Una imagen de medio cuerpo de un hombre sentado en un sillón de aspecto cómodo llenó la mayor parte de la pantalla del portátil. Gurney reconoció a Jonah Spalter por la fotografía que había visto de él en la web de la Catedral del Ciberespacio. Estaba claramente iluminado, de manera experta, sin ningún elemento superfluo en el encuadre del vídeo que distrajera de la fuerte estructura ósea de su rostro. La expresión era de una calma ensayada, aderezada con una suave preocupación. Estaba mirando directamente a la cámara para dar la impresión de que miraba directamente a los ojos de Gurney.
—Hola, David. Soy Jonah. —Si su voz tuviera color, habría sido de un tono pastel—. ¿Le parece bien que le llame David o preferiría detective Gurney?
—David está bien. Gracias por ponerse en contacto conmigo.
Hubo una pequeña señal de asentimiento, una sonrisa minúscula, el atisbo de la preocupación de un trabajador social en los ojos.
—Su mensaje de correo tenía un tono urgente, junto con algunas frases bastante alarmantes. ¿En qué puedo ayudarle?
—¿Cuánto sabe del intento de revocar la condena de su cuñada?
—Sé que resultó en que mataran a su abogado junto con seis de sus vecinos.
—¿Algo más?
—Sé que el señor Bincher había hecho algunas acusaciones graves de corrupción policial. Su mensaje de correo también se refería a corrupción, así como a «dinámica familiar». Eso podría significar cualquier cosa. Quizá podría explicarlo.
—Es un aspecto que probablemente seguirá la investigación oficial.
—¿Investigación oficial?
—El asesinato de Lex Bincher forzará al DIC a examinar de nuevo el asesinato de su hermano. No solo el DIC, sino probablemente también la fiscalía general, porque los cargos de corrupción en la apelación de Kay están dirigidos al DIC. En ese punto, entregaremos las nuevas pruebas que hemos descubierto, pruebas que indican que tendieron una trampa a Kay. Así pues, sean cuales sean las agencias implicadas, estarán preguntando quién, además de Kay, se beneficia de la muerte de Carl.
—Bueno —dijo Jonah, con la desilusión reflejada en sus grandes ojos—, eso desde luego me incluiría.
—¿Es cierto que usted y su hermano no se llevaban bien?
—¿No nos llevábamos bien? —Rio con suavidad, con arrepentimiento—. Eso sería un eufemismo. —Cerró los ojos un momento, negando con la cabeza, como abrumado por los pensamientos que le sugería aquella idea. Cuando habló otra vez, su tono era más cortante—. ¿Sabe dónde estoy ahora mismo?
—No tengo ni idea.
—Nadie la tiene. Esa es la cuestión.
—¿Qué cuestión?
—Carl y yo nunca nos llevamos bien. Cuando éramos más jóvenes no importaba tanto. Él tenía sus amigos, y yo tenía los míos. Cada cual seguía su camino. Luego, como puede que sepa, no es ningún secreto, nuestro padre nos unió en un yugo, en la monstruosidad conocida como Spalter Realty. Fue entonces cuando no llevarse bien se convirtió en un problema. Cuando me obligaron a trabajar con Carl a diario…, me di cuenta de que estaba tratando con algo más que un hermano difícil. Estaba tratando con un monstruo. —Jonah hizo una pausa, como para dejar que ese término calara en Gurney.
Le sonó como un discurso que Jonah podría haber dado antes, una explicación de una relación terrible que había repetido con cierta frecuencia.
