hotel. El comedor ha quedado curioso y a bien poca costa. Estos alemanes son aprovechados y serios como pocos. El alemán, allá donde va, pone el mingo, como yo digo. Y es que tienen otro concepto de la vida, como debe ser. Nada de empezar una cosa y luego darle largas, no, señor; lo que se empieza se acaba y mientras tanto nada de descabezar una siesta. Las cosas hay que hacerlas así y, si no, mejor es no hacerlas. Don Herman bailaba en una pata y me preguntó que qué me parecía y le dije, lealmente, que al pelo, y que lo más lindo las cornucopias, y él, que no había tal, que eran dos muchachas muy honradas que recién vienen llegando de Valparaíso. El torda este entiende por la bragueta como los gigantones.
El negocio me trae loco. Cierto que aún no he echado toda la carne en el asador, pero por mucho que me empaten los limpias, esto no cuaja. Todos los días, alrededor de los cien clientes, más bien por lo bajo. Lo que yo le digo al Efrén, todo lo que no sea llegar a los 150 diarios es hacer oposiciones a la culada.
21 agosto, sábado
Le dije a la chavala que mañana saldré al campo, y ella, que bien, que me divierta y gaste poco. Verdaderamente desde hace tres semanas no tiene ojos más que para la guagua. Así es la vida. Y no es aquello de que a mí el chavea no me haga tilín, que te pones a ver y me lleva en el pico tanto como a ella o más, pero distingo. Porque lo que yo le digo, el cariño entre hombre y mujer tiene otro qué, pero hay que hacer compatible una cosa con la otra. Bueno, pues, la gilí nada como el darle la teta al crío. También son caprichos.
Hubo carta de los viejos, tan conformes con que hayamos hecho las paces con el tío. Digo yo si no procederá devolverle al viejo las quinientas, por más que tampoco va a pasar nada si yo me hago el roncero.
22 agosto, domingo
El fundo de don Carballeira queda a poco trecho, en la misma falda de los Andes. Tiene árboles de más para ser un buen cazadero, pero, a cambio, es un espectáculo. A mí esto de los sauces me gusta por vivir, pero sólo de verlos tan mustios me entra la flojera. La cordillera andaba blanca de nieve y de vez en cuando soplaba un viruji que se metía en los huesos. Todo el santo día anduvieron los cóndores planeando en lo alto. Los huevones vuelan en París y hay que hacer números para caer uno. Los jotes ya es otra cosa, pero matar un jote, como yo digo, no tiene más ciencia que bajar allá un grajo o un aguilucho. A la mañana hice dos perdices y dos tórtolas; las perdices, de los pies. No hay quien me saque a mí de la cabeza que estos bichos son medio maricas. La tarde, en cambio, a verlas venir. Había un resolillo muy majo y me senté a la abrigada y me entretuve comparando este panorama con el de allá. Verdaderamente no hay cosa con cosa, pero me dan a elegir y me buscan una empatadera. De que se metió el sol me puse murrio. Melecio no se me quitaba del pensamiento. Y también la Doly, y mi hermana, y todo, para que nos vamos a engañar.
Encontré a la chavala chupada. El cabrito no hizo de vientre en todo el día. Antes de acostarnos la Verdeja le puso una calita con un fósforo untado en aceite. Al minuto soltó el mozo una pedorreta. Aguardamos un rato y, al cuarto de hora, ya había hecho el cipotín toda la necesidad.
23 agosto lunes
Un mes hoy de lo de Dativo. Se dice pronto. ¡Hay que ver cómo pasa el tiempo! Ni un minuto he tenido para recordarle. Así. ¡Pobre muchacho! Pero el caso es que si quieres salir de pobre en estas tierras hay que darle de lado al sentimiento. Si andas con la compasión por delante vas listo. Cuanto más vive uno, más cuenta se da de que nada vale la pena de correr por ello. Y sin embargo corres, que éste es el chiste. Luego, un día revientas y te entierran con pellejo y todo.
Tuve el turno de madrugada. Después de comer me metí en el bar con papel y lápiz. Gallo que entraba en el saloncito, gallo que apuntaba. Al largarse, le ponía una cruz. Bueno, pues 68. Crucé y le pedí cuentas al Gallito. El cipote, que 51. Me puse de mala cueva y le pregunté si tenía yo cara de chuparme el dedo y el cachondo de él, venga de hacerse leso y yo, que 68 y que les había anotado uno a uno sin moverme del bar de enfrente, y él venga de parpadear y que dejémoslo no más, patroncito, que una cosa es entrar y otra lustrar y que unos entraron y se largaron por no aguardar, pero que el patroncito no debía ser desconfiado. No le pegué un sopapo no sé por qué, pero sí le dije que entraron chorreaditos y que yo mismo les había visto con estos ojos que se ha de comer la tierra. El gallo, que nones, patroncito, y que ya eran ganas de retar. Me revolvió la mierda y le dije que desde mañana, mientras yo no esté, Joe es aquí el encargado. El huevón, que a mandar, y al Joe un ojo se le iba y otro se le venía. Si esto sigue así, veré de dejar lo del Múnich. Oficio nuevo, dinero cuesta, ya se sabe.
