El año ha entrado tiritando. Se hiela la moquita, se hielan los charcos y el parque está blanco como después de una nevada. El hombre del tiempo aclaró ayer que eso no es nieve sino cencellas, pero en Pagoda, el pueblo de mi abuelo, llamaban carama a estas asperezas. En vista del tiempo, Prisca me anunció que el señor tomaría las once en la cama y que le aguardase en el despacho. Me senté a la mesa con la carpeta de los recortes y pasé el rato. El patrón es un tipo curioso. Los niños y los pobres son para él la única verdad del mundo. De los pobres dice que hay que cortar de arriba y añadir de abajo para que en el mundo reine la justicia. Pero lo que yo digo, el día que añadan de abajo ¿quién va a lustrarle las botas en la pajarera del Medellín? En una de estas cayó de entre los recortes una fotografía antigua. Era de don Tadeo, un don Tadeo joven y rubio, con el pelo planchado, y una sahariana blanca, saludando brazo en alto al Duque, que estaba tras una mesa. Y allí andaba con ellos don Ángel Lecumberri, el dueño del café del Norte, con treinta años menos, cantando. Remiré la fotografía y sin ninguna duda la sahariana mejor cortada, con diferencia, era la de don Tadeo. Luego, en el paseo, le dije que a él, por su edad, le tocaría hacer la guerra y él que qué hacer, con Yagüe desde el primer día, y luego de alférez provisional, en El Pingarrón y la Marañosa, pero que ni en un sitio ni en otro se topó con el Duque, con todo su golpe de camisa vieja. Ya le advertí que, en aquellos entonces, el Duque sería un mamoncillo si es que había nacido, pero él perdió la chaveta y que cuando uno tiene ideales y un par de compañones la edad no cuenta. El gicho la ha cogido modorra con el Duque.
5 enero
Sigue el frío. El parque parece de cristal y hasta el estanque se ha helado. Hoy se nos acercó un pobre y don Tadeo le largó con cajas destempladas. También puso a caldo al limpia del Medellín porque le untó de betún los bajos de los pantalones. La parienta sigue achucharrada. Desde el día de Navidad no levanta cabeza. ¿Es que se pensaba que la Sonia vivía en Mallorca como santa María Goretti?
7 enero
Don Tadeo volvió a preguntarme si había leído su libro. Le dije que sí para que callara la boca pero lo cierto es que me he saltado tres cuartas partes. Y ¿qué?, me preguntó. Le respondí que bien, que allí donde uno abre el libro todo está en orden. Lo dije a lo bobo, por las líneas cortas y las largas, tan parejas, pero coló y él que gracias, que eso era lo más hermoso que podían haberle dicho, que cuando uno, a cierta edad, hace un ofertorio, el orden debe ser lo primero. Me animé al oírle y entonces le guiñé un ojo y le dije que también había su poquito de sexo pero eso, en contra de lo que esperaba, no le gustó un pelo y volvió a lo del orden. Se quedó un rato mirándome y acabó diciendo que hasta ahora era lo más inteligente que le habían dicho sobre su libro y que me quedaba muy reconocido.
8 enero
Hoy se nos acercó otro pobre implorando una caridad. Don Tadeo le mandó repetir su muletilla, y el pobre le dijo entonces que una limosnita para poder comer. ¿Para poder comer o para poder beber?, le replicó riendo don Tadeo. Y me apretaba la bola para que yo riera también y que qué me parecía. Yo me encogí de hombros y se lo dije, o sea que, a mi entender, el gobierno había blanqueado las tapias pero dentro quedaba aún mucha miseria. Él dijo entonces si no sabía que los diputados querían subirse el sueldo en un 33 por ciento mientras el Ministerio de Economía aconsejaba no subir los salarios más del 6 si no queríamos arruinar al país. Volvió a amasarme el bíceps, que es cosa que siempre hace cuando se pone nervioso, y que qué opinión me merecía todo esto. Yo carraspeé, para ganar tiempo y, al fin, le dije lealmente que lo prudente sería que los diputados repartieran duros entre los pobres para que pudieran comprarse bocadillos. Vamos, a mi entender.
Cuando camina distraído, el patrón se tortolea menos y va más agudo. Hoy invertimos quince minutos en llegar al quiosco pero hasta que no bajemos del cuarto de hora no me quedo contento.
