Acompañé a don Tadeo al camposanto. Antes le metí a la chavala en la cartilla los ochenta billetes. Comí en La Pachanga una paella de carne por poco menos de cuatrocientas pelas; un precio arreglado. Luego subí a casa a ver el culebrón pero a los cinco minutos lo quité porque me aburría de muerte. A la noche volví donde La Pachanga y cené unos huevos con chorizo por trescientas cincuenta cucas. Tengo que hablar con el chico. He dormido mal.
4 noviembre
Saqué al patrón a dar un garbeo. Desde hace días no ha vuelto a hablar del premio Nobel. Para mí que ha tenido malas noticias del don John ese de los cojones. Almorcé una fabada en La Pachanga. Parecía dinamita y he pasado la tarde con un entripado de aquí te aguardo. El culebrón, una pendejada. Como me olía, el Claudio era hijo de doña Julia, hijo de soltera, se sobreentiende. Subí un poco de queso y fruta para cenar. He dormido mal.
6 noviembre
Estuve en el parque con don Tadeo. La cogió modorra con que me veía alicaído desde hace una temporada. Preferí no darle carrete. Los trapos sucios se lavan en casa. En La Pachanga me eché al cinto un potaje que no se lo salta un torero. Cené queso y fruta. Nadie ha llamado al teléfono ni a la puerta en todo el día de Dios. Esta casa parece un funeral. A pesar de las píldoras no consigo pegar ojo.
8 noviembre
La Pachanga se descolgó hoy con un cocido montañés que me dio flato. En toda la santa tarde no he hecho otra cosa que eructar. Empieza a cansarme la cocina de esta tía. Comas pichones o solomillo todo tiene el mismo gusto, todo sabe a pienso compuesto, como yo digo. Claro que por cuatro pesetas tampoco va uno a exigir cocina francesa. Melecio subió a casa esta noche y encontró todo manga por hombro. Lo que yo le dije, no me apaño sin la chavala. Me preguntó dónde creía que pararía, y yo que fijo en una residencia, pero que adivinase cuál porque ninguna la disgustaba. Me ayudó a hacer el orden y, al final, le confesé que uno no se da cuenta de la importancia de una mujer en casa hasta que falta. Tengo que hablar con el chico.
9 noviembre
Amaneció un día soleado y anduve un rato en el parque con don Tadeo. Porfío que me encontraba triste pero que la tristeza daba a mis ojos una profunda expresión muy bella. Y lo que son las cosas, en lugar de cabrearme, me gustó que dijera eso. Todo hombre, hasta el más duro, agradece una palabra amable. En La Pachanga me manduqué un filete de novilla con patatas pero también tenía gusto a pienso compuesto. Digo yo si será el aceite. Y la dolorosa, con postre y vino incluido, montó el billete. La Pachanga esta de los huevos se está subiendo a la parra.
10 noviembre
Esta mañana, por hacer algo, me cambié de lado la raya del pelo. Con esto y el abrigo de mi patrón parecía un lord inglés. A don Tadeo se le alegraron las pajarillas al verme. Primero me cogió una mano, luego sacó un peine y me atusó los pelos del colodrillo que según él se desmandaban. Le dejé hacer. Luego anduve todo el día violento. No veía el momento de poner la raya en su sitio. Busqué las calles menos concurridas para volver a casa.
11 noviembre
Subí del supermercado unas latas y dos docenas de huevos. Con las latas, almuerzo, y con los huevos, ceno. Mi difunto padre, que gloria haya, agujereaba con una punta los extremos del huevo y los sorbía como si fuese la pata de un centollo. Hoy hice lo propio y ciertamente tienen buen paladar. El teléfono sonó a última hora. Un tolondro que se había equivocado. El silencio pesa y si no fuese por lo que alborotan los chaveas del quinto esto sería una tumba.
