Se presentó en casa la Encarna, con la niña, a buscar a la parienta. Me sonrió, pero con sus ojos de perdiguero más parecía que llorara. Dijo que se la casaba la Noemi, y venía a pedir a la Anita que la acompañara a comprar el traje de novia. Por decirme algo amable sacó a relucir a don Tadeo, que me veía a menudo con él y que la Noemi, la niña, había leído un libro suyo en el instituto. La niña no decía un sí ni un no pero así que la menté al señor Piera, salió, muy marisabidilla, que era un montador de versos, un cursi y un figurín. La pregunté si tan malo le parecía, y ella que ésa era la opinión de sus compañeros, que, en lo tocante a ella, no leería un verso de ese señor aunque un día quemaran todos los libros del mundo menos los suyos. A la noche, me dijo la Anita que, pese a sus ojos caídos, la Encarna sabe ver y había mercado para la niña un traje de novia de fantasía que no le haría ascos una princesa.
3 mayo
¡Pucha madre! Si no lo veo no lo creo. Jugué a la bonoloto mi combinación preferida, 1-2-4-8-16-32, y aunque parezca mentira salió así pero con un punto más en cada cifra, o sea, 2-3-5-9-17-33. Eso es tener la negra. Comentándolo con la chavala, nos olvidamos hasta del culebrón. Y ya metidos en harina, escribimos veinte cartas a «El precio justo» y dieciséis al «Un, dos, tres…», que tampoco es tan fácil como la gente cree.
4 mayo
Don Tadeo, muy murrio, que no sabe nada del Toni. Que el último punto de que tuvo noticia, por otro viajante, fue desde Calatayud. Después se le ha tragado la tierra. El hombre está sobre ascuas.
5 mayo
Desde que volví de Mallorca ando descuajeringado. Desplazarme de aquí a la esquina ya me fatiga. Luego está la tos y el dolorcillo del costado. No le he dicho nada a la parienta pero ella porfía que tengo mala cara. Lo mismo me dijo doña Cuca esta mañana cuando recogí a su hermano. Al volver a casa entré en la primera botica y 67 kilos cuando hace nada pesaba 71. Por la tarde subí preocupado donde Melecio. Lo primero que me preguntó es si con la capulina esa que me tenía encoñado, lo hacía a pelo o con calcetín. Me callé lo del primer día y le dije que con calcetín, pero que tenía oído que el sida ése lo mismo se contagiaba por la saliva. Melecio me aconsejó que pase por el Clínico y pregunte por don Vicente, que es amiguete y de confianza. Le dije que bien pero que, de momento, mejor callar la boca y no dar tres cuartos al pregonero. ¡También gibaría que la dichosa Faustina me hubiera largado el muerto! La Anita me puso cara esta noche pero la dije que nones, que lo sentía pero que no podía ni con mi alma.
6 mayo
Estuvo la tele autonómica en casa de don Tadeo. Le hicieron una entrevista y le preguntaron hasta por la madre que le parió. El hombre se colocaba siempre del lado derecho para que no se le viese el párpado caído, y cuando le dijeron que mirase a la cámara, él que nones, que le parecía más natural hablar en escorzo. Total, no hubo manera de que diese la cara. En realidad, aprovechó la entrevista para dar un poco de incienso al don John, que estos temas del extranjero fardan mucho en la tele. Terminé la jornada para las cagas. En la cama me dio la tos y no podía parar. Dicen que el final del sida suele ser una neumonía atípica. Si esto mío no es una neumonía atípica que baje Dios y lo vea. ¡Estaría bueno que la zorra de la Faustina me hubiera endosado un paquete!
7 mayo
Don Tadeo olvidó hoy en el despacho una cuartilla con un verso tan tachado y corregido que sólo quedaban cinco palabras de la poesía original. Después, cuando salimos, como quien no quiere la cosa, le pregunté si corregía mucho sus versos y él, con todo el morro, que no, que para él crear era un acto mecánico y que, a veces, sin pretenderlo, hablaba en endecasílabos. Que corregir era el defecto de los poetas facilones, que cosen y recosen tanto sus versos que a mil leguas se notan las costuras.
