En todo momento oigo esa pregunta hecha por mi compañera, que parece decidida a ayudarme a entender las implicaciones de una vida que podría prolongarse siglos; implicaciones buenas y malas si se tiene en cuenta que muchos con los que tengo relación no vivirán ni la mitad de ese tiempo.

Siempre me ha parecido curioso que, mientras que los elfos pueden vivir cerca del milenio y los humanos menos de un siglo, los magos humanos a menudo alcanzan niveles de comprensión y poder que rivalizan con los de los mayores magos elfos. Parece claro que no es cuestión de inteligencia, sino de enfoque. Antes, siempre reconocía el mérito de los humanos en esto, por su sentido de la urgencia al saber que su vida, no seguirá, y seguirá, y seguirá.

Ahora me he dado cuenta de que parte del mérito de este equilibrio es el punto de vista elfo sobre la vida, y ese punto de vista no está arraigado en la falsedad ni la debilidad. Por el contrario, ese flujo de la vida más sosegado es el ingrediente que proporciona cordura a una existencia que contempla el nacimiento y la muerte de siglos. O, si se prefiere, es un flujo de vida segmentado, una sucesión de arranques.

Para mi sorpresa, ahora lo veo, fue el hecho de que Innovindil relatara sus relaciones más personales con compañeros tanto humanos como elfos lo que dio claridad a la idea dentro de mi mente. Cuando Innovindil me pregunta ahora «¿Sabes qué es ser elfo, Drizzt Do’Urden?», puedo esbozar una sonrisa sincera y tranquila, con seguridad en mí mismo. Por primera vez en mi vida, sí, creo que lo sé.

Ser elfo significa encontrar tus distancias en el tiempo. Ser elfo significa vivir varios períodos de vida más cortos. No es que se renuncie a la sensibilidad de mirar adelante, sino encontrar también segmentos de tiempo emocionalmente tranquilos, períodos de vida más cortos en los que existir. A la luz de esa comprensión, la pregunta más pertinente para mí pasa a ser: ¿dónde está la medida de bienestar de tales existencias?

Hay muchas realidades que dictan esas decisiones…, decisiones que, a decir verdad, siguen siendo más subconscientes que deliberadas. Ser elfo es sobrevivir a tus compañeros si éstos no son elfos; incluso si lo son, la relación rara vez perdura durante siglos. Ser elfo es deleitarse con los preciados momentos de tus hijos —si es que son semielfos e incluso si son elfos puros— y saber que es posible que no te sobrevivan. En ese caso, sólo hay consuelo en la profunda y arraigada creencia de que tener esos hijos y disfrutar esos pequeños períodos de gozo fue una verdadera bendición, y que esa bendición supera la profunda desdicha que cualquier ser sensible, sin duda, experimentará, con la muerte de un vástago. Si la posibilidad muy real de que uno puede sobrevivir a un hijo, aun si ese hijo ha disfrutado de todo el periodo de su esperanza de vida, impide que una persona tenga hijos, entonces la tristeza por esa pérdida es doble.

En ese contexto, sólo hay una respuesta: ser elfo significa celebrar la vida.

Ser elfo es deleitarse con los momentos, con el amanecer y el ocaso, con los imprevistos y fugaces episodios de amor y de aventura, con las horas de compañerismo. Es, principalmente, no quedarse paralizado nunca por el temor a un futuro que nadie puede prever, ni siquiera si las predicciones te conducen a las aparentemente obvias —y a menudo desalentadoras— conclusiones.

Eso es lo que significa ser elfo.

Los elfos de la superficie, al contrario que los drows, danzan y cantan a menudo. Con esto se obligan a vivir el presente, el momento, y aunque quizá estén cantando sobre héroes y hazañas de un pasado lejano o de unas profecías aún por cumplirse, en la canción viven el momento, el presente, asiendo un instante de gozo o de reflexión y aferrándose a él con tanto afán como cualquier humano.

Un humano puede proponerse tener una «gran vida», convertirse en un poderoso líder o un sabio, pero para los elfos el paso del tiempo es demasiado lento para unas ambiciones tan inequívocas y concluyentes. Se dice que la memoria humana es corta, pero eso también es válido para los elfos. Los héroes humanos de un canto, largo tiempo muertos, sin duda se parecían muy poco a la imagen que de ellos tienen los bardos actuales y su audiencia, pero eso también ocurre con los elfos, ¡aun cuando es probable que esos bardos elfos conocieran a los protagonistas de sus cantares!

Los siglos nublan y mudan los recuerdos, y las lentes del tiempo alteran las imágenes.

Entonces, una gran vida para un elfo es consecuencia de un momento histórico aprehendido correctamente o, más a menudo, de una serie de pequeños acontecimientos conectados que finalmente se sumarán a algo más allá de las partes. Es un proceso continuo de crecimiento, tal vez, pero sólo por acumulación de conocimiento experimental.

Sobre todo —ahora lo sé—, ser elfo significa no paralizarse por un futuro que no se puede controlar. Sé que voy a morir. Sé que las personas a las que amo morirán un día, y en mucho casos —¡imagino, pero no lo sé!—, morirán mucho antes que yo. La certidumbre es fuerza y la suposición no sirve de nada, y preocuparse por suposiciones aún sirve de menos.

Ahora lo sé, y por eso estoy libre de las ataduras del futuro,

Sé que cada momento debe atesorarse, gozarse, destacarse del mejor modo posible.

Ahora conozco el punto débil de las ataduras de la zozobra, inútil. Soy libre.

DRIZZT DO'URDEN