Hacía varios días que habían encontrado el cuerpo de Sam Dahlberg en Stora Karlsö y la Policía aún no le seguía la pista a ningún sospechoso. La cabaña en la que se habían hospedado los Dahlberg había sido minuciosamente registrada por la Científica. Habían vuelto a interrogar a toda la pandilla de Terra Nova y ahora investigaban su pasado. Hasta el momento no había aparecido nada notable, cada uno de ellos tenía su propia historia, aunque los diferentes ambientes donde se movían no proporcionaban indicios directos para resolver el caso.

Håkan Ek era el más inestable, pero eso no era extraño. Estaba preocupado por su mujer, que aún no había aparecido. Knutas y Karin le habían acribillado a preguntas en varias ocasiones, sin sacar nada en claro. Repetía una y otra vez, como un mantra, lo que dijo en un principio. Al final se dieron por vencidos y lo dejaron marchar. Resultó que antes había estado casado dos veces y que tenía un hijo con cada mujer. Knutas no comprendía a ese hombre. Era esquivo y tenía una mentalidad extraña.

Interrogar al centenar de turistas que se encontraban en la isla en el momento del asesinato fue un trabajo arduo. Consiguieron que la Brigada Central enviara a un par de personas, pero Kihlgård aún no había tenido tiempo de ir. Ninguno de los interrogados aportó algo de interés. Nadie había observado nada sospechoso. El caso se complicaba con la desaparición de Stina Ek. Habían registrado las viviendas de ambas parejas en Terra Nova, habían hablado con vecinos, amigos, familiares y compañeros de trabajo. Nadie podía proporcionar una pista.

El jueves por la mañana Knutas, Karin y Thomas Wittberg se encontraban desanimados en el despacho del primero, intentando encontrar nuevos enfoques.

—Deberíamos concentrarnos durante un momento en el asesinato de Sam y pensar en la manera de actuar del autor —propuso Karin—. El hecho de que lo empujaran por el acantilado de Stora Karlsö. ¿Qué sugiere? ¿Qué nos dice del asesino?

—En primer lugar, uno se puede imaginar que se conocían o, por lo menos, que hablaron antes de que ocurriera —declaró Knutas.

—Y que lo más probable es que no fuera algo planeado —apuntó Wittberg—. Si uno planea matar a alguien, ¿hubiera elegido un sitio así? En primer lugar, alguien podría verte al ir o mientras estás allí. También fue mala suerte que nadie lo hiciera, a pesar de que la isla estaba llena de turistas.

—No hables de mala suerte —lo interrumpió Karin—. ¿No resulta una manera inusualmente sencilla de matar a alguien? No se necesitan armas, no se dejan huellas. Y en un lugar tan inaccesible el riesgo de que te vean es mínimo.

—¿Cuál es entonces la probabilidad de que lo cometiese alguien a quien no conocía? —preguntó Knutas—. ¿Tendría una pelea con un desconocido de tendencias asesinas que se enfadó tanto que lo arrojó por el precipicio?

—Quedemos en que fue alguien que lo conocía —dijo Karin—. ¿Podría una mujer haber cometido el asesinato?

—Sí, no me cabe la menor duda —respondió Wittberg—. Posiblemente él no se lo esperaba. Quizá estaba de espaldas.

—¿Andrea, la esposa? ¿Hasta la diminuta Stina Ek podría haberlo hecho? ¿Alguien más del grupo?

—Håkan no tiene coartada, ya que dormía solo —apuntó Knutas—. También lo hizo, eventualmente, Andrea. Y Stina ni siquiera se encontraba allí.

—O está oculta por alguna razón, o ha sido víctima de un crimen y su cuerpo yace en algún lugar —especuló Wittberg.

—De acuerdo, puede haber sido cualquiera. Pero vayamos con el motivo. ¿Quién tendría una razón para matar a Sam Dahlberg?

Se hizo el silencio en la habitación. Al fin Karin abrió la boca.

—Quizá estemos siguiendo la pista equivocada. Nos empeñamos en que debería ser alguien del grupo de amigos. ¿Y si el lugar está relacionado con el motivo, el hecho de que se encontraran precisamente en Stora Karlsö? ¿Estuvo Sam antes allí? ¿Tenía algo que ver con alguno de los empleados, o él mismo trabajó allí hace tiempo? ¿Lo hemos comprobado?

Knutas negó con la cabeza.

—No, que yo sepa. ¿Puedes encargarte tú de eso?

—Por supuesto —dijo Karin—. Pero es solo una idea. Lo extraño es la desaparición de Stina. ¿Qué sabemos de ella en realidad?

—No mucho. Que fue adoptada en Vietnam. Que es apreciada en general por todos y amiga íntima de Andrea y Sam. Sus padres no nos han podido contar mucho, los compañeros de trabajo tampoco. Siempre ha sido formal y seria, tanto en casa como en el trabajo, por lo que parece no ha llamado mucho la atención. Todo el mundo la describe como una persona simpática y agradable, aunque algo escurridiza. Poco transparente.

—Yo insisto en que encontraremos la solución en el grupo de amigos —afirmó Wittberg—. Una cosa que me ha llamado la atención durante toda la investigación es la relación enfermiza que mantienen los amigos de Terra Nova. Viven a pocos metros de distancia, los hijos van a las mismas clases, entrenan juntos, celebran todas las fiestas en compañía del grupo, reparan y arreglan sus casas y sus coches juntos. Festejan el horneo de bollos de Navidad, las fiestas de Midsommar; en agosto, la fiesta del cangrejo, y más tarde el Año Nuevo. Varios de ellos tienen casa de campo en la misma urbanización de Sudret. ¿Comprendéis? ¡Ni siquiera dejan de verse durante las vacaciones! Los que esquían van todos los años a la montaña, las mujeres viajan juntas y a veces se encargan de hacer la compra de los demás. ¿Os lo podéis imaginar? Cada semana hacen listas, se turnan para conducir hasta Ica Maxi a hacer la compra semanal. ¡Joder, parece una secta! ¡No me extrañaría nada que también se acostaran entre ellos!

—No hay nada de malo en ayudarse y apoyarse —objetó Karin—. Es normal, sobre todo si se tienen hijos de la misma edad.

—Pero ¿hacer la compra y pasar las vacaciones juntos? ¿No estás de acuerdo en que es un poco exagerado? A mí me recuerda a Knutby[2]. No me extrañaría que encontrásemos al asesino entre ellos. Alguien quería hacer desaparecer a Sam para tener el camino libre.

—Libre ¿para qué?

—Qué sé yo. Quizá alguien esté liado con la tal Andrea.

—Si tenemos en cuenta tu teoría, eso quiere decir que Andrea, su mujer, se lo monta con alguien y que han llegado tan lejos como para que el amante y ella quieran deshacerse de Sam. En ese caso, ¿por qué no divorciarse?

Se hizo un corto silencio. Luego llamaron a la puerta. Erik Sohlman asomó la cabeza.

—Han encontrado un saco de dormir y otras cosas ocultas en un claro de un bosque de Stora Karlsö. Al parecer, nuestro asesino pasó la noche allí.