Las pipas

El cuento de la buena pipa

Una duda me corroe: un cacahuete flotando en una piscina… ¿sigue siendo un fruto seco? Con los frutos secos pasa como con el Telediario de la primera cadena, no hay información.

No hay nadie que nos diga: «¡Cuidado! Si ves un pistacho cerrado… ¡ni lo intentes!». ¿Por qué nos empeñamos en abrir ese pistacho? Es como intentar hacer el amor con la Nancy. ¡No tiene ranura!

Yo intenté informarme de todo esto cuando era pequeño. Me acuerdo de que mis padres me decían: «Mucho ojo, que a la salida del colegio hay un señor que da caramelos con droga a los niños». Yo lo estuve buscando y no había nadie. Lo único que había era uno que vendía pipas, lo cual me pareció una indecencia, porque las pipas son mucho más peligrosas que las drogas. Enganchan más. Abres una bolsa y ya no puedes parar… te anula la voluntad. Dices: «Bah, la última…» y es como cuando dices «Este año voy a estudiar todo desde el primer día».

Sólo hay una cosa que te puede sacar del trance de comer pipas sin parar: la pipa amarga. Encontrar una pipa amarga te corta el rollo, es como encontrar un pelo en un pezón. ¿Qué le ha pasado a esa pipa? ¿Por qué tiene tan mala leche?

Lo curioso es que encontrar una pipa amarga te corta el rollo, pero encuentras un palo y es una fiesta ¿Por qué? Es sólo un palo. Vas al campo y hay más.

Las cáscaras de pipa hay que escupirlas. Hay quien intenta sacárselas con el dedo, pero es imposible. Como las cáscaras están mojadas, cuando las vas a tirar se te pegan al dedo… y les das con otro dedo para soltarlas, y se te pasan a ese otro dedo, y entonces vas con la otra mano… Al final tienes una cáscara en cada dedo y tienes que meterlas todas en la boca y escupirlas para afuera.

Las pipas condicionan nuestro comportamiento. Una persona normal se sienta en un banco de forma normal, pero si le das una bolsa de pipas, automáticamente se sienta en el respaldo. Cuando uno come pipas en un banco se tiene que sentar en el respaldo, el asiento es para escupir las cáscaras. No vas a ser tan cerdo de escupir las cáscaras en el suelo…

Las cáscaras son lo que más nos gusta de las pipas. Las pipas peladas no tienen tanta gracia, y es por la misma razón que no tiene gracia tener diarrea, nos gusta que las cosas nos cuesten un poquitín.

Sin embargo, alguien se ha tomado la molestia de pelar todas esas pipas peladas. ¿Quién habrá sido? Imagino que le habrán pagado una fortuna porque le han tenido que quedar los labios como dos morcillas de Burgos. Y ahora que lo pienso, un fortunón y labios como morcillas de Burgos… ¿Habrá sido la duquesa de Alba?