Sus hábitos alimenticios son nuestros desperdicios
Las papeleras jalonan nuestra vida desde la infancia. La papelera de colegio, por ejemplo, es una papelera que se alimenta de albóndigas de papel, de viruta de sacapuntas y de chicles. Lo malo de echar chicles en la papelera es que cuando la vacías… no se vacía del todo. Te asomas y ves chicles que llevan en el colegio más que algunos profesores. Que los alumnos deberían tratarlos de usted:
—¿Cómo está usted, señor Chicle?
—Muy bien, gracias.
La papelera de colegio tiene un sistema de vaciado automático por aspersión. Después del último recreo, cuando ya casi se ha acabado el día, alguien le pega un balonazo y sale todo por el aire como si fuera una piñata. ¿Y para llenarla? Pues haces una bola de papel y siempre apetece tirar a canasta. Lo malo es cuando no encestas, porque hay que ir a meterla. No sé por qué duele tanto, no sé si es el esfuerzo de levantarse o la humillación por no haber encestado. Lo peor es cuando te agachas, coges la bolita, lanzas y fallas otra vez. Te enfureces, lanzas con más fuerza y la bola de papel se sale. ¡Te dan ganas de meterte a ti en la papelera!
Aún hay algo peor que fallar tres veces consecutivas y que lo vea todo el mundo, que es cuando lanzas desde muy lejos, encestas, pero no lo ha visto nadie. Quieres contárselo a todo el mundo: «¿Me has visto? ¿Lo has visto? La he metido desde aquí, la he metido desde aquí…», y nadie te cree. «De verdad, os lo juro. Usted sí me cree, ¿verdad, señor Chicle?».
El reflejo de tirar a canasta es tan fuerte que ha habido que poner tapa en muchas papeleras, como en las de McDonald’s, por ejemplo. Si no tuvieran esa puertecilla que pone «Gracias», la gente lanzaría las bandejas desde la mesa.
Las papeleras de los cuartos de baño de las chicas también tienen una especie de puerta hermética y un sistema de compuertas como de cámara acorazada de banco. ¿Qué tipo de basura se echa ahí? ¿Compresas radioactivas? Yo creo que es para proteger a la basura del resto del cuarto de baño de las chicas, porque nosotros seremos unos cochinos, pero jamás dejaremos un cuarto de baño como lo dejan ellas. ¿Cómo hacen las chicas para hacer pis por fuera del váter? ¿Y por encima? Eso hay que proponérselo.
Existen también las papeleras de exterior, las de los parques. Éstas se alimentan de meriendas de niño y de pitillos de niñera, les huele el aliento a colilla y a plátano, un delicioso olor que les encanta a las avispas y a los mendigos. Muchas veces suceden encarnizadas luchas clandestinas entre avispas y mendigos por un periódico, en medio de un corro de coches con el motor en marcha, con los faros encendidos, y con gente apostando cifras multimillonarias, gritando:
—¿Cómo están las apuestas?
—¡Cien a uno por Rufus, el mendigo desdentado!
Las papeleras de la calle llevan una dieta más variada, se alimentan de Kleenex, tiques de cajero, latas de Coca-Cola… A no ser que se ponga cerca un señor a repetir propaganda. Entonces, ese día la pobre tiene indigestión de folletos. Te asomas a su estómago y está llena de publicidad de cursos de Informática. ¿Por qué el señor no tira los folletos directamente? Por el impacto publicitario, que es ese corto espacio que recorre el viandante desde que le dan el folleto hasta la papelera más cercana.
Ahora, con el reciclaje, las papeleras se han puesto muy exquisitas: «No, es que a mí sólo me gusta el papel». «No, es que yo sólo como envases». «No, yo sólo productos orgánicos». ¿Y si llegas con un vaso del Starbucks qué haces? Porque es envase, sí, pero es de papel y le quedan cosas orgánicas. Lo mejor es entrar en una tienda y echarlo en un paragüero.
Un paragüero es un objeto que, sin comerlo ni beberlo, se puede convertir en una papelera. En cuanto hay una bola de papel, se convierte en papelera. Otro objeto que se transforma en papelera es una tienda cerrada. De repente un día cierra un comercio, echa una reja y eso se convierte en una papelera improvisada. La gente va echando ahí basurilla, cascos de cerveza, vasos de cartón, bolsas de patatas, periódicos… Como nadie los quita, se cubren de polvo, y se crea un nuevo concepto, la «basura sucia». La basura, por mucho que queramos meternos con ella, es un producto fresco, del día, como la leche recién ordeñada o el pan recién hecho. ¿Estaremos ante la invención de un nuevo tipo de basura? Eso nunca lo sabremos.