Diario, 2 de junio de 1920

Diario personal de Samuel Durango.

Miércoles, 2 de junio de 1920

Esta mañana, a primera hora, el profesor Zarco, Arián Cairo, Bartolomé García, la señora Faraday, su hija y yo abordamos el tren con destino a Santander. Me sorprendió ver al señor García, pues no estaba previsto que nos acompañase, pero el profesor dijo que necesitábamos a un químico en la expedición y que, habida cuenta lo entusiasmado que estaba García con el fragmento de titanio, no había sido difícil convencerle de que se sumase a ella.

Sarah dejó a Tomás al cuidado de una criada y nos acompañó a la estación. Al despedirse de mí, me dijo: «Aunque no lo parezca, Adrián está tan loco como el profesor. Cuida de él, Sam; procura que no se meta en líos». Le dije que sí, aunque siendo, como soy, el último mono del grupo, dudo mucho que lo que yo diga o haga sirva para algo. Antes de irse, Sarah me entregó un ejemplar de El Mundo Perdido; comentó que, aunque ya no fuésemos a la Gran Sabana, la novela era muy divertida y serviría para hacerme más corto el viaje.

Tenía razón. Comencé el libro de Conan Doyle al poco de partir el tren y no pude dejar de leerlo hasta que llegué al final. Es curioso; Challenger, el protagonista de la novela, un profesor malhumorado y gruñón, me recuerda mucho al profesor Zarco. Se lo comenté al señor Cairo y me respondió: «Créeme, Sam: al lado de Zarco, Challenger es un angelito».

Ahora todo el mundo me llama Sam, menos el profesor, que insiste en llamarme «Durazno». En cierto modo es un alivio; Samuel Durango ha desaparecido y en su lugar ha quedado «Sam Durazno». ¿Una persona distinta? No lo creo; no al menos mientras la memoria de Samuel y la de Sam sean la misma. El señor Charbonneau solía decirlo: «Somos nuestros recuerdos». Por desgracia, sus recuerdos acabaron matándole. Y también por desgracia, yo no logro librarme de los míos.

Como ignoraba qué iba a necesitar, y además ya estaba embalado, he decidido llevar conmigo todo el equipo fotográfico. El señor Cairo me comentó que Vázquez, mi antecesor en el puesto, había dejado en SIGMA varias cajas de placas fotográficas vírgenes y me preguntó si me servirían. En efecto, hay cientos de placas y me sirven; las hemos traído con nosotros, aunque dudo que llegue a utilizarlas todas.

El viaje ha sido largo y pesado, pues el convoy estuvo varias horas parado por una avería técnica. Debido al retraso, llegamos a Santander cuando ya había anochecido; el profesor Zarco se fue directamente al puerto, pues quería supervisar el traslado del equipaje y planificar la travesía con el capitán Verne, mientras que el señor Cairo y los demás nos dirigimos al Hotel Sardinero, donde estaremos alojados hasta que mañana embarquemos en el Saint Michel.

La verdad es que estoy un poco nervioso, pues jamás he viajado en barco.