9 enero
Esta noche tuve una gresca con la chavala a cuenta del dichoso «Un, dos, tres…». Ella quería ir de protagonista pero ya la advertí que eso se quedaba para los niños bonitos, que a nuestra edad, podríamos darnos con un canto en los dientes yendo de sufridores. Ella se puso en lo último, que si en una jaula, y lo que yo la dije, que a cambio de un chalé en Torre vieja y tres coches en batería no tendría inconveniente en dejarme encerrar en una jaula y con dos leones dentro. Ella que por qué no mandábamos fotos antiguas, o sea de novios o de recién casados, a ver si colaba, pero lo que yo la dije, y cuando descubran el pastel nos ponen de patitas en la calle. Total que nos enredamos a voces, esas zambras que cuanto más gritas, más grito, que no conducen a ninguna parte. Después de todo la actitud de la parienta no es más que una cabezonada, ya que los sufridores se llevan el mismo premio que los protagonistas y sin necesidad de dar el callo además.
12 enero
Pasamos la tarde en casa. Al fin mandamos 26 cartas para sufridores al «Un, dos, tres…». La chavala estaba hoy más pajarera. Dice muy seria que si le toca la Ruperta se pone al tren.
13 enero
Esta mañana me confesó don Tadeo que las opiniones de los críticos no le preocupan; que lo importante es la opinión de la gente sencilla aunque no esté familiarizada con la poesía. Por eso antaño gozaba con los juegos florales, pero ahora los poetas progres se los han cargado porque no soportan el silencio reprobador del pueblo. Así me lo dijo. Le notaba nervioso y en estos casos me pega unos pellizcos en el bíceps que me deja el brazo para el arrastre. Y cuando eso ocurre ya sé que hay algo que no marcha y que más tarde o más temprano terminará soltándolo. Pero hoy no cantó la gallina hasta después de comprar el ABC. Entonces, se apoyó en la esquina del quiosco y me preguntó de sopetón si yo creía que él era un poeta pirotécnico. Le respondí que no, aunque no comprendía bien la pregunta. Y él que suponía que un poeta pirotécnico sería un poeta colorista, de muchos adornos; un poeta de fuegos artificiales. Yo asentía con la cabeza, porque en esos casos nada como dejarle largar ya que si le interrumpo me deja la bola hecha trizas. Y él dale con que un tal Juan Bernáldez escribía esta semana en El Cocodrilo que en Paraíso enigmático el señor Piera se despachaba con su pirotecnia acostumbrada y que qué entendería por pirotecnia el señor Bernáldez. A saber, le dije, y él que lo que digan los críticos se lo pasa por la entrepierna; que Tadeo Piera no será más grande ni más pequeño porque lo digan media docena de indocumentados. Camino de casa, don Tadeo se detuvo y me dijo que él tenía seguramente algo de barroco, y yo que quizá sí, señor Piera, y él que incluso bastante de barroco, y yo, que quizá sí, señor Piera. Y él fue entonces y dijo malhumorado: Barroco pase, pero de seguro un pirotécnico no soy.
16 enero
A don Tadeo se le cae el párpado de arriba del ojo izquierdo como si quisiera guiñarlo. Hoy se lo comuniqué a doña Cuca y me respondió que, desde Navidad, su hermano anda preocupado con el tema. A ella, en cambio, no le inquieta; o sea le parece un tic, una picardía juvenil. Además, ¡como es tan guapo!, me dijo con entusiasmo. Al parecer las tres hermanas están de acuerdo, inclusive doña Heroína cree que el tic acentúa el aspecto varonil de su rostro. A mí se me ocurre que el párpado se cae de puro viejo, pero ¿qué adelanto llevándolas la contraria? Lo curioso es que todo le viene a este hombre por el mismo lado y bien pudiera ser lo del ojo otra reliquia de lo de la pierna. A mí él no me había dicho ni mus pero hoy, al dejarle en casa, me preguntó con mucha guasa si sabía por qué guiñaba el ojo izquierdo y al contestarle yo que a saber, dijo con mucho retintín que para impedir que le deslumbrara su propia pirotecnia. El capullo la ha cogido modorra con el Bernáldez ese de los cojones. ¡Anda y que si le llegan a importar las críticas!
18 enero
Doña Heroína, que es el cerebro de la banda, me preguntó esta mañana si me importaría dedicar una hora del sábado o del domingo para llevar a misa a don Tadeo. Reconoció que ellas ya no podían con él y que cualquier día se les caía en plena calle y montaban el número. Me sorprendió el pedido, la verdad, pero ella debió entender que titubeaba, porque se apresuró a decir que esa hora se pagaría al doble como extraordinaria que era. Pero lo cierto es que yo andaba pensando en los recortes, cuando don Tadeo le dice a un periodista que su ateísmo no era cosa de hoy, que ya se sentía ateo en el vientre de su madre. Así que le dije que de acuerdo, aunque tendría que consultar con mi señora qué día le iba mejor, si los sábados o los domingos.