Sigo cansado y toso como un perro. Compré un termómetro pero no pasa de 37°. La parienta porfía que tengo mala cara.
8 mayo
El señor Piera lleva unos días obsesionado con la telepatía. Al oírle esta mañana me temblaba la contera. Si llega a sacar el tema antes de cambiar de almohada me muero del susto. Dice que cuando jugaba al tenis le bastaba mirar al adversario y ordenarle mentalmente que fallara el saque para que las dos pelotas pegaran en la red. Pero, lo que yo le dije, don Tadeo, si eso fuese cierto usted hubiera sido campeón del mundo. El tío se atocinó y me preguntó si veía al tipo grueso del traje marrón que venía hacia nosotros y yo que qué hacer y él que anduviera al quite porque, al cruzarnos, nos iba a saludar. Pues mano de santo, al llegar a nuestra altura, el gicho del terno marrón se quitó el sombrero y usted lo pase bien, don Tadeo, y recuerdos a la familia. Y, no contento con eso, me dijo si veía a la señora enlutada que tomaba café en la terraza del Medellín, y yo, que faltaría más, y él que al llegar donde ella iba a preguntarle por su hermana Cuca. Pues mano de santo. Así que llegamos a su lado, la señora enlutada saludó con la cabeza y le preguntó al patrón por doña Cuca, que hacía varias semanas que no la veía. Me quedé viendo visiones, la verdad, y entonces le pregunté cómo con esas facultades no conectaba con el Toni y le hacía regresar a escape. Pero él que, no estando a la vista, el contacto no era fácil, que esto de la telepatía era como la tele, o sea necesitaba repetidores, aunque había mentes poderosas cuyo fluido alcanzaba los cien kilómetros salvando montes y valles. Y lo que yo le dije, que a ver si en el próximo libro utilizaba sus poderes contra el menguado ese que le había llamado pirotécnico y le desguazaba. No le cayó bien la broma y que esto no era más que un juego, que no me pensase que la vida podía controlarse a capricho por el poder de la mente.
9 mayo
Hoy ensayé con la chavala lo de la transmisión del pensamiento. A la hora de comer me concentré y la ordené mentalmente que me trajera el vino y la gaseosa, pero leches, fue ella y me trajo las vinagreras. Al acabar, volví a concentrarme y que enchufara la tele para ver el culebrón, pero que si quieres, ella me voceó desde la cocina que fuese encendiendo la tele que despachaba la fregadera en un pispás. Con tanta concentración y tanta pepla he acabado el día más molido que otro poco. Me duelen los ojos por la parte de atrás como si alguien hubiera intentado cascarlos con un cascanueces.
11 mayo
Dimos una vuelta por el parque. En la Fuente de Venus andaba la pequeña Sonsoles, pero su mamá la cogió de la mano y miró para otro lado en cuanto nos vio aparecer. También andaba por allí el muchachito rubio de la camiseta de Pensilvania pero, aunque nos sentamos en el banco de siempre, no vino ni una sola vez a orinar.
De regreso a casa, el patrón volvió a la carga con el Toni, que no le escribía, que no sabía ni dónde paraba. Le dije que estaría viajando y él que para decir estoy vivo, don Tadeo, y le recuerdo, bastaba con un poquito de voluntad. Le advertí que Toni le estimaba, pero él andaba hoy con la guitarra mal templada y saltó con que lo mejor que puede hacer un viejo a los 80 años es morirse.
Las piernas me pesan como si fuesen de plomo. La zorra de la Faustina me ha debido largar un paquete de libro. Tan acobardado ando que no me atrevo ni a ir al Clínico a ver a don Vicente. No he pegado ojo en toda la noche.
12 mayo
De madrugada me vino un ataque de tos tan fuerte que me quedé en cama y a mediodía no fui a buscar a don Tadeo. Me lloran los ojos y me duele la parte alta del pecho. Un sida de caballo, eso es lo que tengo. Uno sabe perfectamente el mal que padece. Además ¿qué adelanto engañándome? El primer día la Faustina me dio el pego. Creí que no era de la vida y lo hicimos a pelo. Me confié y lo que pasa. Ella habló luego del calcetín, cuando la cosa ya no tenía remedio. Mañana pido hora a don Vicente. Lo que hace falta es que el doctor no sea demasiado viejo para enfrentarse con estas enfermedades modernas. Esta noche me desperté más de seis veces tosiendo. Tengo una neumonía de puta madre.
13 mayo
Don Vicente se reía las muelas cuando le confesé que había estado con una capulina y creía que tenía el sida. Me dijo que el sida no era un repentón sino un proceso más o menos largo pero que, en todo caso, era mejor que acudiera a la sección de venéreas que tenía más medios. Le pregunté si es que él no podía hacer nada por mí y, muy atento, que tal vez pudiera, pero existiendo una sección especializada le parecía de cajón que fuese a ella. Me extendió un volante y me pidió que le mantuviera informado.
14 mayo
En el hospital me preguntaron más que el P. Astete. Me hicieron orinar en un tubo pero con los nervios no salía. Luego me sacaron sangre y otro médico me preguntó por la droga y mis hábitos sexuales. ¡La órdiga! Total que me volvieron tarumba.
Ando tan cachifollado que a ratos me dan ganas de encamarme y dejarme morir. Pero ¿qué adelanto con eso? La idea de que he pescado el sida no se me va del pensamiento. ¿Qué dirá la Anita cuando se entere? ¿No se lo habré pasado a ella también? ¿Y qué cara pondrá la zorra de la Faustina cuando sepa que va aliquebrada? A ratos me digo que es sólo aprensión, pero aprensión o no, lo cierto es que ando despatarrado, como si mis partes fueran de mantequilla y pudieran deshacerse con el roce del pantalón.
15 mayo
Paseé un rato con el señor Piera. Estaba buena la mañana y le obligué un poco camino del quiosco pero como si nada; diecisiete minutos. Es inútil todo lo que se intente con él. El culebrón no me interesó. Sentía tal agonía, que a las 4 agarré el R-l1 y me fui a la parcela. Y allí solo, entre los pinos, me entró una llorera del demonio. Después di un paseo para serenarme. En la cama me pesaba la ropa y me quité la colcha. Hoy, al afeitarme, me encontré cara de panoli. También debe ser cosa de la enfermedad.
16 mayo
El 16 de mayo será en lo sucesivo para mí una fecha memorable. Don Rogelio, el doctor, dijo que no, que de sida nada, que estaba como un geranio. Me temblaban los labios de la alegría y le pregunté por los síntomas, y él que qué síntomas ni qué ocho cuartos, que lo que yo tenía era una alergia primaveral. Me recetó unos comprimidos y me dijo que de mis fantasías mejor olvidarme. Me bailaban los ojos al salir del Clínico y, al pasar por la confitería, le compré a la chavala una tarta de chocolate. No me irás a decir que nos han llamado para el «Un, dos, tres…», dijo ella al verme. Ni por pienso, dije yo, es por el cabo de año de nuestra boda. Y ella que si estaba tonto, que el aniversario fue el 21 del mes pasado. Yo entonces lo eché a barato y la dije que también el simple hecho de estar vivo había que celebrarlo de vez en cuando.
17 mayo
Esta tarde se presentó la Encarna con un berrinche morrocotudo. Según dice, el novio de la Noemi anda liado con otra y la ha hecho una barriga. Yo le dije que peores cosas hay, que imaginase que la niña se hubiese casado con él antes de saberlo. Pero ella se arrancó a llorar con tal desconsuelo que parecía que los ojos de perdiguero iban a hacérsela agua. La Anita le preparó una tila y allí estuvieron las dos, de palique en la cocina, hasta las tantas.
