Subí con Partenio donde don Francisco Javier a darle el acuerdo, o sea que bueno, que la baja voluntaria. Él nos miraba a uno y otro como preguntándonos qué había cambiado de ayer a hoy pero, antes de que abriese la boca, se lo planté, o sea, que había echado cuentas con la parienta, y más vale pela en mano que pavo volando. Puestos a ver, desde que dejé el Centro no he hecho otra cosa que currar, pero son los turnos lo que no aguanto. Esto aparte, sesenta tacos no es mala edad para descansar, por más que Partenio salga ahora con que la jubilación voluntaria no deja de ser una pepla, algo así como la inutilidad en la mili. ¿A santo de qué? La fetén es que en el país sobramos la mitad del personal y si, por un lado, te alargan la escuela, por el otro te anticipan la jubilación, de forma que, a la postre, todo cuadrado. El pensionista, por la cuenta que le tiene, callará la boca, sabe que los demás trabajan para él y, aunque cobre dos reales, todavía tiene que mostrarse agradecido. Así es la vida. De modo que Partenio y un servidor firmamos los papeles y nos fuimos donde Arcadio Ovejero, que hace un año nos ganó por la mano y se largó con seis kilitos y lo puesto. Según él en la ciudad hay ya una taberna por cada tres habitantes y que pedir la baja para poner otra sería pasarse de listo. Le pregunté qué otra cosa cabía hacer con siete kilos en mano y lo que él me dijo: bebértelos y olvidarte de esta puta vida. Y ¿después?, le pregunté yo con las del beri. El cipote puso cara de mandria y añadió: después reventar y que te entierren con pellejo y todo. Partenio, que andaba con la pichicharra de la tasca, que inclusive había apalabrado local y todo, se fue a casa amorrongado. Estos tiempos traerán otros.
6 octubre
De que acabó el culebrón en la tele, la parienta y yo nos pusimos a hacer números y ella salió con que si algo sentía era no tener veinte años menos para ponerse a peinar. Lo que yo la dije, que eso se acabó con la guerra y lo que procedía ahora era determinar dónde darían más sustancia los siete kilitos de la baja voluntaria. De primeras, ella mentó la taberna, pero de que le hablé de Arcadio Ovejero, saltó con que una churrería entonces, pero no al menudeo como la de su difunto padre, sino con veladores de mármol para servir desayunos y meriendas. Y lo que yo la dije, que un hombre que echó la barba en un centro de Segunda Enseñanza, que mal que bien ha hecho las Américas, desmerece con una servilleta al hombro. Ella se atufó, que si es que me creía el conde de Romanones y yo que eso tampoco, pero que, puesto que no nos poníamos de acuerdo, preferible pedirle parecer a mi sobrino José Antonio que sabe el número que calza. Cuando la parienta se mosquea me recuerda a la chavalilla aquella de los años 50, de novios digo, cuando íbamos los sábados a mover el solomillo a la cervecería. ¡Anda y que no ha llovido desde entonces!
8 octubre
Me pasé por el banco, donde mi sobrino José Antonio. Mentira parece que entre mi hermana Modes y el curda de Serafín fabricaran un individuo tan prudente como éste. Luego te salen con que los hijos de alcohólicos suelen ser subnormales. ¡Anda y que si el angelito llega a ser normal! ¡Pero si ve crecer la hierba! Eso sí, cada vez que me siento frente a él, en el sillón articulado, se me va la cabeza, la verdad. De primeras me aconsejó que no, que me olvide de los negocios y ponga los siete kilos en un plazo fijo al diez por ciento y a vivir. Echó cuentas y que con las noventa del paro y cincuenta de renta un matrimonio sin hijos puede defenderse hoy. Le hice ver que eso de sin hijos no iría por mí, que ya conoce al Lorencín, lo caprichoso, y que cuando él no necesita cambiar de coche, es a su hermana a la que le peta cambiar de piso. Así es que abrí el plazo que es una manera como otra cualquiera de no tener el capital de brazos cruzados. A la salida, me merqué un cupón, un capicúa, un numerito que dice cosas. Y, para no variar, me topé con otra multa en el parabrisas por aparcar en doble fila. La agente estaba cuatro coches más allá y la hice ver que habían sido diez minutos, pero lo que ella dijo, que aún diera gracias de que no se lo hubiera llevado la grúa. ¡Toma del frasco, Carrasco! Guardé el papel para la colección.
14 octubre
Aunque la parienta piense otra cosa, la verdad es que no me pinta esto de estar sin pegar sello de la mañana a la noche. Te levantas y el cafelito, una ojeada al papel, los amiguetes, cuatro vasos donde el Arcadio, un meneo a las tragaperras y vuelta a casita que se te pega el arroz. Hace treinta años aún me quedaba la caza pero ¿quién es el guapo que se pega hoy una chaqueta ladera arriba para bajar una perdiz de granja? Deportes del tercer mundo, como yo digo. Y en cuanto a la tarde, tres cuartos de lo mismo. Esto no es vida. Te queda la tele, es cierto, que menudo invento. A veces me pregunto qué diría la madre si levantara la cabeza.
