Los grifos

Continuos goteos de narices en las paredes de las casas

Existen unos seres de gran generosidad que no son tratados con el respeto que se merecen: los grifos del hogar.

Cuando la gente caza un oso, un ciervo, un chimpancé o un ciempiés lo expone en casa, colgado en la pared como si se estuviera asomando. Los grifos, igual. Es como si alguien de la familia hubiera cazado un cisne de metal y lo hubiese puesto en la cocina, encima del fregadero. Sólo hay una cosa que diferencia a los grifos del resto de los animales disecados: su capacidad de echar agua.

Los grifos son seres dadivosos que nos ofrecen su arroyuelo cantarín, fresco en verano, calentito en invierno, tibio en los periodos de entretiempo. ¿Y qué hacemos nosotros por ellos? Nada. ¿Alguno de vosotros ha mirado cara a cara a un grifo para ver cuáles son sus inquietudes? Os invito a mirar al grifo a los ojos, al ojo azul y al ojo rojo, porque los grifos tienen los ojos de diferentes colores, como David Bowie, que también tiene los ojos de distinto color, uno azul y dos marrones.

En el grifo, el rojo sirve para el agua caliente. Mucha gente piensa que el agua caliente es igual que el agua fría, pero no, la caliente es más tímida. Tarda en salir.

Y es blanquecina. Aquí surge una duda que me arruga las yemas de los dedos: si la única diferencia entre el agua fría y la caliente es la temperatura, ¿por qué la caliente es blanquecina? Parece que lleva una aspirina disuelta.

Todos los grifos del hogar, el de la cocina y los del cuarto de baño, son una pequeña familia. Tienen la misma sangre, que es el agua que corre por sus venas, que son las tuberías. Pero aquí me asalta otra vez una duda que me eriza las papilas gustativas: ¿por qué el agua del grifo de la cocina sabe distinto al agua del cuarto de baño? Eso no tiene explicación científica posible. Dicen: «Es que vienen por conductos distintos». ¿Y qué pasa?, ¿qué hay tuberías de distintos sabores? ¡Pues que las hagan de fresa y menta! Además, tiene que venir por el mismo conducto porque, cuando cortan el agua, deja de salir en ambos grifos.

Se te queda una cara de idiota cuando cortan el agua… Abres el grifo, sale un hilito de agua, se acaba, se oye una especie de estertor y el grifo se queda como muerto. Y lo abres del todo. Tanto, que luego no sabes si lo estás abriendo o cerrando. Pero no sale agua. Y tú en la ducha, en pelotas, cagándote en todo. «Es que no avisan, es que no avisan…». No avisan, no… Hay un cartel que lleva dos semanas al lado del ascensor que pone «El jueves se corta el agua». Lo curioso es cuando vuelve. Primero el grifo tose, luego sale el agua de chocolate y finalmente todo vuelve a la normalidad.

Otro mal que pueden sufrir los grifos es el goteo incesante. Cuando los grifos tienen cierta edad, les sucede como a las próstatas de los jubilados, un continuo goteo. Eso es muy incómodo, sobre todo por la noche, porque no deja dormir a nadie. Cuando el grifo es mayor, lo que necesita es la compresión y la afable compañía de un fontanero. Viene un día con una llave inglesa, le retuerce el pescuezo al cisne de metal y eso ya no vuelve a gotear. ¡Ay, si los urólogos tuvieran llave inglesa! ¡Qué poco iríamos a sus consultas!