Knutas había intentado ponerse en contacto con Karin durante toda la tarde sin conseguirlo. Ella llamó justo cuando se estaba preparando una tortilla paisana para su solitaria cena.

—Por fin llamas —respondió, y apartó la sartén de la placa. Lanzó la tortilla a un plato mientras apretaba la mejilla contra el auricular para poder escuchar.

—Lo siento, pero hemos tenido un día de locos. Han aparecido nuevas pistas.

—Vaya —dijo Knutas interesado—. ¿Qué ha pasado?

—Al parecer, este grupo de gente tan fina se dedicaba a follar a diestro y siniestro. Entre ellos.

Karin le contó lo que sabían de Sten y Monica, la pareja desconocida.

—¡Qué me cuentas! —exclamó Knutas—. Y nadie soltó prenda.

—Es comprensible —dijo Karin—. No es algo de lo que uno desee alardear.

—El tal Sten parece raro. ¿Lo habéis localizado?

—Estamos en ello. ¿Me llamabas por algo en particular?

—Sí, en realidad sí. Ahora no te enfades, pero estaba tan aburrido aquí en casa que me he dedicado a hacer un poco de trabajo de investigación. ¿Conoces el trágico pasado de Andrea Dahlberg?

—No. ¿A qué te refieres?

—¿Sabías que su padre fue juzgado por abusar sexualmente de su hermana mayor cuando Andrea tenía trece años?

Knutas hizo una pausa dramática. Oyó que Karin tomaba aliento.

—No. ¿Cómo lo sabes?

—He investigado a todas las personas del grupo y su pasado, mucho más atrás en el tiempo de lo que hicimos antes. Lo he revisado todo, desde que nacieron. La que más secretos tiene es Andrea.

—Cuéntame.

—Cuando ella tenía trece años, su hermana se suicidó. Fue Andrea quien la encontró en casa, en la cama, inerte y atiborrada de pastillas. No pudieron salvarla. Poco tiempo después de la muerte de la hermana se descubrió que el padre había abusado de ella durante varios años. Fue condenado a cinco años de cárcel. La madre de Andrea se divorció y se mudaron a Estocolmo. Por lo que sé, no ha vuelto a ponerse en contacto con su padre desde entonces.

—Qué historia más trágica. Pero ¿qué tiene eso que ver con los asesinatos?

—Quizá nada. Sin embargo, pienso que no está mal saberlo. Hemos interrogado a los involucrados minuciosamente y Andrea no ha comentado nada de todo esto.

—Quizá le resulte desagradable hablar de ello.

—Sí, seguro, aunque creo que ha llegado el momento de volver a interrogarla.

—Por supuesto. Solo hay un problema. Andrea Dahlberg ha desaparecido.