Consuelan a nuestra ropa cuando nosotros no estamos
La gente no se ha parado a pensarlo, pero en España hay más perchas que personas, y no hay una ley que las ampare.
Alguien debería legislar cuántas prendas de ropa se pueden poner, como máximo, en una misma percha, porque yo he visto perchas con más capas que una abuela en invierno. Eso es explotación laboral. Además, cuando hay una percha con cinco camisas, siempre te apetece ponerte la que está debajo de todas. Intentamos sacarla sin descolgar las otras. Es una labor de precisión, como desvestir a un bebé, quitarle el caparazón a una tortuga, o quitarle el caparazón a un bebé.
Hay perchas que no están para esos trotes, como las perchas de la tintorería. Esas perchas escuálidas no son dignas, están a medio camino entre la percha normal y el clip. ¿Qué pasa, que la ropa limpia pesa menos? No hay nada más incómodo que volver de la tintorería con un traje en una percha. La mano humana no está preparada para ello, la percha te siega el dedo o te agujerea la palma de la mano, son las dos opciones que hay, a no ser que seas el Capitán Garfio. Yo creo que el Capitán Garfio se dejó el garfio para llevar la ropa al tinte, porque tiene que ser un coñazo llevar esas levitas a la tintorería.
También se debería legislar qué prendas son merecedoras de ir en percha y cuáles no. Una corbata es merecedora de percha, pero una bufanda, no. Los pijamas o los bañadores no son dignos de perchas, pero un ambientador matapolillas, sí. Una chaqueta de traje, sí, pero una chaqueta de chándal, no. Una camisa, sí, pero una camiseta, no. Excepto en Zara. Allí las camisetas sí que van en perchas. Y los sujetadores, las camisetas de tirantes… Yo no sé lo que pasa en las perchas del Zara de chicas, que la ropa se resbala, como si las perchas estuvieran untadas con vaselina. Da la sensación de que la ropa de las chicas se suicida cuando pasa una posible compradora.
Las mujeres tienen una relación con las perchas que a los hombres se nos escapa. Un día entras en la bañera y hay una percha colgada de la ducha. ¡Cómo ha llegado esto ahí! Las mujeres saben cosas de las perchas que nosotros desconocemos. ¿Por qué ellas tienen derecho a usar perchas con pincitas? O esas perchas que son como una presilla con franela que muerde la ropa, una que tiene arriba como las bisagras de los armarios de la cocina. ¿Por qué a los hombres se nos oculta la existencia y la utilidad de esas perchas?
Los hombres tenemos nuestra propia percha, el galán de noche… Con ese nombre te imaginas a Paul Newman y el pobre galán de noche es más bajito que Danny DeVito. Es como un espantapájaros de dormitorio, como un robot de madera. ¿A quién se le ha ocurrido esa mariconada? Un galán de noche es una percha que ha salido del armario. Yo creo que se inventó porque los hombres siempre intentamos sacar la ropa de las perchas sin sacar las perchas del armario, y por eso alguien dijo: «Vamos a dejar la percha ya afuera».
Cuando intentas descolgar una camisa sin sacar la percha del armario, la prenda de al lado se desmaya. Deberíamos usar perchas más poderosas, como las que usan en los mataderos, que ponen un carnero desnudo entero y la percha aguanta. Menos mal que los del matadero no intentan colgar varios carneros en la misma percha, porque, si no, para sacar el carnero de abajo se iba a montar una buena.
Hay muchos más tipos de percha. Está la «percha bebé», esa percha blanca, almohadillada, con pespunte, que parece vestida de primera comunión. También existe la percha de los hoteles, que es un clavo de cabeza roma que encaja en una pieza de metal, a su vez va anclada en unos raíles de hierro atornillados al armario… ¡Y todo para que no las robes! ¡A que robo el armario entero y así las puedo utilizar en casa!
Pocas son las perchas que han viajado fuera de sus armarios. Las únicas perchas que han visto mundo son las perchas de los mercadillos ambulantes, que van de pueblo en pueblo en una furgoneta. Ellas sí que son cosmopolitas y elevan a la categoría de percha prendas como la chaqueta del chándal, el pijama o el bañador. Son tan abiertas de mente que tienen hasta la «percha braga aro», que es un aro con una braga crucificada dentro. Un tanga en ese aro parece un Jesucristo hecho de lentejuelas.
Ésas son las únicas perchas abiertas de mente, las únicas que pueden hacer que la situación cambie y que sus amigas no se queden colgadas.