Emma permaneció en la sala cierto tiempo, antes de reunir el suficiente valor para preguntar a la señora Willmot sobre el resto de su familia; y cuando lo hizo, fue con una voz tan baja y tan titubeante, que nadie supo que estaba hablando. Abatida por el escaso éxito de su primer intento, no hizo ningún otro, hasta que, cuando la señora Willmot pidió a una de sus hijas pequeñas que tocara la campana para pedir el coche, cruzó a toda velocidad la habitación y apoderándose del cordón de la campana dijo con gran decisión.
—Señora Willmot, no saldrá usted de esta casa sin decirme cómo se encuentra el resto de su familia, en particular su hijo mayor.
Todos se mostraron muy sorprendidos ante aquellas palabras tan inesperadas, más aún teniendo en cuenta la forma en que las había dicho; pero la determinación de Emma, que no estaba dispuesta a quedarse otra vez sin respuesta, hizo que la señora Willmot pronunciara con gran elocuencia la siguiente alocución:
—Todos nuestros hijos se encuentran perfectamente bien, aunque la mayoría están fuera de casa. Amy está con mi hermana Clayton. Sam en Eton. David con su tío John. Jem y Will están en Winchester. Kitty en Queen’s Square. Ned con su abuela. Hetty y Patty están en un convento en Bruselas. Edgard está en la universidad, Peter con la nodriza, y el resto (excepto los nueve que están aquí) en casa.
Solo con dificultad pudo Emma contener las lágrimas al escuchar la ausencia de Edgard. No obstante, consiguió mantener cierta compostura hasta que los Willmot se marcharon, después de lo cual, no encontrando ya freno alguno al desbordamiento de su tristeza, dejó que esta fluyese libremente y se retiró a su habitación, donde continuó llorando el resto de su vida.
finis