XXIX

Esto contó Picardía

y después guardó silencio,

mientras todos celebraban

con placer aquel encuentro.

Mas una casualidá,

como que nunca anda lejos,

entre tanta gente blanca

llevó también a un moreno,

presumido de cantor

y que se tenía por bueno—

Y como quien no hace nada,

o se descuida de intento

(pues siempre es muy conocido

todo aquel que busca pleito)—

se sentó con toda calma,

echó mano al estrumento

y ya le pegó un rajido[135]

era fantástico el negro,

y para no dejar dudas

medio se compuso el pecho.

Todo el mundo conoció

la intención de aquel moreno—

era claro el desafío

dirigido a Martín Fierro,

hecho con toda arrogancia,

de un modo muy altanero.

Tomó Fierro la guitarra,

pues siempre se halla dispuesto—

y ansí cantaron los dos

en medio de un gran silencio: