AGRADECIMIENTOS

Ante todo, mil gracias a los numerosos actores del drama sudafricano que se molestaron en hablar conmigo para este libro.

Gracias a Pearlie Joubert, por concertarme citas con ellos y simplemente por ser tan estupenda.

Gracias a Stephen Glover, así como a Andreas Whittam Smith, por nombrarme corresponsal en Sudáfrica del Independent de Londres. Si no hubieran tenido tanta fe en mí en 1989, este libro nunca habría visto la luz.

Y gracias a Javier Moreno, mi jefe actual en El País, por concederme el tiempo necesario para escribirlo.

Un afectuoso agradecimiento a mi editora Elena Ramírez, la directora de Seix Barral, cuya mezcla de rigor, inteligencia y apoyo me han ayudado de forma inconmensurable. Mil gracias a Nahir Gutiérrez y el resto del equipo de Seix Barral, y a Marisa Rodríguez, mi traductora, por su empeño, perseverancia y sensibilidad. Tampoco olvido que Adolfo García Ortega fue uno de los primeros en animarme a escribir este libro.

Zelda la Grange (junto con Pearlie, una fuerte aspirante al título de la mejor mujer sudafricana viva) fue muy amable. También lo fueron Moegsien Williams y Kathy Macfarlane en el Star de Johanesburgo, y Amanda Oosthuizen en Die Burger. Asimismo, Marietta Van Wyk.

Indra Delanerolle, David Fanning, Sara Blecher, Sharon Cort, Cliff Bestall, Lindy Wilson y el resto del grupo del documental sobre Mandela que hicimos para televisión: muchas gracias a todos.

Entre los amigos y conocidos que me han brindado su apoyo, sus sugerencias y ánimos, y a los que debo enorme gratitud, están (y que aquellos de los que me he olvidado me perdonen) Daniel Tanzer, James Lemoyne, Peter Ettedgui, Mark Phillips, Wim Trengrove, Stephen Robinson, Jorge Valdano, Jeremy Thompson, Tony O’Reilly, Teresa Rioné, Morgan Freeman, Sebastian Spear, Jayendra Naidoo y Tony Peckham.

Un agradecimiento especial a Lauren Jacobson y Keith Coleman, Michael Shipster, Joaquín Villalobos y Kobus Jordaan, magníficos amigos, tan generosos con su tiempo, sus conocimientos y su agudeza mental.

Gail Behrman hizo un gran trabajo recopilando las fotografías para este libro. La sensibilidad y los ánimos de Sue Edelstein fueron un impulso tremendo a lo largo de todo el proceso.

Anne Edelstein (nada que ver), mi agente en Barcelona y Nueva York, fue decisiva. La idea de este libro llevaba rondándome la cabeza desde hacía años. Sin su impulso entusiasta, quizá nunca habría nacido y, desde luego, no habría nacido ahora. Su devoción al empeño, como libro y como causa, ha sido muy valiosa y una fuente de inspiración.

Gracias a Anne, conocí a mi editor, Eamon Dolan. Él es (junto con Anne) la confirmación de lo que siempre he pensado: que los mejores estadounidenses son la mejor gente. Si este libro tiene algún valor, gran parte del mérito corresponde a Eamon, un artesano de la palabra brillante, exhaustivo y apasionado. Todavía no acabo de creerme mi suerte.

Por último, gracias a Sudáfrica por haber compartido sus secretos y su genio conmigo. Gracias a Nelson Mandela y a los miles de Mandelas menos famosos, a los que tuve la inmensa fortuna de conocer durante mi estancia allí, y cuyo espíritu generoso late en lo que de bueno pueda tener este libro. Pienso en Justice Bekebeke, pienso en Walter Sisulu y Ahmed Kathrada, pienso en mi viejo amigo Mandla Mthembu (que salvó mi vida al menos en una ocasión), pienso en Kader Asmal, Terror Lekota, John Battersby, Dudu Chili, Cyril Ramaphosa, Shaun Johnson, Ronnie Kasrils, Jacques Pauw, Gill Marcus, Debora Patta, Carl Niehaus, Max du Preez, Henrietta Mqokomiso, Halton Cheadle, Aziz Pahad, Ali Bacher, Anton Lubowski, Andy Durbach, Brian Currin, Desmond Tutu, Tim Smith, John Allen, Helen Suzman, y pienso en el difunto, gran Bheki Mkhize, el hombre más bueno, valiente y noble que he conocido jamás en ningún sitio. Él iluminó Sudáfrica para mí como el sol.