Johan se encontraba calentando la papilla en una cacerola cuando oyó las noticias en la emisora de radio local. Habían encontrado a un hombre muerto en la playa de Stora Karlsö. Al parecer, se había precipitado por un acantilado y había muerto en el acto. Al final de la noticia dijeron algo que le hizo pensar: «La Policía guarda estricta reserva sobre las causas, pero no descarta que el hombre fuera víctima de un crimen».
Tuvo tal sobresalto que la papilla, que estaba demasiado caliente, le salpicó.
—¡Joder!
Mientras se mojaba la quemadura con agua del grifo, el locutor pasó al pronóstico del tiempo.
Emma siempre se metía con Johan porque se empeñaba en calentar la papilla en una cacerola, a la vieja usanza, cuando había un microondas. Se dio cuenta de que ella tenía razón.
Fue corriendo al salón y puso la televisión para ver si las noticias nacionales decían algo más sobre el asunto. Durante el verano el noticiario regional no se emitía por la mañana. Se sentó en el sofá con Anton en brazos. El niño tomó el biberón con la misma avidez que de costumbre. Tanto Rapport como el telediario de TV4 dieron una pequeña noticia que no reveló más que la radio.
Eran las nueve pasadas. A esa hora no habría nadie en la redacción. Cuando Anton se durmió, Johan lo acostó con cuidado en su cuna y llamó a Pia al móvil. Por la excitación de su voz, notó inmediatamente que estaba en su salsa.
—Hola, estamos en plena faena —jadeó.
Sonaba como si anduviera, o quizá corriera, por la calle.
—Bueno, he oído en la radio lo ocurrido en Stora Karlsö. No he podido evitar llamar —se disculpó—. ¿Qué ha pasado?
—Agárrate. El muerto no es una persona cualquiera, se trata de Sam Dahlberg.
—¿Qué? ¿Estás segura? ¿Fue él quien se cayó?
—Sí, seguro. Aunque eso de caerse no está tan claro.
—Dijeron que la Policía sospecha que fue un crimen.
—No solo lo sospecha. Oye, ahora no tengo tiempo de hablar, Madde y yo tenemos que subir en el barco a Stora Karlsö. ¡Esta es la noticia del año!
—Pero… por favor —rogó Johan—. ¿No puedes decirme algo más?
—Sam Dahlberg ha sido asesinado. Lo empujaron desde un acantilado de unos cuarenta metros de altura. Murió en el acto.
—¿Cómo puedes estar tan segura de que fue un asesinato?
—Porque hay un testigo —anunció Pia triunfante—. Un surfista lo vio todo. ¡Con sus propios ojos!
—¿Cómo sabes todo esto? —preguntó Johan, con un tono de inseguridad en la voz.
—Porque tengo una amiga que trabaja en el restaurante de Stora Karlsö. Sus padres son los dueños. Me contó que cuando la Policía encontró el cuerpo había un chico herido, en la misma playa. Había salido a hacer windsurf y lo vio todo. Bueno, es una locura. El lugar está lleno de policías y están interrogando a la gente. Ahora vamos para allá, todos quieren cubrir la noticia.
—¿Necesitas ayuda? Emma no está en casa, pero seguro que puedo conseguir una canguro.
—No, gracias, no hace falta. Estocolmo nos va a enviar toda la ayuda que necesitemos. Intentaremos emitir en directo. Lo siento, pero no tengo tiempo para hablar más. Tengo que darme prisa. Hasta luego.
Johan se quedó un buen rato sentado con el móvil en la mano.