Capítulo 6

Ante este melancólico recital, los bellos ojos de Lady Williams se encontraban arrasados en lágrimas y Alice no pudo evitar la siguiente exclamación:

—¡Oh, qué crueldad la de Charles, que rompe los corazones y las piernas de todas las que le quieren bien!

Lady Williams, entonces, la interrumpió y observó que la pierna de la joven dama debía ser atendida sin la menor dilación. Tras examinar la fractura, se puso manos a la obra inmediatamente y llevó a cabo la operación con gran habilidad, algo de todo punto maravilloso teniendo en cuenta que nunca antes había hecho nada semejante. Entonces Lucy se levantó del suelo y, dándose cuenta de que podía caminar con una enorme facilidad, las acompañó hasta la casa de Lady Williams a petición particular de la dama.

La perfecta figura, el bello rostro y las elegantes maneras de Lucy ganaron de tal modo el afecto de Alice que cuando se separaron, lo que no sucedió hasta después de la cena, le aseguró que después de su padre, hermano, tíos, tías, primos y otros parientes, Lady Williams, Charles Adams y media docena de amigos particulares, la amaba casi más que a cualquier otra persona en el mundo.

Una afirmación tan halagadora hubiera proporcionado lógicamente un gran placer a Lucy, de no ser porque se había dado perfecta cuenta de que la amable Alice se había despachado a gusto con el clarete de Lady Williams.

Esta dama (cuya capacidad de discernimiento era grande) leyó en el inteligente rostro de Lucy lo que pensaba sobre el asunto y, tan pronto como la señorita Johnson se marchó, se dirigió a ella de esta manera.

—Cuando conozca un poco mejor a mi Alice, no se sorprenderá, Lucy, de ver cómo la querida criatura bebe un poco más de la cuenta; porque cosas como esta pasan todos los días. Esta muchacha tiene muchas raras y encantadoras cualidades, pero la sobriedad no es una de ellas. En realidad, la familia en pleno es un triste ejemplo de borrachos. Lamento decir que nunca conocí a tres más viciosos del juego que ellos, Alice en particular. Pero es una niña encantadora. Me imagino que su temperamento no es uno de los más dulces del mundo —¡la verdad es que la he visto en cada arrebato!—, pero es una joven encantadora. Estoy segura de que le gustará. Me cuesta pensar en alguien más amable. ¡Si hubiese podido verla la otra noche! ¡Qué manera de desvariar! ¡Y por una cosa tan nimia! Realmente es una niña encantadora y siempre la querré.

—Según su descripción, parece tener muy buenas cualidades —replicó Lucy.

—¡Oh, miles! —contestó Lady Williams—. Aunque es posible que sea demasiado parcial y a la hora de ver sus verdaderos defectos me ciegue el afecto que siento por ella.