Llegó don Tadeo en el rápido de Irún. Viene curtido y aparentemente más saludable el hombre. Pero cuando le saqué a dar un garbeo se agarró de mi brazo como una lapa. Me confesó que había aprovechado estos días para empezar un nuevo libro. Le pregunté que si de versos, y él que natural, que la prosa no la trabaja. Le dije que si tan distintos eran el verso y la prosa, y él que entre uno y otra había la misma distancia que entre Miguel Ángel y un pintor de brocha gorda. No quise preguntarle a qué Miguel Ángel se refería por no ponerle en un brete. Ya en casa me propuso, mientras dure la calor, dar el paseo a la caída del sol en lugar de a mediodía.
4 septiembre
A las ocho subimos al camposanto pero ya habían cerrado. Don Tadeo habló de volver mañana en el coche a las once de la mañana. Y en eso quedamos. Me anunció que el 7 del que viene tenemos conferencia en Zamora, en la Casa de la Cultura.
5 septiembre
De que la parienta bajó al bingo, empezó a sonar el teléfono y no lo dejaba. Cuando lo cogí no contestó nadie y eso que sentía el aliento del vaina que había llamado. Colgué, pero al minuto ya estaba sonando otra vez. Como nadie decía nada, acabé voceándole que por qué no le iba a hacer la barba a la zorra de su madre. Volví a colgar pero volvió a sonar. En vista del éxito dejé descolgado, lo olvidé y a la noche la chavala me puso a caldo.
7 septiembre
Salvo un fax del día 2 desde Ávila, no se sabe una palabra del Silvio Amado. Ya estamos. Esta tarde llevé al señor Piera al taller y estuvo un buen rato en el despacho del jefe. Salió muy alterado. Dimos un garbeo pero no llegó a franquearse. Lo único que dijo es que el Silvio Amado había aprendido las tretas del Toni demasiado pronto. Que el silencio del Toni fue su despedida mientras el del Silvio Amado era su presentación. Mal asunto.
10 septiembre
Al parecer el jefe de taller ha comunicado con todas las joyerías de Castilla y León interesándose por el Silvio Amado, pero quitando Zamora y Salamanca hace un mes, y Ávila, el 2 de éste, ninguna da razón. En casa del patrón se hablaba hoy chiticallando, como si hubiera un difunto. Le pregunté a doña Cuca qué podían valer las fornituras que llevaba el susodicho y ella que mucho dinero, que una millonada. Anduvieron porfiando si dar parte o no y, finalmente, terció doña Asunción que mejor aguardar a mañana, que nada ganaban con precipitarse.
12 septiembre
Apareció el coche del Silvio Amado sin conductor y sin maletas en Madrid, en la calle Doctor Esquerdo. La poli dice que lo mismo podía llevar ahí una semana. Don Tadeo declaró en comisaría que no creía que el Silvio fuera un ladrón sino la víctima de un secuestro. Pero doña Cuca lo echó todo a rodar al decir que era un muchacho a prueba y que inclusive desconocían si tenía antecedentes. El inspector preguntó cómo encomendaron tarea tan delicada a una persona sin padre ni madre, y ella que cosas de su hermano. Y todavía lo puso peor doña Heroína cuando dijo que Madrid no figuraba en el itinerario, aunque el jefe de taller, mirando por el patrón, salió con que tampoco era imposible que fuera otro el que hubiera llevado el coche a la capital. Los del Seguro andan agazapados, o sea, si el Silvio Amado ha sido secuestrado, pagan, si el ladrón es él, no, porque en ese caso la responsabilidad sería de don Tadeo.
13 septiembre
De que marchó la parienta el teléfono empezó con la murga del otro día. Lo cogía y a callar, aunque al mandria se le sentía respirar al otro lado. Por más que le voceé, él mutis, como tonto en vísperas. Acabé descolgando para que me dejara tranquilo.
14 septiembre
Hubo carta de don John. El andóbal desea volver a España para entrevistar al señor Piera. Dice que el Claustro de la Universidad está estudiando solicitar el premio Nobel para don Tadeo teniendo en cuenta su obra y el curso que dio allá por el año 58, que ya ha llovido. Por buenas componendas han determinado editar su libro Cogidos de la mano que, aunque corresponde a la primera época del señor Piera, les parece el más atractivo para el lector inglés. Con unas cosas y otras, el patrón andaba hoy en sus glorias y así que llegó a casa y sus hermanas le preguntaron si había novedades, respondió que sí, que le iban a dar el premió Nobel. Las hermanas se miraron como si estuviese majareta y, al fin, doña Heroína dijo que si era cierta la noticia lo celebrarían como merecía pero que lo que de momento urgía era encontrar al Silvio Amado con las fornituras. Don Tadeo perdió los estribos, y llamó a sus hermanas zorras interesadas, y dijo que se bastaba y se sobraba para correr con todos los gastos y que, por lo tanto, podían dormir tranquilas. A última hora estaba tan contrariado que habló de anular la conferencia de Zamora.