12 noviembre
Pasé por el banco y le conté a mi sobrino lo de la Anita. Él que tranquilo, tío, que ya volverá, que lo importante era haber salvado los cuartos. Le pregunté si de veras creía que eran más importantes las pelas que la mujer, y él que no era eso, pero que la mujer vuelve y las pelas no. ¡Que su boca sea un ángel!
14 noviembre
Hubo carta del «Un, dos, tres…». Nos invitan de sufridores para el día 25. ¡A la vejez, viruelas! La carta trae un número de teléfono para confirmar la asistencia. De primeras pensé decirles que nones pero, bien pensado, me pareció una pendejada. A falta de la parienta puedo ir con mi nuera, la Ulpiana, o la misma mujer del Partenio. Para lo que hay que hacer allí, cualquier analfabeta vale. Así que les dije que mi señora estaba enferma e iría con una amiga. Bueno, pues los cipotes que ni hablar, que con la de la fotografía o nada. Les hice ver que, bien mirado, se parecían, y los panolis que lo sentían, que únicamente podían ir los inscritos o los suplentes elegidos ante notario. Por ver si cantaba la gallina les anticipé que a lo mejor mi señora se restablecía para esa fecha pero el cabezón de él, que ya no era tiempo, que el día 15 tenía que estar cerrado el programa. Los mandrias estos son como Dios los ha hecho.
19 noviembre
Don Tadeo dale con que por qué no me dejo definitivamente la raya del lado derecho. Lo que yo le dije, que se me hace raro, que no me veo. Y él que todo es cuestión de costumbre. Hacía frío y en el parque no había un alma. A saber qué tramará este hombre. De regreso me contó que el fiscal había pedido cinco años para el Silvio Amado y que a él le sabía mal meter antecedentes al muchacho, pero no veía otra salida. Tengo que hablar con el chico.
21 noviembre
La Sonia y el Lorencín ya pueden dormir tranquilos. Hoy rompí definitivamente con don Tadeo. Todas las cosas tienen un límite. Y si lo siento es por el problema internacional del manduque. Porque si yo ingreso a la parienta veinte billetes más de los que le saco mensualmente al patrón, a ver qué puedo hacer ahora con la limosna del paro. Habrá que comer de lo vivo, aunque todos sabemos lo que dura el jamón una vez que se empieza. Pero, bien mirado, ¿qué otra salida quedaba? Porque el marica de él no me dio a elegir. Ya me chocó un apretón así en pleno paseo. Pero aguanté mecha. O sea le ayudé a bajar al urinario y le puse delante de la taza sujetándole por detrás. En mejor plan, imposible. Bueno, pues el cacorro de él iba encendido y se lanzó, o sea que hiciera el favor de desabotonarle la botica, que con una mano inútil y la otra en la pared no podía valerse. ¡Habráse visto desahogo! Se me hincharon las narices y que eso sí que no, que aguantar le aguantaría el tiempo que hiciera falta, pero de ahí no pasaba, que por lo demás podía mearse tranquilamente por la pata abajo. Y mano de santo, como suele decirse. Se desabrochó la bragueta, sacó el pájaro y orinó a la chiticalla, cuatro gotas. Luego, una vez que salimos, se quedó cortado mientras yo le daba un repaso. Y cuando le ordené que a casita, a casita, que entró en el ascensor más manso que un cordero. Y, según me pagaba doña Asunción, que hoy tocaba, le dije que lo sentía pero que era mi último sueldo, que me largaba, y ella ni rechistar. Y con las otras dos, doña Cuca y doña Heroína, tres cuartos de lo mismo, y que su hermano les explicaría las razones de mi marcha. Y ellas ni pío. Tengo para mí que estas tipas saben de su hermano bastante más de lo que aparentan. ¡Anda y que les den morcilla a todos!
23 noviembre
Hice un lío con el abrigo, la americana, las camisas, las corbatas y los zapatos de don Tadeo y se los mandé a casa con el chico del Partenio. A semejante capullo mejor no tener nada que agradecerle.
24 noviembre
La casa se me viene encima. Parece que no, pero el paseíto con don Tadeo acortaba la jornada. Encima, sin la parienta, el día se hace más largo que una peseta de tripas.
