Capítulo 30

Desde que había llegado, Jimena había sufrido la reprimenda de Maruja, la madre de Lorena, y prácticamente también suya, por no haber ido a visitarla en meses ni haberla llamado para contarle lo de su nueva plaza en la orquesta. Javier, su marido, también se había quejado de lo mismo. A partir de ese instante comenzaron a lloverle las preguntas sobre su salud, sus proyectos y cómo no, su vida sentimental.

E igual que hubiera hecho con su madre, si todavía estuviera viva, y con su padre, si no estuviera más interesado en sí mismo que en su hija, les habló sobre el nuevo estreno del Palau, la dieta de frutas y verduras que había empezado a hacer por culpa de Patricia y de su trabajo en La cajita de música. El tema del amor lo obvió con la ayuda de Javi, el hermano de Lorena, quien no llegó acompañado de su última chica como había supuesto.

Todos menos Lorena se sorprendieron porque apareciera sin ella, no obstante, no entró solo, ya que la casualidad había hecho que se topara con Lucas en el portal y subieran juntos en el ascensor.

El corazón de la chelista se aceleró solo con saber que estaba en la misma habitación que él. Fue Javi quién la trajo de vuelta a la realidad.

—Lorena, preséntame a tu amiga —dijo acercándose a ella con una sonrisa traviesa—. Es una preciosidad.

—¡Qué gracioso eres! —Le espetó con mala cara.

—¡Jimena!, ¿eres tú? No te había reconocido enfundada en ese vestido, y sobre esos taconazos. ¡Estás impresionante!

—Es que cada vez que la vemos está más guapa, ¿verdad Javier? —preguntó Maruja a su marido quien corroboró sus palabras con un asentimiento de cabeza.

—Gracias. Hola, Lucas. —Saludó para demostrarle que pensaba comportarse con él.

—Hola, Jimena.

Por temor a que el buen rollo flaqueara, tras el breve saludo, Rubén les acompañó al salón a la espera de que llegaran sus padres. Media hora más tarde se encontraban todos sentados a la mesa, Jimena entre Lucas y Javi, que había pedido a su hermana a voz en grito que lo sentara al lado de Jimena. Respecto a estar sentada junto a Lucas, Jimena no tenía ninguna duda de que había sido un acto premeditado por su mejor amiga.

—¿Dónde has dejado a Marta? —preguntó su hermana, simulando no estar interesada en la respuesta.

—¿No creerás que iba a traer a Marta estando Jimena aquí? —Bromeó él.

—No, supongo que no. Siempre has tenido debilidad por ella. —El comentario de Lorena le produjo tos a Jimena y desconcierto a Rubén.

Tanto Maruja como Javier parecieron igual de asombrados que su futuro yerno por el interés que mostraba su hijo en la mejor amiga de su hermana, a quien todos los Monzó, incluido Javi, siempre habían considerado de la familia.

Apenas se llevaban un año de diferencia, Jimena y Lorena era de la misma edad, y Javi tenía once meses menos que su hermana tras haber sido concebido en plena cuarentena; habían jugado juntos, crecido juntos… Maruja iba a regañar a su hijo por ese comentario cuando sintió la taladrante mirada de su hija clavada en ella. Se giró para hacerle saber lo que le parecía todo y se topó con la señal de Lorena de que callara.

Arqueó ambas cejas interrogante, y Lorena le respondió inclinando la cabeza en dirección de Lucas. Maruja sonrió sintiéndose cómplice.

—Javi, hijo, Jimena no estará soltera por mucho tiempo, es demasiado valiosa.

La aludida volvió a atragantarse. ¿Qué narices les pasaba a los Monzó esa noche?

Lucas por su parte se mostró amable y educado con todos, especialmente con Amparo, la madre de Rubén. Una mujer regordeta y con cara de buena persona, que demostraba genuino afecto por él, resultado de todos los años que lo conocía.

La conversación se volvió menos tensa para ella cuando perdieron el interés en el descarado coqueteo al que Javi la estaba sometiendo, coincidiendo con el anuncio de Rubén y Lorena: habían decidido casarse, para ellos ya lo habían hecho cuando firmaron la hipoteca y la boda no iba a ser más que una formalidad.