15 septiembre
Hoy refrescó y nos llegamos al parque, a la Fuente de Venus. Por allí andaba la mamá de Sonsoles con la chavala y, así que nos guipó, la agarró de la mano y se largó con viento fresco. Don Tadeo, muy preocupado el hombre, que si la habría ofendido en algo. Lo que yo le dije, que levante el dedo el que entienda a una mujer. Él, entonces, se puso a hablar de don John, de la que se iba a armar en la ciudad si le concedían el premio Nobel, y yo le pregunté si es que no habría más propuestas que la suya, y él que, como haber, habría cientos de ellas, pero que a alguno le tenía que tocar.
Y cuando le dije mi verdad, que eso era tan difícil como ir de sufridor al «Un, dos, tres…», él se atocinó y que ya estaba yo con mis comparaciones improcedentes. Camino de casa se le pasó el berrinche y me prometió que si un día le dieran el premio yo iría con él a Estocolmo en calidad de secretario.
16 septiembre
Anoche trincaron al Silvio Amado en el barrio chino de Barcelona. Aunque había malbaratado las fornituras, todavía le quedaba la calderilla. Don Tadeo dijo por teléfono que prefería no verle salvo si el señor juez lo estimase necesario. Al patrón le acobarda dar la cara y ha andado todo el día de Dios de la ceca a la meca, sin saber qué partido tomar. Cuando salimos, tardó más de veinte minutos en llegar al quiosco, a por el periódico.
17 septiembre
Hace tanto calor que hemos vuelto a los paseos de tarde. Entre dos luces nos fuimos al parque y don Tadeo soltó el mirlo: que le dolía tanto su fracaso con el Toni como la traición del Silvio Amado. Luego volvió a cogerla modorra con mi edad. Echándolo a barato le repetí que los 60 ya no los cumplía, y él que no me fiara del calendario, que con la barba rubia y la viveza de los ojos talmente parecía un muchacho. Me miraba sin dejarlo y únicamente decía: ay Lorenzo, Lorenzo. Según se echaba la noche las parejas empezaron a amartelarse y fui yo entonces y me levanté y le dije que andando, que se estaba echando el relente y podía constiparse. El marica de él me colocó la mano bajo el sobaco y que de qué tenía miedo, de qué huía, que no iba a comerme. Me puse de mal café y él debió de notarlo porque retiró la mano a escape. Y para quitar hierro empezó a hablar del Silvio Amado, que en la pensión de Barcelona había aparecido una maleta con fornituras y una libreta con 253.600 pelas en una sucursal del Banesto. ¡Buen prójimo! Cuando salimos a la Avenida, se le pasó el sofoco y anduvimos un rato en una terraza tomándonos una caña. Me anticipó que decididamente en Zamora hablará de la irrenunciable libertad del poeta.
18 septiembre
Nos sentamos en el mismo banco que ayer y don Tadeo me salió con que tenía poco vello y que si me importaba recogerme un poco la pernera. Me la subí hasta la rodilla y él que menos aún de lo que imaginaba, y lo que yo le dije, que el pelo de las piernas se cae con los años por el roce del pantalón. Él dijo entonces que por mi barba deducía que nunca había sido un oso, y yo que eso tampoco, pero aunque otra cosa creyera, era hombre de pelo en pecho. Me solté dos botones de la camisa y se lo mostré, y él que era una pelusilla insignificante. Don Tadeo se desabrochó la suya, y que, aunque rubio y fino, tenía más vello que yo. Llegados a este punto le dije mi verdad, que nunca había dado tanta importancia a los pelos, pero don Tadeo salió con que a él, no siendo excesivos, le gustaban inclusive en las mujeres y que no comprendía a algunas que se dejaban las piernas lisas como piel de culebra. Me preguntó qué pensaba yo sobre el asunto y, para poner las cosas en su sitio, le dije que a mí una hembra como Dios manda, depilada o sin depilar, me encalabrinaba y a mis años todavía era capaz de hacerla un favor.
