XII

Yo no sé que tantos meses

esta vida me duró—

a veces nos obligó

la miseria a comer potro—

me había acompañao con otros

tan desgraciaos como yo.

Mas ¿para qué platicar

sobre esos males—canejo?

nace el gaucho y se hace viejo

sin que mejore su suerte,

hasta que por ay la muerte

sale a cobrarle el pellejo.

Pero como no hay desgracia

que no acabe alguna vez,

me aconteció que después

de sufrir tanto rigor

un amigo por favor

me compuso con el Juez.

Le alvertiré que en mi pago

ya no vá quedando un criollo—

se los ha tragao el oyo,

o juido o muerto en la guerra—

porque, amigo, en esta tierra

nunca se acaba el embrollo.

Colijo que jué por eso

que me llamó el Juez un día,

y me dijo que quería

hacerme a su lao venir,

pa que dentrase a servir

de soldao de Polecía.

Y me largó una proclama

tratándomé de valiente,

que yo era un hombre decente,

y que dende aquel momento

me nombraba de sargento

pa que mandara la gente.

Ansí estuve en la partida

pero ¡qué había de mandar!

Anoche al irlo a tomar

vide güena coyuntura—

y a mí no me gusta andar

con la lata[194] a la cintura.

……………………………

……………………………

Ya conoce, pues, quien soy,

tenga confianza conmigo—

Cruz le dio mano de amigo;

y no lo ha de abandonar—

Juntos podemos buscar

pa los dos un mesmo abrigo.

Andaremos de matreros

si es preciso pa salvar—

nunca nos ha de faltar

ni un güen pingo para juir,

ni un pajal ande dormir,

ni un matambre[195] que ensartar.

Y cuando sin trapo alguno

nos haiga el tiempo dejao—

yo le pediré emprestao

el cuero a cualquiera lobo—

y hago un poncho, si lo sobo,

mejor que poncho engomao.

Para mí la cola es pecho

y el espinazo es cadera—

hago mi nido ande quiera

y de lo que encuentro como—

me echo tierra sobre el lomo

y me apeo en cualquier tranquera[196].

Y dejo rodar la bola

que algún día se ha'e parar[c]

tiene el gaucho que aguantar

hasta que lo trague el oyo—

o hasta que venga algún criollo

en esta tierra a mandar.

Lo miran al pobre gaucho

como carne de cogote—

lo tratan al estricote[197],

y si ansí las cosas andan

porque quieren los que mandan,

aguantemos los azotes.

¡Pucha—si usté los oyera

como yo en una ocasión

tuita la conversación

que con otro tuvo el Juez!—

Le asiguro que esa vez

se me achicó el corazón.

Hablaban de hacerse ricos

con campos en la frontera—

de sacarla más ajuera

donde había campos baldidos—

y llevar de los partidos

gente que la defendiera.

Todo se güelven proyetos

de colonias y carriles—

y tirar la plata a miles

en los gringos enganchaos,

mientras al pobre soldao

le pelan la chaucha[198]—¡ah, viles!

Pero si siguen las cosas

como van hasta el presente

puede ser que redepente

veamos el campo desierto,

y blanquiando solamente

los güesos de los que han muerto.

Hace mucho que sufrimos

la suerte reculativa—

trabaja el gaucho y no arriba,

porque a lo mejor del caso

lo levantan de un sogazo

sin dejarle ni saliva.

De los males que sufrimos

hablan mucho los puebleros,

pero hacen como los teros

para esconder sus niditos:

en un lao pegan los gritos

y en otro tienen los güevos.

Y se hacen los que no aciertan

a dar con la coyuntura—

mientras al gaucho lo apura

con rigor la autoridá,

ellos a la enfermedá

le están errando la cura.