24 agosto, martes
Pasé cinco horas en el negocio y 69 clientes. En cambio, por la mañana, sin nadie al quite, 33. Lo que yo digo, el hacerse una parroquia es cuestión de aguante. Nada más. De regreso a casa me topé con don Helio. Me salió con la de siempre. Ya le dije que cuando uno controla, bien, pero de que uno se larga te toman por el pito un sereno. Él porfió que deje el Múnich o ponga aquí a mi señora. Tampoco es mala solución. Bien mirado, esto, como quien dice, no es trabajar. Si la coloco un mamparo al fondo, inclusive puede trasladar la guagua y hacer su vida aquí. La chavala, de que se lo menté me saltó con que de peinar qué, y ya le dije que ahora no se trata cíe hacer sport, sino de amasar un puñado de plata a poca costa. Además, lo que yo digo, la mañana o la tarde estaré yo, todo depende del turno. A la legua se ve que la chavala no ha aceptado de grado.
26 agosto, jueves
Ayer hicimos 113 parroquianos; hoy, 116. ¡Lo que es tener allá alguien a la mira! El carpintero ha quedado en despachar lo del mamparo para el primero de septiembre. Para entonces la chavala se puede traer al crío y se ahorra un paseo cada tres horas. De todos modos, los huevones estos son más flojos que la chaqueta un peón. El Joe, desde lo de encargado raja por cuatro. El panoli tiene su punto de vista y no hay quien le apee. Y lo cierto es que no le falta razón. El tío porfía que coño que llega acá, coño que viene con ansia de hacer plata y que eso es como cuando a uno le pica, que siempre se quiere más. Ya le digo que menos cascar y más currelar, pero como si dijera misa.
Al chavea le dio esta noche por mamarse el fole. El cipotín lo hace con unas ganas como si en su vida hubiera comido caliente.
28 agosto, sábado
Pasé por donde Lautaro. Ya ha llovido desde la última vez. Lo cierto es que fuera del Efrén no cayó nadie por allí. Es lo que pasa con estas cosas. Como no sea una amistad de años, en cuanto uno, por pitos o por flautas, lo deja un par de semanas, se gibó la reunión. Visto lo visto nos largamos al negocio. Le expliqué al Efrén lo del mamparo, y que de acuerdo.
Hoy fue un buen día: 137 parroquianos, que no está mal. El Efrén me salió con que en conjunto qué. Yo le dije mi verdad, que en esto de los negocios nunca se sabe lo que es momio y lo que no, pero que en la cuenta había cuartos y a fin de mes agarraríamos 5000 pesitos cada y, luego, la que sea sonará. El torda, dale con que era buena señal y ya le dije que ni a tarros, que eso es mi santo capricho y que lo único cierto es que mientras no lleguemos a los 150 diarios vamos de culo.
Casualmente hoy recibí carta de Crescencio. Ya se resolvió lo de la ayuda familiar para los funcionarios. En cuanto que yo me largué; es la fija. También soy oportuno, coño. Y la cosa no es de despreciar: 300 calas por la chavala y 200 por chavea. Peor es mascar lauchas, como diría el otro. El chalado dale con que le mande sellos. También el mandria este cuando coge una perra no sabe dejarla.
29 agosto, domingo
Estuvimos con la guagüita donde los tíos. Al huevón de él le sacaremos los pitos, que eso no lo niego, pero nuestros sudores nos cuesta. Hoy la tomó con el salón y a aguantar se ha dicho. Dice que ha pasado dos veces por allá y que dicho sea con verdad, no está bien ubicado y resulta demasiado angosto. Le dije que la cosa no cuaja y él, que cómo va a cuajar, que en estos negocios pequeños lo que procede es largar la gallada y hacérselo uno todo. Le pregunté si quería decir que yo debía ponerme a lustrar personalmente y él, que eso, no más. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Uno no será un señorito de cuna, pero tiene su orgullo. Él salió con lo de las paltas y que era una faena dura, pues, y lo que yo le dije, que no es por no pegarme una chaqueta, que eso, si hay que hacerlo es lo de menos, pero que hay trabajos y trabajos. Él porfió que cuando se determina uno a hacer la América no debe parar mientes en si allá era esto o lo de más allá y que lo mismo hay que hacer a un roto que a un descosido. Le planté que bien, para que callase la boca.
La tía andaba hoy recaliente. Bien creí que se le había pasado, pero de que salí un momento a orinar, me la tropecé, de regreso, en el pasillo, que estaba a media luz, y me salió con que era un ingrato y que qué pronto la había olvidado. La tipa agarró vuelo y no la larga, como yo digo. La hice ver que bien estaban las cosas para que ahora las fuésemos a enredar, y ella que muchos cabros ha conocido, pero ninguno como yo. Ya le dije que eso va en temperamentos, y entonces la tipa de ella salió con que si su cuerpo no me decía nada. Cargado, callé la boca, la aparté y me fui a la pieza. La chavala no me quitaba ojo. De que salimos me dijo que dónde fue la tía cuando yo me levanté. Ya le dije que la sentí trajinar en la cocina y que no sabía. La fetén, es que una vida aguantando las ansias de este pendón es una pejiguera. Para ella no reza que uno esté casado e, inclusive, que, grande o pequeña, tenga una familia.