De regreso, me contó que el día 25, a las 10 de la mañana, tenía una citación del juzgado. Y que su idea era no perjudicar al Silvio Amado, pero, al decir del jefe de taller, el muchacho estaba engallado y antipático y en esa actitud no era fácil ayudarle.
20 septiembre
Volvió la chicharra del teléfono. La Anita no estaba y le dejé sonar lo que quiso hasta que se cansó. Luego me pasó por las mientes que podía ser la Sonia desde Palma. ¿Quién me asegura a mí que la criatura no se ha adelantado?
21 septiembre
Se presentó el Lorenzo a media tarde. A pedir, para no perder la costumbre. El chaval este es un calco de mi hermana Modes. Que si la Sonia, que si las ruedas del coche, que si Benidorm… Para ponerle en situación le conté lo de la parcela, y él que eso me pasaba por fiarme de su primo José Antonio que no era más que un mermado. Por tener la fiesta en paz le largué dos de los grandes. Me hice a la idea de que había pasado un rato con la Faustina y punto.
25 septiembre
Acompañé a don Tadeo al juzgado. Al hombre le salió la torta un pan. Me tuvo a la puerta más de dos horas, o sea dos mil del ala. Cuando me avisó un ujier entré por él y le encontré como alelado, más pálido que un difunto. Le pregunté si le pasaba algo, y él sólo repetía por lo bajo: la jueza, la jueza. Ya en el coche me contó que la jueza porfiaba que lo del Silvio Amado parecía un problema de celos y que posiblemente la culpa no era sólo del muchacho.
26 septiembre
Hoy cayeron cuatro gotas. Se me hace a mí que es la despedida del verano. Don Tadeo aprovechó la lluvia para meterse con mis mocasines. Que esos zapatos no preservaban de la humedad y eran tan cutres que cuando me veía bailar un pie le daban ganas de devolver. Le dije mi verdad, que desde joven el mocasín de pala corta había sido mi zapato y así anduvimos a la greña hasta la hora de comer. Pero, al llegar a casa, doña Cuca nos aguardaba con dos pares de zapatos sobre la mesa: uno negro y el otro de color, abotinados los dos, de pala ancha y puntera afilada. Y, detrás de la mesa, doña Asunción y doña Heroína, como puestas de acuerdo, que me los probase. Yo me hice el soca, que no es de buena educación ceder a la primera, pero de que me probé los de color y vi cómo me caían me llegué donde doña Cuca y se lo dije; o sea la dije a media voz que sí, que me los quedaba y que Dios se lo pagase. La verdad es que este zapato tiene un qué que no tienen los mocasines.
27 septiembre
En toda la santa mañana don Tadeo no me ha quitado los ojos de encima. No sé qué será el zapato, me dijo al sentarnos, pero un hombre calzado deja de ser un proletario. Me gibó la salida y le dije que, lo pareciera o no, proletario era. Y él que ni hablar del peluquín, que el verdadero proletario era el del consabido uniforme: la viserilla y las alpargatas. Le iba a replicar pero me salió con que el día que llegó a Rusia un surtido de corbatas se acabó la revolución y me dejó con la palabra en la boca.
El zapato del pie izquierdo me manca un poco.
28 septiembre
Me encontré con el Ovejero en la calle Don Guindo. En la vida he visto un tipo más apocado y corto de genio. ¡La madre que le echó! Parece un doctrino, coño. Me contó que el Justito les había subido al fin dos pelas la pieza y ni el Partenio ni él se determinaban a repercutirlo. Lo que yo le dije, que o lo repercutían ya o se iban los dos al carajo. Él que hablaría con el Partenio, pero le vi tan encogido que se lo dije, o sea le dije que otros panaderos hay, que no se piense el Justo Redondo que tiene la exclusiva de los lechuguinos. Que no se suba a la parra, el tío. O sea, meterle el miedo en el cuerpo.
29 septiembre
Hoy me topé en el diario con un anuncio chocante: «El rey de las chapuzas: Ferretería, fontanería, electricidad, carpintería, persianas metálicas… Su casa a punto. Una chapuza para toda la vida. Precios arreglados». Como me imaginaba, el teléfono era el de Melecio. A la tarde pasé por su casa. Todavía no ha visto un duro de don Eleno pero está tranquilo. Hoy le llamaron cuatro clientes y los cuatro han quedado satisfechos. No me choca. Melecio, con esas manos, hace lo mismo a un roto que a un descosido.
30 septiembre
Volvió la chicharra del teléfono. Le cogí y se sentía respirar al tipo que llamaba. Le dije de todo y en todos los tonos pero él ni rechistar. No me gusta este cabrón. ¿Se puede saber qué se propone?