Seguramente no estaría tan alterada si su amiga no se hubiera mostrado tan insistente cuando la llamó la tarde anterior para quedar con ella. Se abstuvo de hablarle de la camiseta, porque conociéndola, era muy capaz de invitar a Lucas a tomar café con ellas y lo que más deseaba Jimena era evitarle. Si no lo hacía podía cometer un error de cálculo y acabaría colgada de un hombre que le había dejado muy claro que no sentía nada por ella. Y eso, no podía permitírselo. Con su padre y su abuelo ya había tenido suficiente desinterés masculino para toda una vida.
Tomó la carta, aun sabiendo que se iba a decantar por un capuchino y un muffin de yogur y cerezas, y le dio otra vuelta más a su historia. Tenía que convencer a Lorena de que no buscaba nada romántico con Lucas, que ya puestos era cierto, ¿no?
De modo que lo mejor era lanzarse desde el primer momento y contarle lo que quería saber sin muchos rodeos; si evitaba el tema entre frases vacías y florituras, Lorena se daría cuenta de que la historia le afectaba más de lo que quería dar a entender, y entonces el tercer grado pasaría a ser en una habitación cerrada a cal y canto y con bombilla en los ojos.
Justo cuando el camarero se acercaba para tomarle nota, divisó a su amiga entrar en la cafetería con paso decidido y una sonrisa expectante en la cara.
—Buenos días y Feliz Año. —La saludó dándole dos besos y un abrazo. Y añadió mirando al chico que esperaba paciente para saber qué iban a tomar—. A mí ponme un café con leche y un muffin de chocolate, por favor.
Jimena pidió otro café con leche y un muffin de cerezas y yogur. El hombre les sonrió amistoso y regresó a la barra para pasarle la nota a su compañero que se encargaba de preparar los pedidos. Intervalo que Lorena utilizó para lanzar su ataque.
—¿Qué tal te fue en Alcolea?
—Sí que vas directa al grano —comentó Jimena. De repente su plan de ser sincera se le había atorado en la garganta. No estaba segura de ser capaz de disimular con Lorena.
—Estoy dispuesta a ir haciéndote las preguntas de una en una si no empiezas a contarme ya cómo te fue el Fin de Año. Tú eliges. —Amenazó muy seria.
—De acuerdo. Me acosté con Lucas y al día siguiente fingí que no me acordaba de nada para evitarme sus remordimientos cuando descubriera lo que habíamos hecho.
Lorena abrió la boca para decir algo, pero se lo pensó mejor y comenzó a reír con ganas.
—Supongo que me lo merecía por impaciente. Por cierto, estás muy guapa, ¿qué te has hecho? Pareces diferente, pero bueno eso me lo cuentas luego. Ahora dime qué tal te fue.
—¿A qué pregunta prefieres que te conteste primero? —preguntó, sin embargo respondió antes de que Lorena pudiera hacerlo—. No me he hecho nada extraordinario, Patricia me planchó el pelo anteayer y todavía no me lo he lavado. Y sobre mi estancia en tu casa, acabo de contarte lo más relevante y tú te has reído de mi historia. ¿Qué esperas que diga ahora? ¿Que Lucas intentó envenenarme con un picadillo de almendras? —Definitivamente no había sido una buena idea lo de ir directa al meollo.
—Hablabas en serio —dictaminó al ver la seriedad con la que había hablado—. ¡Te has acostado con Lucas!
Jimena no contestó con palabras, su cara era toda una respuesta por sí misma. Estaba entre enfadada y ofendida por la incredulidad de su mejor amiga. ¿Acaso no había intentado liarlos ella misma?
—¡Oh, Dios mío! Qué fuerte me parece, pero si le odiabas.
—¿Por qué piensas que ya no lo hago? —Atacó, cada vez más enfadada con Lorena por juzgar cada palabra, cada gesto.
Odiar era una palabra muy fuerte, ella no odiaba a nadie, simplemente no le había caído bien cuando le había conocido, aunque con el trato se había dado cuenta de que no era tan malo como había imaginado.
Lorena ignoró la pregunta y la instó a que le contara la historia completa.