20 mayo
Tres semanas sin ver a la Faustina. Esta tarde me di por vencido pero la vieja me salió con que para hoy no había hora. ¡No te giba! Quedamos en que mañana a las 8. En todo el día, que se dice pronto, no he dejado de pensar en ella. Que la chica lo merece es cosa sabida, inclusive que, tal como está la vida, diez billetes es un precio arreglado. Pero a mí me tiene intrigado si le cobrará al pívot lo mismo que a mí. ¿No irá el capullo de dormida de bóbilis bóbilis? A cualquiera que le diga que me he jubilado para meterme en estos berenjenales no se lo cree. ¡Bien pronto me he olvidado del sida! ¿Será cierto que también se contagia por la saliva? En cualquier caso, la candaja de ella sabe administrarse: Hoy no hay hora, mañana sí. Con estos aplazamientos lo normal es que uno vaya al día siguiente más encendido que de costumbre. De esto a subir las tarifas no hay más que un paso.
21 mayo
Todo fue tan de sopetón que todavía no se me ha pasado el sofoco. La Faustina y yo andábamos enredando en la cama cuando sentí que hurgaban en el picaporte. Me volví tal como estaba, o sea a culo pajarero, la mano en la teta de la Faustina, y entonces me veo a un tipo esmirriado, con mandilón gris y un sombrero de paja, apuntándome con una cámara. Sin saber bien lo que hacía le voceé que dónde iba con ese trasto, pero, antes de que acabara de hablar, el cabronazo ya había disparado el flash. Y conforme brinqué de la cama, dispuesto a partirle el alma, el cipote volvió a disparar y oí la voz de la Faustina que le decía: ¿qué te propones, Adrián? Pero el Adrián ya andaba en el callejón y yo seguía en porreta, orilla la cama, sin determinarme a dar un paso. La Faustina, entonces, se asomó a la ventana y llamó a la Macaría a voces pero la vieja ni se había enterado de qué iba la fiesta. Luego se llegó a mí y que nunca tranca la puerta, que siempre creyó que con los portones de la trasera bastaba y que lo más fácil era que el Adrián se hubiera escondido entre las pilas de tablones antes de cerrar la sierra. Fuera de mí la agarré por el cuello, apreté y a poco me la ventilo o sea, cuando la solté, estaba medio privada y me costó dios y ayuda volverla. Pero, de que abrió los ojos, la dije que hiciera algo, que se moviera, que buscara de una puta vez al Adrián o la pegaba una mano de hostias que ni su madre iba a reconocerla. Conforme la voceaba me di cuenta que estaba en pelotas y mientras me ponía la camisa y el pantalón, la Faustina se llegó a la salita y yo, con las del beri, tras ella, y ella que no me acalorara demasiado, que todo se arreglaría, que el Adrián era un pendejo que no tenía donde caerse muerto. Porfié que ella iba a encontrarle, aunque fuera bajo tierra, y la Faustina tan terne, que faltaría más, que valiente zascandil, que también ella estaba deseando cantarle cuatro verdades. O sea, la tía achantó la mui, se puso de buenas, como suele decirse, así que la advertí que volvería por la sierra a recoger los clichés o al mismísimo Adrián si lograba engatusarle, que lo mismo que iba a hacer con los clichés podía hacer con él y de seguro me quedaría más a gusto. Ella que tate, que el 25 me aguardaba y que llevara un remanente por lo que pudiera tronar, que conocía a estos granujas y nunca trabajaban por amor al arte. Me largué por no enzarzarme de nuevo, pero anduve corriendo calles durante una hora antes de volver a casa. Y todavía la parienta que vaya cara que traía, que parecía un desenterrado, que dónde había andado. ¡Lo que faltaba para el duro, vamos!