Hubo alguna lágrima de emoción por parte de las madres de ambos pero, como era de esperar predominaron las risas y las felicitaciones.

Durante la cena los preparativos para el enlace fueron el tema de conversación principal. Jimena sintió lástima por su amiga, Maruja no iba a dejarle meter baza en nada, menudo torbellino era esa mujer. Durante su niñez y su adolescencia había sido lo más cercano a una madre. Había sido ella la que se había encargado de explicarle lo que era la menstruación, la que la había llevado a comprarse el vestido para la fiesta de fin de curso…

Jimena aprovechó la situación para hablar con Javi con bastante intimidad.

—¿Por qué estás coqueteando conmigo? —preguntó sin más.

—Solo intento echarte una mano. Subirte la moral…

—Subirme la moral… —Repitió intentando asimilar su respuesta—. ¿Lo sabes?, Lorena te lo ha contado. ¿Qué te ha dicho exactamente?

—No sé de qué me hablas. —Se excusó, pero ya había hablado más de la cuenta—. Pero si me hubiera contado algo, debes saber que me sentiría muy decepcionado porque no lo hubieses hecho tú.

—Voy a matar a tu hermana por chismosa, y después a tu madre por seguirle la corriente.

—A mi madre no, que la necesito, pero con mi hermana no pienso detenerte. Me atrae la idea de ser hijo único —respondió sonriente al tiempo que le guiñaba un ojo con descaro.

Poniéndole mala cara se dio la vuelta para seguir comiendo, topándose con la mirada interesada de Lucas.

Para su mortificación la charla no le sirvió de nada. Javi continuó interpretando su papel de admirador, y Lucas que apenas despegó los labios para intervenir en la conversación general, no se dirigió a ella en ningún momento, aunque eso no evitó que la mirara con asiduidad. Justo lo que esperaba de la noche, el silencio de uno y los desvelos del otro. ¡Maravilloso!

Más tarde, cuando se sirvió el café, Javi dejó de estar pendiente de cada uno de sus movimientos para hablar con Rubén y Lucas de fútbol. Momento en que Jimena se permitió observar a Lucas a placer, fingiendo que estaba interesada en la conversación de los chicos. Algo que en cualquier otro instante hubiera sido cierto.

No le pasó por alto que estaba más pálido de lo normal, ni que debajo de sus ojos se veían cercos oscuros, que no dejaban lugar a dudas de que la noche anterior no había dormido mucho.

Maldiciéndose a sí misma por tener tales pensamientos, se levantó del sofá del salón, al que se habían trasladado para la sobremesa, y se encaminó hacia el cuarto de baño, dándose unos minutos para calmarse.

—¡Idiota! —le dijo a su reflejo en el espejo—. ¿Cuántas veces tengo que recordarte que a ti no te importa lo que haga Lucas? —Su boca dibujó una mueca—. ¡Pues eso! —Se regañó.

Con intención de hacer tiempo se lavó las manos con lentitud y cuando consideró que tenía su genio bajo control salió del aseo para darse de bruces con el causante de sus recientes males.

—Jimena, ¿podemos hablar?

—Por supuesto.

Fue evidente en la cara de Lucas que no había esperado una reacción tan favorable. Con toda seguridad, ni siquiera había esperado una respuesta educada.

—¿Entramos? —Pidió, señalando el baño del que Jimena acababa de salir, todavía desconcertado por su inesperada reacción.

—¿Quieres hablar en el váter?

—Sí. Me gustaría que lo hiciéramos sin que nos escuche todo el mundo.

—En ese caso… —Aceptó, entrando.

Lucas la siguió y cerró la puerta tras él, echando el pestillo.

—En primer lugar quiero disculparme contigo por…

—No es necesario. —Le cortó ella, sin ánimo de escuchar sus excusas sobre por qué no estaba interesado en una relación.