Eludiendo los detalles más íntimos, Jimena le relató lo mal que comenzó la convivencia, su amistad con Eugenia y su ataque de alergia la noche de Fin de Año. Su amiga la observaba atentamente, parando su explicación cuando quería profundizar en algo que le llamaba especialmente la atención.
—Y eso es todo. —Terminó encogiéndose de hombros.
—¡Wow! Siempre supe que conectaríais, lo que no entendía fue que os repelierais nada más conoceros.
—Puede que sus palabras me afectaran un poquito más de lo que quise reconocer. Pero eso ahora tampoco importa mucho —dijo dándose la vuelta y cogiendo la bolsa que había colgado en su silla.
—Devuélvesela. Se la dejó en Alcolea y yo la cogí.
Intrigada por ver lo que contenía Lorena abrió la bolsa.
—¿Por qué no se la das tú? —preguntó, confusa—. Tienes la excusa perfecta para volver a verle. Hasta puedes quedar con él.
—¿No has escuchado nada de lo que te he dicho? ¿Por qué tienes que intentar desmontar todo lo que digo? No hay ningún doblez en ello, Lorena. Sencillamente no quiero volver a verlo.
—Lo he escuchado todo, y permíteme aclararte que por mucho que intentes mentirte a ti misma, conmigo no cuela. Te hago un resumen, a ver si lo he entendido bien y después te acepto las protestas: te acuestas con él y el sexo es impresionante, al día siguiente él se molesta porque tú no te acuerdas de nada y se marcha del pueblo. Tú adelantas un día tu regreso a casa, y esa misma noche te topas con él en el pub donde has ido en plan busco ligue, vestida para matar, y él te invita a su mesa, ¡con sus amigos! Perdona que no siga tu lógica. Evidentemente os gustáis, no te atrevas a negármelo. —Lorena veía un interés abiertamente demostrado por parte de ambos.
—Estaba con otra mujer, y además dice que no soy su tipo. —Se defendió.
—¿Y él es tu tipo? —La paciencia que tanto la caracterizaba estaba a punto de rebasar su límite.
—Yo no tengo de eso.
—No seas mentirosa. Cuando íbamos al instituto te colgabas de todos los rubitos con ojos claros y cara de buenos que había por allí.
—Éramos unas crías y no exageres, solo me colgué de dos: Iván y Leandro. —Contraatacó.
—¡Leandro! Madre mía, ¿qué habrá sido de ese chico? Mira que era buena gente, seguro que es médico, voluntario en una ONG o algo así. —Caviló Lorena, desviándose de la conversación.
—Pues siento decepcionarte, pero es abogado y tiene un asiento en les Corts.
—No si al final va a ser cierto eso de que «el más tonto te la pega». —Se quejó poniendo cara de repugnancia.
—Me encantaría saber de dónde te sacas esos refranes. Eres peor que Sancho Panza. —Se burló Jimena, callándose cuando el camarero se acercó a ellas con lo que habían pedido.
—Puedes cambiar de tema todo lo que quieras, pero en cuanto le dé buena cuenta al muffin vas a tener que explicarme por qué huyes de Lucas y niegas que te gusta.
—Yo no hago tal cosa.
—Perfecto. Mañana te espero en mi casa, vamos a comer roscón y después saldremos a tomar algo por ahí, Lucas ya ha dicho que viene.
—Tengo planes —respondió casi atragantándose con el trocito de muffin que se estaba comiendo.
—Patricia también puede venir —le dijo desafiándola a que se negara.
—Mis planes no son con Patricia, yo he quedado con Bertram. —Espero que diga que sí, rezó cruzando los dedos, Bertram por lo que más quieras, di que sí cuando te invite.
—Pues ten cuidado. Si no me equivoco Bertram es rubio y con ojos verdes, y además tiene cara de buena gente.
—No te equivocas, aunque en este caso, es buena gente.
—No te fíes, entra dentro de la lista de los tontos que te la pegan. —Expuso muy seria.
—Tus refranes nunca aciertan, no me preocupa lo más mínimo.
