Al día siguiente, Knutas llegó al trabajo aún más temprano que de costumbre. Cuando cruzó la puerta de la comisaría y saludó al agente de guardia no eran siquiera las siete. Deseaba disponer de unas horas para ordenar sus pensamientos y repasar todo lo sucedido con la investigación hasta el momento. En casa no conseguía pensar, necesitaba la tranquilidad del despacho.

Abrió la ventana y se dejó caer con una taza de café en su vieja y desgastada silla. Abrió el cajón superior del escritorio y sacó la pipa, la cargó con cuidado mientras miraba por la ventana. A pesar de ser tan temprano, se veía pasar por la calle a gente caminando o montando en bicicleta. Algunos coches circulaban con equipaje en el techo, seguramente camino del transbordador.

La temporada turística estaba en pleno apogeo. La última crisis económica había contribuido a que el turismo nacional aumentara aún más. La oficina de turismo de Gotland pronosticaba que de los doscientos o trescientos mil turistas habituales durante los meses de verano se podría pasar a unos cientos de miles más. Lo cual era una cantidad enorme, teniendo en cuenta que la población de la isla apenas alcanzaba los setenta mil habitantes.

Con la avalancha de turistas también se disparaba la estadística de criminalidad, pero la cuestión era saber si el asesinato acontecido en Stora Karlsö tenía algo que ver con el turismo de verano. Claro que podía ser así, aun cuando la mayoría de los turistas que visitaban Stora Karlsö eran personas de mediana edad interesadas en la naturaleza y que apenas bebían ni se peleaban. Habían interrogado al guarda, al igual que al resto de empleados, pero nadie había notado nada raro entre los visitantes que se encontraban en la isla en el momento de los hechos. Ningún incidente. Ninguna pelea provocada por los celos. Ni el menor indicio de desavenencias. Aparentemente, todo era armonía y tranquilidad.

La Policía estaba ocupada en localizar a los visitantes, pero aún no habían conseguido ponerse en contacto con todos ellos. Luego estaba el asunto de las personas que solo visitaron la isla durante el día, los que llegaban en el ferry de la mañana y regresaban por la tarde. Estos no quedaban registrados en ninguna parte.

Otra alternativa era que el asesino hubiera pernoctado en una tienda de campaña o al raso. Estaban en pleno verano y se podía dormir perfectamente al aire libre. Quizá Sam Dahlberg se hubiera granjeado enemigos a lo largo de su vida, era un director de cine bastante controvertido.

Knutas recordó una película de hacía unos años, con una gran carga sexual, que se burlaba de la religión y los prejuicios contra los homosexuales. Desató fuertes reacciones en el país, sobre todo entre los evangelistas. En la película, uno de los más famosos pastores pentecostalistas del país era retratado como un fascista perverso. Si bien era cierto que no se daban nombres reales, ninguna de las personas que vieron la película dudó de quién se trataba.

Otra hipótesis era que alguien hubiese ido hasta Stora Karlsö en su propio barco, asesinara a Sam Dahlberg y luego abandonase la isla sin ser visto.

Knutas se situó junto a la ventana con la pipa apagada en la boca y miró hacia el otro lado de la muralla que rodeaba la ciudad. Si alguien deseaba matar deliberadamente a Sam Dahlberg, ¿por qué tomarse tanto trabajo? ¿Por qué seguirlo hasta Stora Karlsö?

A no ser que el asesinato lo hubiera cometido alguien del grupo de amigos. ¿Podían fiarse de la declaración de su esposa? ¿Podría haber sido alguno de los vecinos? Quién sabe lo que se esconde bajo esa cara amable, pensó Knutas. Nuestro mejor amigo, a quien podemos creer conocer a la perfección, en realidad puede resultar una persona completamente distinta. Tenía una amarga experiencia de eso. Leif Almlöv llevaba varios años enterrado, pero eso no le impedía acordarse de él casi a diario. ¿Y dónde diablos se encontraba Stina Ek? ¿Tenía ella algo que ver con el asesinato? ¿Había empujado a Sam al precipicio y luego se había largado? La cuestión era si tenía algún motivo. Según la opinión de sus amigos, Sam y ella se llevaban bien y nunca habían tenido ningún conflicto. Tendrían que indagar en ese grupo. Saberlo todo acerca de sus vidas, sus costumbres, su pasado. Unos golpes en la puerta interrumpieron sus pensamientos. Karin asomó la cabeza.

—Oye, ha ocurrido algo. Han encontrado el bolso de Stina Ek. En una cuneta, en Fårö.