He cogido el gusto a sorber los huevos como hacía mi difunto padre y, con una pinta de azúcar en el agujero, más finos que las yemas de Santa Teresa.
25 noviembre
Estuve pendiente del «Un, dos, tres…». Los suplentes eran dos paletos de Pamporcino que aguantaron el programa metidos en una jaula y vestidos de presidiarios. ¡A la chavala y a mí nos podían venir con esas! Pero, entre chorrada y chorrada, acabaron llevándose un apartamento en la Manga del Mar Menor. ¡Toma del frasco! Imaginé a la parienta viendo el concurso en alguna parte sin sospechar que la presidiaría tenía que haber sido ella. En menos de tres días he perdido un salario de 60.000 pelas, pela más, pela menos, y un apartamento en la
Manga del Mar Menor. Total, que he hecho un pan como unas hostias.
26 noviembre
Me llamó la poli a declarar. Llevaba tanto tiempo en silencio que no acertaba a callar la boca. Bien mirado no saqué nada en limpio salvo que la Faustina y el sereno de la serrería estaban también compinchados. Pregunté al jefe quién había hecho las fotografías y él que la misma Encarna, o sea, la Patro. Y fue la propísima la que organizó el tema del Don Sebastián. O sea, fue la susodicha la que entretuvo a la chavala mientras yo metía mano a la otra. La Faustina me encoñó a cambio de un porcentaje en los beneficios. Salí de la comisaría aliquebrado. Para una vez que creí haber conquistado una mujer, me la pegan con queso. El jefe, que esto suele ocurrir con tipos que se creen tenorios y son más infelices que un cubo. ¡Jódete y baila!
27 noviembre
Algo me sentó mal ayer, el interrogatorio, la cena o la soledad. ¡Vaya usted a saber! El caso es que a media noche me puse a echar forraje por arriba y por abajo que no paraba. Para mí que es un entripado. A mediodía me subió la temperatura y temblaba como una hoja. Me llevé la tele a la alcoba y me acosté, pero a los diez minutos ya estaba en el water. No he pegado ojo en toda la noche. Lo que faltaba para el duro, vamos.
28 noviembre
Me voy como una canilla, por arriba y por abajo. Me eché al cinto un vaso de agua de limón pero fue peor el remedio que la enfermedad. No tardé ni cinco minutos en devolverlo. He pasado la tarde en la tele, con el mando a distancia pero sin fijarme siquiera en lo que salía. ¡Manda cojones!
30 noviembre
Sigo con la escurribanda. La temperatura no baja de 39°. Ni fuerzas tengo para llegarme al teléfono.
Me voy por la pata abajo. Llevo más de siete días sin comer… No puedo ni… ¿Cuántos meses llevo enfermo?…
14 diciembre
La fetén es que gracias al Melecio he podido contarlo. Al parecer, el día 1 se presentó en casa y me encontró liando el petate, como suele decirse. A las tantas de la noche avisó a una ambulancia y me trasladaron a la UVI. Allí anduve seis días con el alma entre los dientes. Con los dichosos huevos había agarrado una salmonella de caballo y estaba deshidratado. Y ¿por qué regla de tres mi difunto padre, que se pasó la vida sorbiendo huevos, no agarró la salmonella? A saber… Total, seis días en la UVI y otros siete en observación. Según Melecio, la parienta se presentó el día 8, en cuanto lo supo. La mujer llegó llorando los kiries. Ahora, ya en casa, parece que marcho poquito a poco. Ninguno de los dos hemos mentado a la Encarna ni a la Faustina. Únicamente la dije esta mañana que el 14 del mes pasado nos llamaron del «Un, dos, tres…». Y ella que qué tal les había pintado, y yo que un apartamento en la Manga del Mar Menor. La Anita encogió los hombros y que si estaba de Dios ya nos volverían a llamar; y a lo mejor, para entonces, nos tocaba el apartamento y un coche…