—Observé que Carl pasaba de ser un hombre de negocios egoísta y agresivo a convertirse en un sociópata absoluto —continuó—. Al crecer su ambición política, por fuera se convirtió en alguien más encantador, más magnético, más carismático. Por dentro, se estaba pudriendo hasta convertirse en un agujero negro de codicia y ambición. En términos bíblicos, era el blanqueador de sepulcros definitivo. Se juntaba con gente que pensaba como él. Gente despiadada. Grandes criminales. Figuras de la mafia como Donny Angel. Asesinos. Carl quería sacar enormes cantidades de dinero de Spalter Realty para financiar sus planes megalomaniacos con esa gente, así como su candidatura a gobernador, que era el súmmum de la hipocresía. Seguía presionándome para que aceptara transacciones no éticas con las que no estaba…, no podía estar, de acuerdo. Ética, moralidad, legalidad, ninguna de esas palabras significaba nada para él. Empezó a asustarme. De hecho, no es una palabra suficientemente fuerte. La verdad es que me aterrorizaba. Llegué a creer que haría cualquier cosa, cualquier cosa, para conseguir lo que quería. En ocasiones, la expresión de sus ojos era completamente satánica. Como si todo el mal del mundo estuviera concentrado en esa mirada.
—¿Cómo se enfrentó a eso?
—¿Enfrentarme a eso? —Una vez más, la pequeña sonrisa y la risa arrepentida, seguida por una voz baja, casi confesional—. Hui.
—¿Cómo?
—No dejé de moverme. Literalmente. Una de las bendiciones de la actual tecnología es que puedes hacer casi cualquier cosa desde cualquier sitio. Compré una autocaravana, la doté del equipo de comunicaciones apropiado y la convertí en el cuartel general de la Catedral del Ciberespacio, un proceso en el que he llegado a ver la mano de la providencia. No hay mal que por bien no venga, y el bien es nuestro objetivo.
—El bien en este caso sería…
—No tener ubicación geográfica fija, o, en cierto sentido, no estar en ninguna parte. Mi única ubicación ha sido Internet, e Internet está en todas partes. Lo que se ha convertido en el lugar ideal para la Catedral. La ubicua y mundial Catedral del Ciberespacio. ¿Entiende lo que quiero decir, David? La necesidad de alejarme de mi hermano y sus letales colegas se ha transformado en una bendición. Los caminos del Señor son inescrutables. Es una verdad que encontramos una y otra vez. Lo único que hace falta es una mente y un corazón abiertos. —Jonah parecía cada vez más radiante.
Gurney se preguntó si se había producido un movimiento leve en la iluminación. Sintió la urgencia de apagar el brillo.
—Entonces recibió una segunda bendición, más grande todavía, con la muerte de Carl.
La sonrisa de Jonah se hizo más fría.
—Eso es cierto. Una vez más, no hay mal que por bien no venga.
—Aparentemente mucho bien. He oído que los activos de Spalter Realty valen más de cincuenta millones de dólares. ¿Es cierto?
El entrecejo del hombre se arrugó, pero su boca no perdió la sonrisa.
—En el mercado de hoy es imposible decirlo. —Hizo una pausa y se encogió de hombros—. Pero supongo que, poniendo o quitando una cantidad significativa, es un cálculo tan bueno como cualquier otro.
—¿Es cierto que antes de la muerte de Carl no podía tocar ese dinero, pero que ahora usted lo recibe todo?
—No yo. La Catedral. Yo soy simplemente un conducto. La Catedral es de suprema importancia. Es mucho más importante que cualquier individuo. El trabajo de la Catedral es lo único que importa. Lo único.
Gurney se preguntó si aquello era una amenaza no tan sutil. No obstante, en lugar de abordar la cuestión de cara, decidió cambiar de dirección.
—¿Le sorprendió el asesinato de Carl?
Esa cuestión desencadenó la primera vacilación perceptible en Jonah. Puso los dedos en campana delante del pecho.
—Sí y no. Sí, porque uno siempre está inicialmente desconcertado por esa forma definitiva de violencia. No, porque el asesinato no era un final sorprendente para la clase de vida que llevaba Carl. Y podría imaginar fácilmente que alguien cercano a él pudiera obrar así.
—¿Incluso alguien como Kay?
—Incluso alguien como Kay.
—¿O alguien como usted?
Jonah envolvió su respuesta en un rictus serio.
—O alguien como yo. —Miró de una forma nada disimulada a su reloj.
Gurney sonrió.
—Solo un par de preguntas más.
