Knutas se despertó temprano. El dolor del hombro casi había desaparecido por completo. Estaba solo en la cama, Line se encontraba de nuevo de viaje. Últimamente no había hecho otra cosa que tomarse días libres y alargar el período de vacaciones. Tampoco estaban en casa los chicos. Se iba acostumbrando a la soledad.

Los pensamientos se dirigieron hacia el cambio de su esposa. Quizá tuviera que ver con la menopausia, pensó Knutas, pero se avergonzó enseguida. ¿Por qué los hombres siempre tenían que echarle la culpa a las hormonas tan pronto como una mujer quería cambiar, empezaba a poner condiciones o deseaba más tiempo para sí misma? Él no quería caer en esa trampa. Quizá solo debiera dejarla en paz.

Se le apareció el rostro de Andrea Dahlberg. La primera impresión de ella fue que era una persona muy controlada. A pesar de que acababan de asesinar a su marido de la forma más horrible, se mostró serena durante el primer interrogatorio que mantuvo con ella en comisaría. No vertió ni una lágrima.

Parecía preocupada por mantener una fachada. Las veces que la había visto tenía una buena apariencia: guapa, pulcramente vestida; el pelo suelto, aunque bien peinado. Tenía su hogar en perfecto orden, y la tienda que poseía en Adelsgatan también había sido pensada hasta en el menor detalle. Andrea no parecía ser una persona que dejara nada al azar.

Ahora había mandado a sus hijos con sus abuelos, pero ella no les había acompañado a navegar. Había cambiado de idea en el último momento. Pensó en cómo era eso posible. Alguien se puso en contacto con ella: ¿quién? ¿Cómo era capaz de dejar a sus hijos, cuando acababan de perder a su padre? Y lo más extraño era que resultaba imposible localizarla, a pesar de que tanto su marido como su mejor amiga habían sido asesinados y sabía que la Policía quizá necesitara hablar con ella.

En un corto período de tiempo había perdido a las dos personas que más significaban en su vida, aparte de sus hijos. ¿Cómo la había afectado? Los pensamientos lo llevaron a lo ocurrido en su infancia. Tuvo que ser un trauma, primero el suicidio de su hermana y luego descubrir la causa: los abusos sexuales del padre. Una traición terrible, entonces. Y ahora...

De pronto, Knutas se incorporó en la cama.

Andrea Dahlberg había apagado su teléfono, dejando a los niños en un lugar seguro. Lo había perdido todo. Una idea surgió en su mente. ¿Podría ser cierto? En tal caso, ¿cómo, dónde? En realidad, solo había un sitio que resultara razonable.

Ahora Knutas sabía exactamente lo que tenía que hacer. Se levantó impaciente y comprobó los horarios en Internet.