Sólo las malas personas mejoran cuando no se muestran como realmente son
Unos de los seres más faltos de lógica del planeta son los disfraces. Los disfraces están mal concebidos desde el principio, porque nunca estás a gusto, o te mueres de calor o te hielas de frío. No hay término medio.
La gente se disfraza de oso, o de león, o de Teletubbie y se asan; y si se visten de caníbal, Tarzán o prostituta se mueren de frío. No tiene sentido. Yo propongo el disfraz templado: Teletubbie puta. Así, ni frío ni calor.
Desde pequeños, los disfraces nos hacen sufrir. Cuando es Carnaval en el cole hay que ir disfrazado y tu madre te hace un disfraz de Supermán con todo el cariño del mundo… pero que no cuela. El cariño no es un complemento indispensable en las ropas de los superhéroes. Tu madre te pone un pijama azul, unas katiuskas rojas, un cinturón rojo de charol de los que se ponía ella en los ochenta… Que, por cierto, mamá: ¿cómo podías salir tú con ese cinturón a la calle, que me daba vergüenza a mí llevarlo, y eso que iba disfrazado? Ella te lo ponía y ¡hala, ya eras Supermán!
En casa te convencían, pero luego llegas al colegio y eso no engaña a nadie. Están allí los Supermanes con sus disfraces de Josmar, con su «S» brillante en el pecho… y tú con una «S» que ha hecho tu madre con un rotulador Edding que al final ya no pintaba y está como a manchurrones. De repente dice la profesora: «A ver, los Supermanes que vengan», y todos te miran como diciendo «¿Tú donde te has creído que vas?».
Un disfraz de Supermán de madre se parece muy poco a un disfraz de Supermán de verdad. Yo me pregunto: Supermán, cuando era joven, ¿de qué se disfrazaría en Carnaval? ¿De pera?
Son momentos amargos que hay quien los sabe llevar, pero también hay a quien se le agria el carácter. Ésa es la gente que, en cuanto llega a la adolescencia, se disfraza de mecánico monstruo. Eso es de mala persona. En cuanto llegan los Carnavales deciden ponerse una careta de monstruo, un mono azul de mecánico y ya está: ¡mecánico monstruo! Ese tío no se lo ha currado mucho. ¿Qué ideas desecha una persona que se disfraza de mecánico monstruo? «Verdugo irlandés, no; cazador de focas, tampoco; mantis religiosa, me va a picar el traje… ¡Mecánico monstruo!». Y hala, a hacer fechorías.
Cuando la gente madura, hay dos maneras de enfrentarse al disfraz. Los que se lo curran mucho, que están dos meses antes cosiendo y pegando telas, que piden horas extras en el trabajo para hacer el disfraz… Hay quien se ha pedido una excedencia.
Y luego está la otra escuela de confección de disfraces que es «a ver qué hay por casa». Pillan una bolsa de basura, la escobilla del váter y van de bruja. Otra salida muy socorrida es la de los tíos que van de tías. Un vestido de tía, dos cojines y las piernas sin depilar, como de Macario… Un tío disfrazado de tía jamás queda bien, es muy duro ser tía y los hombres no tenemos huevos para ser mujeres. El hombre no está dispuesto a según qué sacrificios.
Luego el ser humano se hace mayor y las cosas cambian. Cuando uno es anciano te da la sensación de que el tiempo pasa más rápido y ya no te hace ilusión que llegue la época de los disfraces… Dices: «Otra vez lo de los disfraces… Mira, ¿sabes lo que te digo? Que me lo voy a poner… pero ya no me lo quito más». Y por eso esas batas de flores, esos zapatos de rejilla, esos pantalones por los sobacos, esas camisas color mantequilla que tienen un bolsillo muy grande en el pecho… No es ropa de viejo, es que se han puesto un disfraz y por comodidad ya no se lo quitan.