22 mayo
Pasé a intención por la panadería del Partenio. Andaban de arqueo y a uno se le nubla la vista de ver tanto billete junto. Al rato llegó la furgoneta blindada de Segurosa con dos agentes y se llevó los fajos. Le invité a unos vasos y le pregunté por la Faustina, la chica rubia que estuvo en la fiesta del Don Sebastián y de la que ya le había hablado. Pero Partenio no se aclaraba. Le dije que, según ella, era de Castrillo, separada, con dos nenas, pero el tío ni pun. Añadí que su padre, o sea el padre de ella, era compadre de Justo Redondo, el viejo, el panadero, pero el panoli no reaccionaba y quedó en preguntarle al chico. Le pedí que no lo dejara de la mano y él, entonces, me guiñó un ojo y que si valía la pena la chavala y que si lo hacía a pelo. Le sonreí por no desairarle y le dije que con calcetín, que a estas alturas a pelo ni con mi señora:
23 mayo
Me fui con la parienta a la parcela a ver si me serenaba, pero ya, ya. Esto de la urbanización es un cachondeo. Uno quiere engañarse con eso del oxígeno y el aire puro pero en el fondo está pensando en la tele y en el vaso con los amigos. El campo está bien para las ovejas. Ni el olor a espliego y a tomillo me encandila ya. Por si fuera poco, la parienta de morros, que ni amarrada volvía a traerla aquí. Lo que yo la dije, que si cogíamos el dos tampoco creyera que nos iban a poner falta. Y dicho y hecho, agarramos el coche y a las dos y media andábamos en casa. Nos dio tiempo de comer y de ver el culebrón tan ricamente. Esto es vida.
25 mayo
A las menos diez ya andaba en la calle la Morería. Pegué dos golpes en los portones pero como si nada. La mema la Macaría ni se dio por enterada. Hube de aguardar a que dieran las 8 en la torre de la catedral para que abriese la puerta. ¡Toma del frasco! La Faustina se había echado una rebequita azul sobre los pechos desnudos. La pregunté si había algo y ella que los clichés había, que ni tiempo le había dado al Adrián para revelarlos. Le pregunté a cómo iban y ella que a cincuenta el par. Me llevaron los demonios y que dónde coños podía encontrar a ese cabrón que le iba a tentar el bulto. Ella que qué más quisiera ella que saberlo, que el Adrián cambiaba de domicilio cada día. La dije que algún mandado iría a recoger la pasta y siempre se le podría echar mano y hacerle soltar el mirlo. La Faustina que lo olvidara, que en el barrio conocían al Adrián y era un tipo que sabía nadar y guardar la ropa. El caso es que no llevaba encima los cincuenta papeles y ella que cogiera sólo un cliché, que de ella podía fiarme y que fuera a recoger el otro el 15 del mes que viene. Le dije que de acuerdo, y ella levantó un pico de la tapeta y me lo entregó. Y allí andaba yo, saltando de la cama en pelota picada, mi mano en la teta derecha de la Faustina. Ella que yo estaba bien de cara, aunque la foto resultaba un poco comprometida. Debió de verme acuitado porque, sin venir a cuento, se puso a cimbrear las domingas y que si quería pasar un rato. Lo que yo la dije, que lo nuestro podía darlo por terminado. Ella, con todo el cuajo, que si dejaba el campo libre al pívot, y yo que el campo, la cama y el suplemento. Entonces se ajustó la rebeca sobre el ombligo y que el 15 del que viene me aguardaba para recoger el encargo.
26 mayo
Telefonearon a media tarde de casa de don Tadeo, que si podía ir para allá. Lo que tardé en calzarme los mocasines. La sala parecía un funeral. Todo el mundo hablaba a media voz y doña Cuca me dijo que el Toni había sufrido un accidente de automóvil y estaba en coma en el hospital de Zaragoza. Doña Asunción añadió que a Dios gracias las fornituras estaban a buen recaudo. El señor Piera, sentado en la mecedora, andaba hecho un lloraduelos, que no se encontraba bien y si podría llevarle mañana a Zaragoza. Le dije que a mandar, que para eso estaba y, mientras, me fui por orden suya a Ambulancias Garrido para encomendarles el traslado. Salvo la señal, que la pagué de mi bolsillo, no pusieron inconveniente. El bueno de don Tadeo quiere dar tierra al Toni en el panteón familiar. Rellené un montón de impresos y llamé a doña Cuca por teléfono para que me diera los datos.
