Las antenas parabólicas
Ha llegado la hora de hacer cuentas
Unos de los seres más exóticos y misteriosos de los años ochenta son las antenas parabólicas. Se presentaron como la panacea del ocio: «¡Por fin podremos ver los canales de todo el mundo…! ¡Jamás volveremos a estar aburridos!». Y no era para tanto.
De hecho, hay que estar muy aburrido para ver la parabólica. Por ejemplo, Eurosport. Ahí salen deportes inventados que no interesan a nadie. Parece que, cuando todo el mundo ha comprado ya los derechos de todos los deportes, llegan los de Eurosport y dicen:
—¿Ha quedado algo?
—Bueno… Ha quedado lo de los señores con gorro que barren el hielo.
También retransmiten la única modalidad de billar del mundo que no entiende nadie. Cuando metes la bola, llega uno vestido de camarero, la saca del agujero y la vuelve a poner en su sitio. Y carreras de todo tipo de vehículos, excepto coches, corriendo sobre todo tipo de superficies, excepto asfalto. Carreras de camiones en barro, tractores en serrín, motos sobre mayonesa… Salen unos señores tumbados en un monopatín que se tiran por las cuestas de su barrio. Es el único deporte en el que podría participar un cadáver y no notaríamos la diferencia.
Lo ves un rato, pero cambias, porque tienes la sensación de que en otro canal puede haber algo mejor y te lo estás perdiendo. Cambias a un canal alemán y pasa una cosa curiosa, sea lo que sea lo que estén poniendo, tienes la esperanza de que sea porno. A lo mejor ves a una monja que sale de un convento y el cerebro te dice: «Esa monja no lleva bragas. Ya verás…». Pero nada. La monja llega a un portal, abre la puerta un señor con bigote y dices: «Ahí. Ahora es cuando…», pero no. El señor le da una bolsa de ropa. La monja la coge y la lleva a una parroquia para los pobres. «Bueno, a lo mejor aquí…». Cuando la monja se pone a servir caldo a los mendigos ya lo dejas. Dices: «Venga, que se ponga unas bragas, que la pobre va a coger frío».
Cambias de canal. Ves unos cuantos anuncios de la vaca de Milka. Cambias. Ves un rato la RAI, donde parece que están siempre en Nochevieja, a todas horas tienen concursos con confeti… En la parabólica vemos cosas que jamás veríamos en la tele normal.
Siempre me pregunto qué pensarán los extranjeros al ver la televisión española. Por ejemplo, ¿qué pensarán los americanos al ver el Grand prix? Unos señores vestidos de bolos perseguidos por una vaquilla. Eso lo ven los de Eurosport y dicen: «Hay que comprar los derechos de este deporte».
¿Por qué vemos la parabólica si es un rollo? Hay gente que dice: «Es muy bueno para los niños para que aprendan idiomas». Ya. Los niños lo único que ven es El Chavo del Ocho… y el porno.
La gente ve la parabólica cuando está muy aburrida por si hay algo interesante en cualquier parte de Europa. Sólo te quedas tranquilo cuando haces todo el recorrido y compruebas que toda Europa se está aburriendo igual que tú. El problema es que ese recorrido te puede llevar cincuenta minutos y al terminar te queda la duda… ¿Y si mientras ha empezado algo en el primer canal? Y tienes que volver a empezar. Y así puedes pasarte horas.
Cuando cae la noche comienza el sórdido mundo de las televisiones locales y su programación porno de anuncios porno y chat porno con interferencias porno. Ponen una peliculilla porno como de gente que no se ha duchado, y debajo los telespectadores emprenden una relación epistolar porno pero sutil: «Hombre con pene gordo busca mujer tetona para amistad y lo que surja». Pero esto ocurre en las televisiones locales y eso ya es otra historia.