VIII
Otra vez que en un boliche
estaba haciendo la tarde,
cayó un gaucho que hacía alarde
de guapo y de peliador—
A la llegada metió
el pingo hasta la ramada—
y yo sin decirle nada
me quedé en el mostrador.
Era un terne de aquel pago
que naides lo reprendía,
que sus enriedos tenía
con el señor Comendante.
Y como era protegido,
andaba muy entonao,
y a cualquiera desgraciao
lo llevaba por delante.
¡Ah pobre! si él mismo creiba,
que la vida le sobraba.
Ninguno diría que andaba
aguaitándoló la muerte—
pero ansí pasa en el mundo,
es ansí la triste vida—
pa todos está escondida
la güena o la mala suerte.
Se tiró al suelo al dentrar,
le dio un empellón a un vasco—
y me alargó un medio frasco
diciendo: «Bebe, cuñao»—
«Por su hermana», contesté,
«que por la mía no hay cuidao».
«¡Ah, gaucho! me respondió—,
¿de qué pago será criollo?
Lo andará buscando el oyo,
deberá tener güen cuero[157]—
pero ande bala este toro
no bala ningún ternero».
Y ya salimos trensaos
porque el hombre no era lerdo—
más como el tino no pierdo
y soy medio ligerón,
lo dejé mostrando el sebo
de un revés con el facón.
Y como con la justicia
no ancaba bien por llí,
cuanto pataliar lo vi,
y el pulpero pegó el grito,
ya pa el palenque salí
como haciéndome el chiquito.
Monté y me encomendé a Dios,
rumbiando para otro pago—
que el gaucho que llaman vago
no puede tener querencia—
y ansí de estrago en estrago
vive llorando la ausencia.
El anda siempre juyendo,
siempre pobre y perseguido,
no tiene cueva ni nido,
como si fuera maldito—
porque el ser gaucho…, ¡barajo!
el ser gaucho es un delito.
Es como el patrio[158] de posta:
lo larga éste, aquél lo toma—
nunca se acaba la broma—
dende chico se parece
al arbolito que crece
desamparao en la loma.
Le echan el agua del bautismo
aquel que nació en la selva,
«buscá madre que te envuelva»,
le dice el flaire y lo larga,
y dentra a cruzar el mundo
como burro con la carga.
Y se cría viviendo al viento
como oveja sin trasquila—
mientras su padre en las filas
anda sirviendo al Gobierno—
aunque tirite en invierno
naides lo ampara ni asila.
Lo llaman «gaucho mamao»
si lo pillan divertido,
y que es mal entretenido
si en un baile lo sorprienden—
hace mal si se defiende
y si no, se ve… fundido.
No tiene hijos, ni mujer,
ni amigos ni protetores—
pues todos son sus señores
sin que ninguno lo ampare;
yiene la suerte del güey:
¿Y dónde irá el güey que no are?
Su casa es el pajonal,
su guarida es el desierto—
y si de hambre medio muerto
le echa el lazo a algún mamón,
lo persiguen como a pleito,
porque es un «gaucho ladrón».
Y si de un golpe por ay
lo dan vuelta panza arriba,
no hay una alma compasiva
que le rese una oración—
Tal vez como cimarrón
en una cueva lo tiran.
Él nada gana en la paz
y es el primero en la guerra—
No lo perdonan si yerra,
que no saben perdonar—
porque el gaucho en esta tierra
sólo sirve pa votar.
Para él son los calabozos,
para él las duras prisiones—
en su boca no hay razones
aunque la razón le sobre;
que son campanas de palo
las razones de los pobres.
Si uno aguanta, es gaucho bruto—
si no aguanta, es gaucho malo—
¡Déle azote, déle palo,
porque es lo que él necesita!—
De todo el que nació gaucho
esta es la suerte maldita.
Vamos suerte—vamos juntos
dende que juntos nacimos—
y ya que juntos vivimos
sin podernos dividir—
yo abriré con mi cuchillo
el camino pa seguir.