27 mayo
Salimos temprano para Zaragoza, don Tadeo a mi lado y, detrás, doña Cuca. Hacía buena mañana y a mi patrón todo se le volvía decir que el campo estaba agostado. Hasta que me cansé y le dije que lo que estaba era casi en sazón, y él que, a pesar de todo, debía reconocer que agostado era un bello vocablo. Luego se puso a hablar de los pueblos, conque si era la cosecha la que ordenaba su vida, pero la cosechadora había venido a apuntillar la cultura rural, hasta que terció doña Cuca que le encontraba muy excitado y que procurase dormir un poco. Entonces fue ella la que cogió la vez y tuve que rogarle que candara el pico porque, de otro modo, acabaría perdiendo el control del coche. Con esta mujer se puede pasar un rato pero cuando se le calienta la boca es más tonta que un hilo de uvas.
Al llegar, la primera noticia fue que el Toni había fallecido y lo tenían metido en el frigorífico. Don Tadeo se puso loco, que lo sacaran de allí sin demora y montaran una capilla ardiente como Dios manda. Luego me encargó despachar la ambulancia, contratar el traslado con una funeraria y comprar unas flores. Cuando volví, se subía por las paredes, que al demonio se le ocurre comprar flores amarillas, que si no sabía que el amarillo traía mala suerte, y lo que yo le dije, que peor no podía tenerla ya el pobre Toni. El tío se mordió la lengua y ni rechistó. Luego me hizo llamar a casa para organizar el entierro en el panteón familiar. Doña Cuca, que está en las nubes, que si Toni en el panteón familiar, y él, entonces, se atufó y que dónde quería que diese tierra a un hombre que en la vida había representado todo para él. Doña Heroína telefoneó al poco rato poniéndose de parte de su hermana y se armó allí una olla de grillos que no había cristiano que parase. Finalmente don Tadeo dijo que si Toni no entraba en el panteón tampoco lo haría él el día que Dios le llamara, con lo que, al fin y a la postre, terminó saliéndose con la suya. Al caer la tarde me largué a cenar fuera y a buscarme una cama donde dormir. A las ocho hemos quedado con la funeraria en la puerta del hospital.
28 mayo
Regresamos sin novedad. En el funeral no seríamos arriba de veinte personas y en el cementerio, fuera de don Tadeo, un servidor y una hermana del difunto, puede decirse que no había un alma. En el corredor, en el anteúltimo nicho, metieron el cadáver del Toni orilla de don Edmundo, el patriarca. En el hueco siguiente, don Tadeo pegó un papel que decía: «Reservado para don Tadeo Piera». A la noche dormí en casa y la parienta que casi no me conocía. Lo que yo la dije, si a cuenta de mi ausencia caen diez mil del ala tampoco las vamos a hacer ascos.
29 mayo
Encontré a don Tadeo aliquebrado. Al cabo me confesó que en la cartera del Toni habían aparecido dos cartas muy efusivas de un tal Silvio Amado, y un soneto manuscrito del Toni dedicado a él. Toni me ha sido infiel, me dijo todo mohíno. Quise echarlo a barato pero él que su papel en esta historia resultaba desairado, que era como una de esas viudas cornudas que fingen desconocer los devaneos de su marido. La parienta, cuando se lo conté, no ha tenido más remedio que envainársela.
30 mayo
Pasamos por un cantero para que rebaje el hueco entre los nichos y poner allí una fotografía del Toni y otra de don Tadeo. Le pregunté extrañado al señor Piera que si fotografías en la sepultura y él que tal cual, que se trataba de una costumbre mediterránea que a él personalmente le gustaba mucho.
31 mayo
A primera hora cambiamos la rosa en el panteón. Por la tarde pusimos las fotos y una placa debajo: «Inolvidable guepardo… Amé hasta tus felinos desplantes». No quiero pensar en el bochinche que se va a armar aquí el día que se presenten en el camposanto doña Cuca y sus hermanas.