22 enero
Doña Asunción me llevó discretamente al despacho y me entregó mis haberes, y el recibo correspondiente escrito en el ordenador, sin deducciones, ni coplas. Es mujer dispuesta ésta y, antes de marchar, me hizo firmar el recibo: 62.000 pelas líquidas. Me preguntó si estaba conforme y si me abrigaba el abrigo, y a las dos cosas le respondí que sí y que los que no opinaban lo mismo eran mis hijos. ¿Es que no les gusta el abrigo?, preguntó. Y lo que yo la dije, que no se trataba del abrigo, sino de que no les gustaba que me pagase por servirle el mismo imposibilitado. Ella dijo entonces que quién les gustaría que me pagase y yo que tenía entendido que el Estado o una empresa particular pero que no me hiciera mucho caso, que a punto fijo no podía decírselo. Entonces doña Asunción me sugirió la posibilidad de extender la factura a nombre de Hijos de Edmundo Piera, la razón social de la joyería, y si me agradaba esa solución. Ya le dije que por mi parte no había inconveniente y que, aunque desconocía la opinión de mis hijos, podíamos probar. La fetén es que este mes, con las noventa del paro, las cincuenta del plazo y la soldada del patrón, la chavala y yo no necesitamos pedir limosna. Que me den los cuartos a nombre de la razón social o del impedido, a mí, personalmente, me la trae floja.
24 enero
Llevé a misa al señor Piera. Estuvo muy devoto el hombre, tanto que pensé que si los ateos son así cómo serán los creyentes. Intentó arrodillarse en la Elevación pero se lo saqué de la cabeza. No está usted para hacer títeres, le dije por lo bajo. Y es una verdad como un templo. La pierna izquierda no le aguanta y, en una de esas, puede agarrar una liebre y pasar a la reserva. Hoy don Tadeo estaba tranquilo y llegué a casa con la bola en su sitio.
25 enero
Fuimos al médico por lo del ojo. Como es natural, yo no pasé a la consulta pero él y doña Heroína salieron tan ternes. Según ella el doctor había dicho que lo del párpado era un tic y, a la edad de su hermano, los tics no se corrigen. Don Tadeo se atocinó, que no tomase el rábano por las hojas, que lo que el doctor había dicho era que lo de su ojo era una degeneración senil y que, al igual que los tics, no tenía tratamiento. Doña Heroína, que tanto daba, que con tic o sin tic, él seguía estando guapo y las chicas iban a rifárselo, porque el ojo guiñado le daba aires de conquistador. Total que entre el paseo de la mañana y el médico por la tarde, hoy cayeron tres billetes que no son de despreciar.
29 enero
Esta mañana me encontré con el Toni en el vestíbulo, charlando con doña Heroína de cosas del negocio. Me lo presentó como el fornituras de la empresa. La verdad es que eso de fornituras suena mal en boca de una señora, pero si ella lo dice sus razones tendrá. El dichoso Toni es un tipo cuarentón, lampiño, con cara de arcángel, y una mirada brillante, un poco como de fiebre. Las manos son de manicura, eso fijo, y cuando don Tadeo le invitó a pasear con nosotros, le cogió del brazo y a mí me dejó tirado, de convoyante, como suele decirse. Al patrón todo se le volvía largar y reír a lo bobo, para llamar la atención del otro, pero se me hace a mí que al Tino o al Toni, o como se llame este capullo, el viejo le cae gordo o, por mejor decir, se la trae floja. ¡Vaya dos! Una vez en el parque, don Tadeo me mandó a por el ABC y cuando volví, hablaban del viaje del viernes y el viejo le animaba a retrasarlo porque le estaba haciendo un poema y quería leérselo de viva voz antes de que marchara. Toni salió con que le ponía en un brete y entonces don Tadeo le contó que Juan Bernáldez había dicho de él, en El Cocodrilo, que era un pirotécnico y que qué pensaba él al respecto. El Toni se sorprendió y que precisamente Paraíso enigmático era un canto a la desolación humana y en esos temas cabían pocos fuegos de artificio. El patrón se fue entusiasmando según hablaba y terminó diciéndole que por el bien de la poesía era necesario que se viesen más a menudo y que podría recomendarle a De Blas, el joyero de la plaza, si fuera preciso. A casa volví de convoyante, tal como había ido, pero, sin comerlo ni beberlo, cayó otro billete y medio que no está mal.
31 enero
Con la remesa de don Tadeo, la Anita y yo subimos la cuesta de enero sin enterarnos. No sé si mi oficio será digno o no pero yo creo que con sesenta billetes se paga la peonada. Hoy telefoneó Lorencín y aproveché para preguntarle si le parecía de mejor tono cobrar de la empresa de don Tadeo que del propio don Tadeo, y él que tranquilo, macho, que lo dejase estar, que lo que había que mirar en definitiva es si yo era un empleado o un criado. Que eso es lo único que interesa. ¡Toma del frasco!