Sobran las palabras
La Comunicación es lo único que diferencia a las personas de los animales. Al principio, los hombres sólo se comunicaban con gruñidos, bueno, como los animales. Uno decía: «¡Gurrú!», y eso podía querer decir: «¡Caramba, hace buen tiempo!», o: «Tu padre es un alcohólico violento», y eso daba pie a malentendidos. Llamabas a información y decías:
—¿Me puede dar el teléfono del señor Gurrú?
—¿«Gurrú»?, ¿cómo se escribe «Gurrú»?
—«Gu-rrú».
—Lo siento mucho, señor, pero por «Gurrú» no me viene nada.
El lenguaje del gruñido era muy chungo, por eso ya casi nadie lo usa, sólo los conductores de autobuses:
—¿Me puede avisar cuando llegue a la plaza de España?
—Grrr…
—¿Que si me puede avisar cuando lleguemos a la plaza de España?
—¡Que grrrr!
Lo cierto es que no todos los conductores de autobús hablan con gruñidos, sólo los que son amables.
Como los gruñidos no funcionaban, los indios inventaron otra forma de comunicarse, las señales de humo. Servían para dar avisos urgentes; por ejemplo, para avisar a los bomberos de que había un incendio. Poco a poco se fue perfeccionando: «Querido tío Cansaliebres, estamos quemando tus muebles». O: «Tengo que colgar, que nos estamos quedando sin leñ…». Por eso en el Oeste no hay árboles, porque los indios los talaron todos para comunicarse.
Lo de las señales de humo era muy confuso: «¡Toro Sentado, Toro Sentado, levanta, que hay un incendio en la llanura…! Ah, no, espera, es mamá, que compremos pan de sándwich».
La gente ignora que para hacer mucho humo no usaban una hoguera, usaban un porro gigante. Para llamar había que ponerse a la cola y dar una calada. De ahí viene la expresión colocarse en fila india. Esto daba otros problemas, llegabas de noche y tu madre te decía:
—¡Has estado fumando porros!
—¡Pero, mamá…! ¿No me dijiste que llamara si llegaba tarde?
También es verdad que los indios no eran muy buenos hablando. Decían:
—Yo ser indio piel roja…
—Próxima vez que tú ir a Benidorm, tú echar crema.
Hablaban así, como el Maestro Yoda. ¡Que manda narices! El ser más sabio de la galaxia, el jefe de todos los jedis del mundo, siete carreras, máster del Universo, y dice: «La Fuerza muy presente en ti estar». Ya podía aprender español, que parece Michael Robinson. Te dan ganas de decirle: «¡Yoda, enano, habla castellano!».
Finalmente, lo de las señales de humo se dejó porque las palabras se las llevaba el viento. Entonces el Hombre inventó las palomas mensajeras, que tienen exactamente los mismos servicios que el teléfono. La única diferencia es que, cuando te llega la factura del teléfono, te cagas en Telefónica, mientras que con las palomas son ellas las que se cagan en ti.
También daban problemas. Por ejemplo, si te querían pinchar el teléfono, echaban unas miguitas de pan, y punto. También había mensajes que no llegaban: «Hoy se abre la temporada de caza». Como llegaban unas cuentas de alpiste tremendas se desechó.
Gracias a la inteligencia del Hombre —pues la inteligencia es lo único que diferencia a las personas de los animales— se inventó otro sistema de comunicación mejor: el morse, lo de ti, ti, ti… Mucha gente cree que lo inventó Morse, pero no, lo inventó su amigo Parkinson, quien se llamaba «Parkinson» porque era el hijo de Parking, el que inventó los garajes. Es lo que tienen los inventores, que son todos familia. Parkinson era primo de Alzheimer, que ahora no recuerdo qué inventó…
La gran ventaja del morse es que se podían decir cosas a larga distancia. Se hunde tu barco, le das al ti, ti, ti, y el mensaje de «S. O. S. nos estamos ahogando» llega tan tan tan lejos… que cuando acuden ya te has ahogado.
El morse se perfeccionó y se inventó la telegrafía con hilos, que son dos yogures atados con un hilo. Eso no ha funcionado jamás. Lo que oías eran los gritos del otro, diciendo:
—¿¡Se me oye!?
—¡Pues claro, y se te oiría mejor si no tuvieses un yogur en la boca!
Esto también se abandonó, sólo hay una persona que sigue hablando con los yogures, José Coronado. Lo que pasa es que nadie quiere hablar con él porque sólo sabe hablar de lo mucho que disfruta yendo al váter.
—José Coronado, ¿sabes que tengo un ordenador con tarjeta SD, módem, conexiones de fibra de vidrio…?
—¿Fibra? ¡Yo la fibra por las mañanas me la bebo!
Venga tomar fibra, venga tomar fibra… ¿Os habéis fijado en que José Coronado ya sólo puede hacer los anuncios sentado? Si se levanta… se vacía.
Venga tomar flora, venga tomar flora… Si se le escapa un pedo, sale un ramo de novia.
Lo único que diferencia a las personas de los animales es el inventar, y después de los yogures se inventó el teléfono. Inventar el teléfono tiene que ser muy frustrante, porque si inventas el avión te vas volando, si inventas el coche te vas circulando, pero si inventas el teléfono, ¿a quién llamas? Sólo puedes llamarte a ti mismo, y vas a estar comunicando. Luego se inventó Internet, lo último en comunicación. Internet es una red de ordenadores gracias a la cual, cualquier ser humano allá donde esté, en cualquier país del globo, a cualquier hora, y desde cualquier ordenador, puede tener a su disposición… toooda la pornografía del mundo. ¿Y qué hace ese tío? ¡Grrrñ! Volver al gruñido. Lo único que nos diferencia de los animales es que nosotros gruñimos de vuelta.