Karin se sentía irritada después de que la rueda de prensa acabara de una forma tan decepcionante. Odiaba que le pasara eso. Que la pillaran desprevenida. Cómo se había enterado Johan Berg de que habían encontrado el cadáver de Valter Olsson en Letonia era todo un misterio. Norrby, pensó. ¿Se ha vuelto a ir de la lengua? El portavoz de prensa ya había mostrado una cierta propensión a hablar más de la cuenta. Pero no podía haber sido tan tonto. Y ella tampoco sabía nada de los Amigos de Bergman. Le pidió de inmediato a Wittberg que le echara un vistazo a la asociación de la que Stina se había hecho miembro recientemente. Se trataba de un portal de encuentros.
Se recostó en la silla y cruzó las manos. Cerró los ojos. Dejó que las imágenes de la investigación fluyeran a su antojo. El cuerpo lacerado de Sam Dahlberg en Stora Karlsö, picoteado por las aves marinas. La organizada urbanización de Terra Nova y sus familias, los amigos que permanecían unidos a las duras y a las maduras. ¿Qué ocultaban? Valter Olsson, que salió a pescar y luego apareció dentro de su barca en Letonia.
La Semana de Bergman repleta de gente y pases de películas. Stina Ek, que desaparece con su bicicleta y cuyo cuerpo se halla en la parcela del vecino de Ingmar Bergman. Al poco tiempo, se encontró la bicicleta en el bosque que había al otro lado de la verja. ¿Qué le sucedió de camino a ese lugar? ¿Con quién se encontró?
El ameno viaje de los amigos, que marcaría el comienzo de las vacaciones, había acabado en tragedia. Sus pensamientos se dirigieron a ellos. Durante todos los interrogatorios a los que había asistido sintió una inquietante sensación de que ocultaban algo. Una difusa sensación de culpa.
Durante el día mantuvieron nuevos interrogatorios con todos ellos, pero ninguno proporcionó nada nuevo. Apenas pudieron hacerle unas pocas preguntas a Håkan Ek en el hospital al que acudió tras saber que su esposa había sido asesinada. Casi no podía articular palabra. El pobre hombre estaba destrozado.
Pero había algo que no encajaba en ese grupo.
Evocó la imagen de las personas que habían participado en el viaje. La mayoría rondaba los cuarenta. Håkan Ek era el único significativamente mayor. Andrea, la esposa de Sam Dahlberg, resultaba distante, aunque tal vez fuera una manera de soportar lo ocurrido. En apariencia, era el tipo perfecto de mujer: cabello largo y bonito, maquillada de una forma natural que apenas se notaba, en buena forma física, con unos pechos altos y duros que hacían pensar en la cirugía estética. Transmitía la sensación de ser una esposa amantísima y madre abnegada, pero ¿qué sabían en realidad? Quizá solo interpretaba un papel.
Y en cuanto a Håkan Ek, lo mejor era empezar por las personas más cercanas, pues era entre ellas donde solía encontrarse al asesino.
Había sentido simpatía por él desde el primer interrogatorio. Era mayor que su esposa, cincuenta y tres años frente a los treinta y siete de Stina. Dieciséis años de diferencia. ¿Cómo influye eso en el matrimonio? Hojeó la carpeta de Håkan Ek.
La fotografía mostraba a un hombre en sus mejores años: en buena forma física, lozano y bronceado, sonreía a la cámara. Ligeras arrugas, dientes blancos, se podía sospechar que se teñía el pelo. Algo coqueto, vaya. En la foto irradiaba una confianza en sí mismo que ella no había visto. Parecía sacado de un anuncio de la marca de ropa Dressman, pensó. Håkan Ek había estado casado antes en dos ocasiones y tenía hijos con ambas mujeres, además de los dos con Stina. La hija mayor, Klara, tenía veinticinco años y vivía en Östermalm, en el centro de Estocolmo. La imagen de su propia hija le cruzó por la mente y sintió un pinchazo en el pecho. Tenían la misma edad. Su primera mujer, Ingrid, se había vuelto a casar y vivía en Djursholm. Håkan Ek se separó de ella en 1985, entonces la hija solo contaba dos años. Tres años después se casó de nuevo con su segunda mujer, y su hijo Robin nació en 1989. Un nuevo divorcio en 1990 para luego casarse, ese mismo año, con Stina. Karin arqueó las cejas. Qué rápido era. El hijo apenas debía de contar unos meses de vida cuando los padres se separaron. Impresionante, pensó Karin, y estudió al hombre bronceado y sonriente de la fotografía.