¡LO, TENDRÁ QUE HABER UN FINAL![85]
No debería sorprender que los cómics y la física hagan buenas migas; al fin y al cabo la diversión que subyace tras la ciencia no es tan distinta de la que encierra la historia de un buen cómic de superhéroes. En ambas situaciones tanto el científico como el lector de cómics (en ambos casos pueden ser el mismo) se hallan enfrentados a una serie de reglas que han de aplicarse a situaciones nuevas y desafiantes. Las reglas pueden ser las ecuaciones de Maxwell de la electricidad y el magnetismo y la ecuación de Schrödinger, y el problema provocativo podría ser el tratar de desarrollar un semiconductor que sea el análogo de un tubo de vacío. Alternativamente, las reglas podrían ser que nuestro héroe es capaz de correr a supervelocidad y tiene un aura que lo protege de los efectos adversarios del rozamiento del aire y de la inducción electromagnética, y el desafío sería que ha de capturar al villano armado con un cañón congelador capaz de helar cualquier superficie, a la vez que recuperar los fondos del banco robado y todo ello sin dañar a ninguno de los inocentes transeúntes. En ambas situaciones el truco consiste en hallar una solución que emplee las reglas conocidas de un modo nuevo (alguna ya conocida pudiese funcionar, la usaríamos), sin utilizar nada que se considere imposible bajo esas directrices. No podemos diseñar un dispositivo transistorizado que para funcionar requiera que los electrones se rompan por la mitad o que se atraigan entre sí sin que intervenga una carga positiva, puesto que nunca se ha observado que la unidad de carga negativa se comporte de ese modo. Análogamente, una historia de cómic de Flash que presenta al velocista escarlata venciendo al Captain Cold disparándole rayos de calor desde sus ojos sería insatisfactoria, ya que no es una capacidad que haya poseído nunca Flash.
El objetivo de la investigación científica básica es el de elucidar las leyes fundamentales de la naturaleza, y el más alto logro es el descubrimiento de una nueva regla o principio. Igualmente buena es la clara demostración de la violación de una regla preexistente, puesto que se descubre una física nueva cuando se comprende bajo qué circunstancias no se aplican las reglas antiguas. Análogamente hay veces en que los personajes establecidos de un cómic adquieren súbitamente una capacidad insospechada, tal como cuando Sue Storm de los Cuatro Fantásticos descubrió en el número 22 de Los Cuatro Fantásticos que el bombardeo de rayos cósmicos que le otorgó el poder de la invisibilidad le había conferido también la capacidad de generar «campos de fuerza invisibles»[86]. La dinámica entre Sue y sus compañeros de equipo quedó alterada radicalmente tras el descubrimiento de este nuevo superpoder, y con los años aprendería a generar sus campos de fuerza con fines tanto ofensivos como defensivos.
Pero tales casos son raros tanto en los cómics como en la física del mundo real. Existe, sin embargo, un raudal incesante de problemas emocionantes y retadores en física, del mismo modo que hay una fuente ilimitada de cautivadoras historias de cómic esperando ser contadas. Los dos ingredientes centrales son los mismos para la ciencia que para los cómics: una comprensión de las reglas básicas del juego y una imaginación fértil.
Los científicos no consultan generalmente los cómics cuando seleccionan los temas de investigación (las agencias de financiación tienen tendencia a fruncir el ceño al aprobar propuestas que contienen demasiadas citas a cómics de DC o de Marvel) pero el espíritu de «¿Qué tal si…?» o «¿Qué sucedería si…?» inspira a las mejores investigaciones científicas o aventuras de cómics. Para ser precisos, en ocasiones los cómics y la ciencia ficción han anticipado descubrimientos científicos, al igual que la investigación más avanzada se aplica a veces como punto de partida de aventuras de superhéroes (como en el antes mencionado número 19 de JLA).
A veces, le lleva cierto tiempo a la ciencia el ponerse al corriente con los cómics. Como ejemplo consideremos el mágico Abra Kadabra, un villano de Flash que había mortificado al velocista escarlata desde el comienzo de su carrera contra el crimen. Vestido con el convencional atuendo de mago de escenario y un sombrero de copa, utilizaría su «magia» para acosar al virrey de la velocidad, como la vez que lo convirtió en una marioneta humana. Sin embargo, se reveló que Abra Kadabra era un científico del futuro lejano y que su «magia» del siglo XX era en realidad tecnología del siglo LXIV[87]. Los creadores de los cómics de Flash suscribían claramente la noción de que la ciencia y la ingeniería de nuestro presente parecerían sobrenaturales a los del pasado distante. Después de todo, imagine la reacción que provocaría usted si pudiera retroceder mil años y mostrar solamente una parte de los dispositivos que se encuentran en una casa moderna ¡suponiendo que lleve consigo también un suministro de energía!