21 octubre
¡Gibar con la parienta! Llega la tarde del sábado, nos colocamos el chándal y, ya se sabe, a ver residencias para el día que no podamos valernos. Y es lo que yo la digo: lo último, un asilo; antes me pego un tiro que meterme en un asilo, ya ves tú. Y ¿qué vas a hacer el día que yo te falte? Siempre la misma copla. Coño y ¿por qué no he de ser yo quien le falte a ella primero? Y ¿por qué regla de tres no ha de tocarnos antes una partida de millones en el «Un, dos, tres…» como le tocó al menguado ese de Guadix el otro día? En la vida, para que pinten oros hay que tener fe, que te pones a ver las pelas que reparte la tele, o la loto, o el cuponazo, o las quinielas mismas al cabo del año y te caes de culo. Ahora, que la parienta se conforme con jugar los sábados un cartoncito al bingo, bueno está lo bueno. Pero ella dale, que no me fíe del azar, y lo que yo la dije anoche, ¿de quién nos fiamos entonces, del gobierno? La Anita anda encandilada con la viuda de Zacarías, cuatro comidas diarias, su partidita, su médico… ¡a todo plan! Eso es lo que dice ella, pero ¿por qué no tiramos de la manta para ver lo que hay debajo?
25 octubre
Hubo carta del Lorencín con la de siempre, que no le alcanza lo que gana, que con dos meones en casa cualquier sueldo se queda corto, que si tal y que si cual. A la tarde, después del culebrón, me puse de palique con la chavala y la fetén es que la Soraya, o séase la nuera, tiene un agujero en cada mano y no le basta con nada. Que si veraneo en Benidorm, que coche nuevo cada tres años, que si el puente de Semana Santa… ¡Que me digan a mí qué sueldo puede aguantar ese ritmo de vida! Y encima, el tío con recochineo, que ya sabe que me han dado unos kilitos a cuenta de la jubilación anticipada y que a ver si se me ve un detalle. El chaval este sólo se acuerda de su padre cuando le ve con la bolsa bien herrada, ¡no te giba! Si hubiera seguido estudiando, como yo le aconsejé, otro gallo le cantara. Pero no señor, el peritaje y basta, que está uno de libros hasta los huevos. Y ¡hale!, al banco, que no hay cosa más fácil, sobre todo si dentro se tiene un primo que da la cara por él. Pero así son las cosas. Acordamos mandarle dos mil pavos, que siempre le giba a un padre que un hijo le mee en las entradas. Pero lo que la parienta dice, si empezamos a soltar la mano ¿dónde van las noventa del paro? Claro que puestos a hacer economías, también podríamos dejar el bingo, que, te guste o no, un cartón con otro, te metes en cinco billetes mensuales y hasta puede que me quede corto.
26 octubre
Mandé un giro al Lorenzo. Postal aunque él prefiera por banco. El guaje este siempre a lo grande. No puede negar que nació en las Américas, junto al tío Egidio. Pero ya ves para lo que le sirvió la fortuna al mandria del tío, que, al decir del escribano, ni para el entierro tuvo. Y es lo que no me canso de repetirle a la chavala, más que dinero lo que en la vida hace falta es salero para gastarlo.
Esta tarde escribimos diecisiete cartas al concurso de la tele «El precio justo». A ver si esta vez hay suerte.
27 octubre
Me sinceré con la parienta y le dije mi verdad, o sea que no va conmigo esto de estarme todo el día de Dios mano sobre mano. Ella se quedó de piedra, que desde cuándo tan azacán, que antaño lavar un plato ya me fatigaba. Y lo que yo le dije, que una cosa es molerse uno los huesos y otra pasarse el día mirando; que yo con un apañito de un par de horas me arreglaba. Ella me advirtió que ojo con Magistratura, que ya se sabe que en este mundo, si los cabrones volaran, nublarían el sol. Bien mirado, razón no le falta a la chavala.
La tarde la echamos en Los Vados, un asilo con baño individual y televisor en todas las habitaciones. ¡Claro que noventa billetes no son de despreciar!
31 octubre
Me llegué al Hogar a echar una partidita con Tochano, Melecio y Partenio Roldán. Hacía un siglo que no veía al Tochano, pero el tío sigue a la que salta. Ahora se ha enchufado en Sindicatos y lo que yo le dije, quién te ha visto y quién te ve. Él se cabreó y que a cuento de qué le salía por peteneras, que él no había cambiado. Entonces le recordé cuando era mandamás en Educación y Descanso y él que a ver, que abrir las ventanas, que eso es lo que intentó en Educación y Descanso y en los demás cargos que desempeñó cuando Franco. Callé la boca por tener la fiesta en paz, pero el Partenio, que sabe jugar al abejón, le soltó con mucha sorna que si también en el año cincuenta y ocho, en el aniversario de José Antonio, cuando se pasó la noche fusil al hombro delante del monolito, estaba abriendo las ventanas de la catedral. ¡No te giba!