—Entonces… ¿Crees que podríamos ser amigos? —preguntó con una sonrisa a la que Jimena se sintió incapaz de resistirse.

Lucas le había dado muchas vueltas a su oferta, si ella aceptaba su amistad, poco a poco podría redimirse demostrándole que la valoraba como algo más que una noche de buen sexo, e ir conquistándola con sinceridad y dedicación. Y tal vez confesarle lo que sentía sin que ella se negara a creerle o le tirara algo a la cabeza.

Ante el silencio de Jimena, añadió:

—Amigos sin besos.

—Entonces, ¿te refieres a ser amigos de verdad? —Antes de aceptar debía aclarar en qué consistía la oferta. Ya había quedado escarmentada en lo que a ese punto se refería.

—Sí. Amigos de verdad.

—Bien, seamos amigos. Estoy segura de que será bueno para ti tener una amiga como yo. —Le espetó con orgullo, para que no notara su decepción.

—No tengo ninguna duda.

—Me alegra comprobar que estamos de acuerdo.

—¿Cuál quieres que sea nuestra primera conversación amistosa? —preguntó con picardía.

—¿Tenemos que tenerla aquí dentro? No es muy agradable.

—Puede, pero estamos solos… Al final no me contaste qué tal fue con tu padre. ¿Cómo reaccionó cuando le dijiste que el puesto era tuyo? —preguntó con interés.

—Muy agudo, hablar de problemas familiares. Esta amistad empieza fuerte.

—Tengo la sensación de que no quieres hablar del tema. —Adivinó, al ver el gesto de Jimena que se esforzaba por mostrarse indiferente, algo que sus expresivos ojos no conseguían.

—Mi padre no sabe que el puesto es mío porque no se ha dignado a devolver ninguna de mis llamadas.

—Lo siento.

—No es culpa tuya. —Y añadió—: Bueno, pues ya somos oficialmente amigos. Ahora voy a volver al salón.

—Espera, ahora que hemos decretado que somos amigos de verdad… Ya sabes… amigos de los que se cuentan asuntos familiares y personales.

—¿Sí?

—Los asuntos amorosos también entran en el pack, ¿no? —Ante el silencio de ella se atrevió a preguntar—: ¿Qué lío te traes con Javi? —Inquirió con un brillo peligroso en los ojos—. ¿Estáis juntos?

—¿Te cuento un secreto? —Ofreció inclinándose sobre él.

—Sí. —Estaba expectante por escuchar lo que tuviera que decirle.

—Puede que acepte hablar contigo de mi padre porque es casi invisible en mi vida, pero no somos tan íntimos como para que te cuente nada que tenga que ver con el sexo —respondió, antes de empujarle con suavidad, para abrir la puerta—. Quizás más adelante. —Ofreció antes de regresar al salón.

—¿Sexo? —preguntó Lucas a la habitación vacía. ¡Joder! Era peor de lo que pensaba.

¿Amigos? Se preguntó Jimena, tumbada en su cama, varias horas después. ¿Por qué le molestaba tanto esa palabra si también había sido su idea inicial?

Se levantó de la cama de un salto y se puso a hurgar entre sus DVD de emergencias. No podía dormir, necesitaba un poquito de ayuda para conseguirlo, y de paso alguna idea que le ayudara a convertir una incipiente amistad en algo más.

Con cuidado sacó el disco elegido de la caja y se sentó a disfrutar de una de sus películas favoritas… Hasta que Harry comenzó a recordar su conversación con Sally y su ánimo cayó en picado:

«—Por supuesto te darás cuenta de que nunca podremos ser amigos.

—¿Por qué no?

—Los hombres y las mujeres no pueden ser amigos porque siempre se interpone la parte sexual.

—No es cierto.

—Ningún hombre puede ser amigo de una mujer a la que encuentre atractiva, siempre querrá acostarse con ella».[7]

No dejó que terminara la película, a pesar de que le quedaban solo unos minutos para que todo tuviera un final feliz. Apagó el DVD y se metió de nuevo en la cama. Debería estar contenta de no tener ese problema pero, para su desgracia, no era el caso.