Aperos que andan por casa

Los cojines

Sienten que te sientes

El origen del cojín es debido a la sensibilidad, el refinamiento y la delicadeza de la nalga humana. Un cojín se pone en todo sitio que no sea suficientemente cómodo para un culo humano. Ése es el motivo de su existencia.

Los culos son los cojines que las personas traemos de serie, un almohadilladito para que podamos sentarnos. Dice la Biblia que Dios, a quien no le gustan los culos, al principio nos hizo sin culo. Pero claro, cada vez que nos sentábamos se rompía la piel, se nos salía el esqueleto y dolía mucho, por eso nos puso este refuerzo.

Como Dios es sabio nos hizo culos sabios, culos que se desarrollan más o menos según lo necesitemos. Por ejemplo, la gente que pasa mucho tiempo sentada, en una oficina, o delante de un ordenador desarrolla un culo confortable y calentito.

Ahora venden una crema para la gente que no quiere tener culo, pero quiere tener cojín. Se trata de un gel antirreductor de Vichy que se anuncia en las farmacias con el póster de un culo estupendo que tiene un montón de botones cosidos como si fuera el cojín de una butaca.

Aquí viene una de las grandes dudas sobre los cojines: ¿Para qué les cosen botones? Te sientas y te los clavas.

Yo creo que la chica del culo con botones de Vichy aguanta menos sentada que la del anuncio de Hemoal.

Para encontrar respuestas me puse a estudiar el tema de los cojines desde el principio. El primer cojín se inventó en la Edad de Piedra, pero no tuvo éxito. Hicieron una pelea de cojines de piedra y murieron seis personas.

Luego hicieron rellenos mejores para las peleas: las plumas. Eso se ve siempre en las películas. Ves a Oliver Twist con un montón de niños peleándose en pijama y de repente se rompe una almohada y empiezan a salir plumas y plumas…

Por cierto, ¿en qué orfanato hay almohadas de plumas?

Posteriormente se hizo otro relleno, el de la gran esponja amarilla, que era como un gigantesco bizcocho amarillo sin sabor. Era un cojín pingüe y turgente, de una pieza. Más adelante aparecieron los cojines con relleno de trocitos de esponja color amarillo, azul, blanco… Éste era un cojín exangüe, porque cuando se rajaba iba escupiendo los trocitos gradualmente, hasta que un día lo ponías en el suelo, intentabas apoyar la cabeza en él, y ¡cloc!, la cabeza tocaba en el cemento.

Aún hay otro cojín más exangüe: el cojincillo fino como una hoja de papel que se pone en las sillas. Poner ese cojín ha sido una de las peores ideas que ha tenido el ser humano a lo largo de su Historia. Es evidente que ese cojín no quiere estar ahí, porque se escapa. Lo mejor que se nos ocurre es atarlo a la silla, pero rompe los lacitos… Si ese cojín deseara estar ahí, no sería necesario esposarlo al asiento.

Otro cojín interesante es el de taxista. Ése está en las últimas, al pobre se le ha borrado hasta el botón y se le ve el relleno.

Un primo del cojín es la almohada. Lo que pasa es que ahora la familia de la almohada ha crecido tanto que almohadas y cojines ya casi no se saludan. Existe la almohada cervical, llamada también almohada butterfly, en inglés, porque es una almohada con forma de mariposa para que el príncipe Carlos pueda recostar la cabeza y las orejillas. Buenas noches, dulce príncipe.