—Tengo un webcast en directo programado para dentro de diez minutos, pero adelante, por favor.
—¿Qué opina de Mick Klemper?
—¿Quién?
—El investigador a cargo del asesinato de Carl.
—Ah, sí. ¿Qué opino de él? Pensaba que podría tener un problema con la bebida.
—¿Le interrogó?
—No lo llamaría interrogatorio. Hizo unas pocas preguntas en el cementerio ese día. Me pidió mis señas, por así decirlo, pero nunca se puso en contacto conmigo. No me pareció particularmente listo… o de confianza.
—¿Le sorprendería enterarse de que manipuló algunas pruebas?
—No puedo decir que sería una gran sorpresa. —Inclinó la cabeza con curiosidad—. ¿Me está diciendo que usó medios ilegales para conseguir que condenaran a Kay? ¿Por qué?
—Eso también es confidencial y forma parte del proceso de apelación en este momento. Pero plantea una cuestión importante. Suponiendo que Kay no matara a Carl, obviamente alguien lo hizo. ¿El hecho de que el asesino real esté libre le preocupa?
—¿Por mi propia seguridad? En absoluto. Carl y yo estábamos en lados opuestos de cualquier decisión profesional, de cualquier acción propuesta para Spalter Realty, así como en cualquier cuestión personal que haya surgido alguna vez entre nosotros. Nunca tuvimos los mismos amigos, los mismos objetivos, los mismos nada. Es altamente improbable que tengamos el mismo enemigo.
—Una última pregunta. —Gurney hizo una pausa, más por causar un efecto dramático que por alguna indecisión—. ¿Qué diría si le contara que la muerte de su madre podría no haber sido accidental?
—¿Qué quiere decir? —Parpadeó, aparentemente atónito.
—Han salido a la luz indicios que relacionan su muerte con la de Carl.
—¿Qué indicios?
—No puedo entrar en ello. Pero parecen convincentes. ¿Se le ocurre alguna razón por la que la persona que puso a Carl en su punto de mira podría haber hecho lo mismo con su madre?
La expresión de Jonah era una mezcla de emociones congelada. La más reconocible de todas, el miedo. Pero ¿era miedo a lo desconocido? ¿O era miedo a que lo desconocido se conociera? Negó con la cabeza.
—No…, no sé qué decir. Mire, necesito saber que…, o sea, ¿de qué clase de indicios estamos hablando?
—Ahora mismo, es una parte confidencial del caso de apelación. Me ocuparé de que esté informado lo antes posible.
—Lo que está diciendo es… absolutamente descabellado.
—Sé que lo parece, pero, si se le ocurre cualquier explicación, cualquier escenario que pudiera conectar las dos muertes, por favor, hágamelo saber enseguida.
Él se limitó a asentir con la cabeza.
Gurney se decidió por otro cambio de dirección abrupto.
—¿Qué opina de la hija de Carl?
—¿Me está preguntando si… podría haber matado a su padre? —dijo, tras tragar un poco de saliva y removerse en su silla—. ¿Y también a su abuela? —Parecía perdido—. No tengo ni idea. Alyssa no es una persona sana, pero… ¿su padre? ¿Su abuela?
—¿No es sana en qué sentido? ¿Puede ser más concreto?
—No. Ahora no. —Miró su reloj, como si estuviera desconcertado por la hora que era—. De verdad he de colgar. De verdad. Lo siento.
—Última pregunta: ¿quién más podría haber querido matar a Carl?
Jonah puso las palmas de las manos hacia arriba, como para hacer entender que aquella pregunta le parecía frustrante.
—Cualquiera. Cualquiera que se haya acercado lo suficiente para ver la podredumbre que había detrás de su sonrisa.
—Gracias por su ayuda, Jonah. Espero que podamos volver a hablar. Por cierto, ¿cuál es el tema de su webcast?
—Perdón, ¿mi qué?
—Su webcast.
—Oh. —Parecía mareado—. El tema de hoy es: «Nuestro camino a la felicidad».