—Eso lo dices porque te da miedo que se te cumpla el último que te comenté, aquí en esta misma mesa, hace tan solo unos pocos días.
—No tengo tu memoria, ¿recuerdas? Soy Dori, ¿de qué hablas? —preguntó intentando calmar sus pulsaciones. Por alguna razón recordaba a la perfección la frase a la que aludía su amiga.
—Con quien terminas el año pasas el resto del siguiente. Y no es por malmeter, pero fue con Lucas con quien terminaste el año muy, muy feliz.
—Lo recuerdo.
—¿Pero no eras Dori? —preguntó con sorna.
—La excepción que confirma la regla. Simple casualidad.
Lorena se echó a reír, complacida. Por fin su amiga se interesaba por un hombre atractivo e inteligente que contaba con su beneplácito, estaba lista si creía que ella le iba a consentir que saliera huyendo. Además, por mucho que se esforzara en negárselo a sí misma y a ella, Lucas le gustaba mucho. Si incluso le había permitido a Patricia que la peinara, sin ninguna duda, el panorama pintaba muy bien.
Jimena estaba a punto de romper algo. Por culpa de la entrometida de Lorena, ahora tenía que pedirle a su jefe, el director de la orquesta, que saliera con ella; y si bien hacía unos días que había pensado en aceptar su invitación cuando él volviera a hacerla, en los últimos meses la había invitado tres veces, lo que no había esperado era tener que dar ella misma el primer paso. No se le daban bien estas cosas.
—¡Patricia! —Gritó sentada en el suelo de su salón con el teléfono en las rodillas.
—¿Qué pasa? —preguntó su compañera de piso al verla así.
—Necesito un consejo.
—Necesitas muchos consejos —murmuró la violinista.
—Te he oído.
—Era lo que pretendía. —Mintió con una sonrisa.
Jimena la fulminó con la mirada antes de preguntar:
—¿Cómo se invita a un hombre a una cita sin que parezca que buscas algo más que… Pasar un rato agradable?
Patricia se dejó caer en el suelo a su lado, impactada por la pregunta que acaba de hacerle Jimena.
—¿A quién vas a invitar? ¿A algún tipo atractivo que conozca?
—No. A Bertram —contestó con el móvil haciendo equilibrios en su rodilla.
—¡Bah! Eso es fácil. Le llamas y le dices que aceptas alguna de sus ¿cuántas?, ¿tres invitaciones?
—Pareces decepcionada —comentó Jimena sorprendida por lo rápido que su amiga se había puesto de pie y se alejaba tras escuchar el nombre de su director.
—Lo estoy. Pensaba que eras más valiente, y que tenías mejor gusto. No se puede negar que Bertram es atractivo, pero también es un coñazo.
—Eso no es cierto. —Se quejó, más por llevarle la contraria que porque lo pensara en realidad.
—¿El qué no es cierto?, ¿qué Bertram es aburrido o que tú eres una cobarde? —Pinchó con los brazos en jarras.
—Las dos cosas, Bertram es serio, no aburrido. Y yo soy muy valiente. Simplemente es que no estoy interesada en Lucas.
Patricia se paró antes de abandonar completamente la habitación.
—Qué interesante. Sabes perfectamente de lo que hablaba sin hacer ninguna alusión a su nombre. —Se burló con una sonrisilla de suficiencia.
—No soy tonta. Y para que veas lo valiente que soy… ¿Me prestas tu plancha del pelo y alguno de tus vestidos?
—Voy a hacer algo mejor, voy a adelantarte mi regalo de Reyes.
—No, todavía no estamos a seis. —Protestó.
—Lo sé, pero lo necesitas urgentemente. Lo vas a estrenar mañana, así que por unas horas, tampoco pasa nada.
—¿Qué es? —preguntó cada vez más curiosa.
—Un kit de primeros auxilios —declaró Patricia antes de abandonar definitivamente el salón.
Jimena suspiró cansada, ¿para qué necesitaba ella un kit de primeros auxilios? Ya tenían agua oxigenada y tiritas en el cuarto de baño. Jamás se hubiera imaginado que Patricia fuera a regalarle algo tan absurdo.