Se dejó deliberadamente indeterminado en la historia de la edad de plata cómo la ciencia del siglo LXIV podía transformar a alguien en un monigote viviente. La «explicación» tendría que esperar hasta finales de los años noventa, donde Kadabra nos informa que empleó nanotecnología para reestructurar a Flash al nivel molecular, demostrando una vez más los problemas que puede causar un ex científico criminal. Es cierto que máquinas de la escala del nanómetro no pueden transformar a la gente en marionetas, pero quién sabe lo que podrá o no hacerse en otros cuantos miles de años, siempre que ello no implique una violación de la física admitida. Como se mencionó en el capítulo 7, una fórmula útil para anticipar avances científicos pudiera ser Ciencia ficción + Tiempo = Ciencia.
En justicia, sin embargo, la capacidad profética de la ficción especulativa consigue a veces aspectos tecnológicos correctos, pero ignora ampliamente otras revoluciones que han transformado nuestra sociedad. Consideremos por ejemplo el programa de televisión de 1966 Perdidos en el espacio. Este popular programa de televisión imaginaba un viaje a las estrellas de la familia Robinson, acompañada por un robot inteligente y por el Dr. Zachary Smith, un pasajero clandestino villano y cobarde. El programa se presentó el 15 de septiembre de 1969, y se suponía que tenía lugar en el futuro distante, hasta el final de octubre de 1997. Como se señaló en un artículo de 1997 del New York Times, que trataba de una reposición de aniversario del episodio piloto, aunque los productores y escritores de Perdidos en el espacio no se equivocaron mucho al suponer que treinta años más tarde los navíos estelares y los robots serían factibles, erraron espectacularmente en relación con un aspecto muy importante de la vida moderna de finales de los años noventa.
Una escena que comienza en el control de la misión cuando el navío estelar se prepara para el lanzamiento presenta una hilera familiar de monitores de ordenador manejados por una serie de ingenieros casi idénticos con camisa blanca de manga corta. Junto al codo de cada ingeniero del control de la misión hay un pequeño disco metálico que uno no encontraría nunca en la NASA de hoy en día. Los escritores de ciencia ficción de 1966 nunca imaginaron que en treinta años el control de la misión sería un entorno libre de humos y por lo tanto sin lugar para ceniceros. Por ese motivo una nota preventiva es que la extrapolación de las innovaciones científicas y tecnológicas potenciales es coser y cantar comparado con la predicción de las costumbres sociales futuras[88].
Si el estudio del mundo natural ha demostrado algo es que, a diferencia de Hulk, cuanto más perspicaces conseguimos ser, más fuertes nos volvemos. Ahora que usted ha terminado este libro, quizás se sentirá un poco más fuerte, si no en armas al menos en mente. Lo cual es el único tipo de fortaleza que realmente importa. Es nuestra inteligencia la que proporciona la ventaja competitiva que nos ha permitido convertirnos en la especie dominante del planeta. No somos tan rápidos como el puma, no podemos volar como los pájaros, ni somos tan fuertes como el oso ni tan indestructibles como la cucaracha. Nuestro poder es nuestra inteligencia. Como dijo el pionero de la mecánica cuántica Niels Bohr: «El conocimiento es en sí mismo la base de la civilización».
El optimismo que está en el corazón de todas las aventuras de cómics reside asimismo en el esfuerzo científico, ya que ambos mantienen la promesa de que superaremos nuestros desafíos físicos y mejoraremos el mundo. Cómo debe emplearse la ciencia, si para paliar el hambre y curar la enfermedad o para desarrollar un ejército de robots asesinos, depende de nosotros. Para una guía de cómo utilizar nuestro conocimiento de modo sabio y ético uno podría hacer algo peor que mirar las historias de los cómics. Esto es tan verdad actualmente como lo fue hace muchos años cuando Ben Parker le dijo a su sobrino Peter ya en el número 15 de Amazing Fantasy: «Un gran poder comporta siempre una gran responsabilidad». Pero ¿responsabilidad para hacer qué? Una respuesta fue proporcionada en la historia «Los últimos días de Superman» en el número 156 de Superman. Creyendo que iba a morir a causa de una infección del virus X (afortunadamente una falsa alarma), Superman grabó sobre la Luna con su visión de calor un mensaje de despedida al pueblo de la Tierra, un mensaje que habría de ser descubierto tras su fallecimiento. Sus últimas palabras de despedida al pueblo de su planeta de adopción fueron: «Haced el bien a los demás y cada hombre podrá ser un Superman».
¡Adelante, fiel creyente!