XXXIII
Después, a los cuatro vientos
los cuatro se dirijieron—
una promesa se hicieron
que todos debían cumplir—
Mas no la puedo decir,
pues secreto prometieron.
Les advierto solamente,
y esto a ninguno le asombre,
pues muchas veces el hombre
tiene que hacer de ese modo—
convinieron entre todos
en mudar allí de nombre.
Sin ninguna intención mala
lo hicieron, no tengo duda—
pero es la verdá desnuda,
siempre suele suceder—
aquel que su nombre muda
tiene culpas que esconder.
Y ya dejo el estrumento
con que he divertido a ustedes—
todos conocerlo pueden
que tuve constancia suma—
este es un botón de pluma[152]
que no hay quien lo desenriede.
Con mi deber he cumplido—
y ya he salido del paso;
pero diré, por si acaso,
pa que me entiendan los criollos—
todavía me quedan rollos
por si se ofrece dar lazo[153].
Y con esto me despido
sin espresar hasta cuando—
siempre corta por lo blando
el que busca lo seguro—
mas yo corto por lo duro,
y ansí he de seguir cortando.
Vive el águila en su nido,
el tigre vive en la selva,
el zorro en la cueva ajena,
y en su destino incostante,
sólo el gaucho vive errante
donde la suerte lo lleva.
Es el pobre en su orfandá
de la fortuna el desecho,
porque naides toma a pecho
el defender a su raza—
debe el gaucho tener casa,
escuela, iglesia y derechos.
Y han de concluir algún día
estos enriedos malditos—
la obra no la facilito,
porque aumentan el fandango—
los que están, como el chimango[154],
sobre el cuero y dando gritos.
Mas Dios ha de permitir
que esto llegue a mejorar—
pero se ha de recordar,
para hacer bien el trabajo,
que el fuego, pa calentar,
debe ir siempre por abajo.
En su ley está el de arriba
si hace lo que le aproveche—
de sus favores sospeche
hasta el mesmo que lo nombra—
siempre es dañosa la sombra
del árbol que tiene leche[155].
Al pobre al menor descuido
lo levantan de un sogazo—
pero yo compriendo el caso
y esta consecuencia saco—
el gaucho es el cuero flaco[156],
da los tientos para el lazo.
Y en lo que implica mi lengua
todos deben tener fé;
ansí, pues, entiendanmé,
con codicias no me mancho—
no se ha de llover el rancho
en donde este libro esté.
Permitanmé descansar,
¡pues he trabajado tanto!
En este punto me planto
y a continuar me resisto—
estos son treinta y tres cantos,
que es la mesma edá de Cristo.
Y guarden estas palabras
que les digo al terminar—
en mi obra he de continuar
hasta dárselas concluida,
si el ingenio o si la vida
no me llegan a faltar.
Y si la vida me falta,
ténganló todos por cierto,
que el gaucho, hasta en el desierto,
sentirá en tal ocasión—
tristeza en el corazón
al saber que yo estoy muerto.
Pues son mis dichas desdichas
las de todos mis hermanos—
ellos guardarán ufanos
en su corazón mi historia—
me tendrán en su memoria
para siempre mis paisanos.
Es la memoria un gran don,
calidá muy meritoria—
y aquellos que en esta historia
sospechen que les doy palo—
sepan que olvidar lo malo
también es tener memoria.
Mas naides se crea ofendido
pues a ninguno incomodo—
y si canto de este modo
por encontrarlo oportuno—
NO ES PARA EL MAL DE NINGUNO,
SINO PARA BIEN DE TODOS.