Después de la reunión, Knutas se encerró en su despacho. El ambiente era opresivo, irrespirable y sofocante. Abrió una ventana. Para variar, tenía ganas de fumar. Por lo general solía jugar con la pipa, rara vez la encendía. Pero en ese momento se sentía irritado.
Line le había llamado por teléfono para comunicarle que pasaría un par de días en Estocolmo ahora que los niños se habían ido al festival de música de Roskilde. Tenía días libres y no le apetecía quedarse en casa esperando a que él regresara del trabajo.
Dejó de pensar en Line y dio una profunda calada. Vio el cuerpo destrozado de Sam Dahlberg frente a él. No avanzaban en el caso. Todos los interrogatorios, en general, habían sido infructuosos; registraron de arriba abajo la casa de Sam y Andrea Dahlberg de Norra Glasmästargatan, en Terra Nova, pero no habían encontrado nada interesante. De puertas afuera todo era perfecto: el matrimonio, el viaje sorpresa a Florencia, la bonita casa. Pero, al mismo tiempo, Andrea era la última que había visto a su marido con vida. No había nada que indicara que no hubiera podido ir con él al acantilado y empujarlo. Tenían que llegar al fondo con ella, pensó Knutas. Con todo el grupo de Terra Nova.
Los refuerzos de la Brigada Central eran necesarios, aun cuando no podía evitar irritarse con Kihlgård. Se comportaba como si fuera el comisario jefe.
La centralita interrumpió sus pensamientos.
—Hemos recibido una llamada mientras se encontraba reunido y no quise molestar.
—Bien. ¿De qué se trata?
—Llamó una mujer de Fårö, una tal Märta Gardell. Quería denunciar la desaparición de una persona.
—¿Ah, sí?
—Se trata de Valter Olsson, su hermano. Lleva desaparecido, por lo menos, un par de días, quizá una semana.
—¿Dónde vive?
—Vive solo, en una casa de Hammars. Era el vecino más próximo de Ingmar Bergman.