Nota de la autora

A menudo la realidad supera la ficción, y durante el viaje de El cofre del alma me he topado más de una vez con las coincidencias más inverosímiles.

Una de ellas surgió cuando estuve buscando una casa donde hubiera podido vivir mi acusada por brujería en el siglo XVII. Opté por situarla en Hospitalsgatan, en lo alto de la cuesta, porque allí están las casas más antiguas. A fin de apoyar mi relato en hechos históricos, eché un vistazo a la relación de antiguos propietarios de los viejos edificios de alrededor en el registro de la propiedad. Un par de casas más abajo, en el número 7 de Hospitalsgatan, una anotación rezaba: «Según la leyenda, la última bruja de Marstrand vivió aquí». Se me puso piel de gallina. «No puede ser verdad», pensé. Entonces cambié la dirección, dejando que mi acusada de brujería se mudara a «su» casa. La «bruja» a la que se hacía referencia era la madre del pastor Fredrik Bagge, más tarde párroco de Marstrand. En este terreno estaba el hogar de la familia, antes de que se construyera el inmueble que hoy lo ocupa.

Otro caso de coincidencias inverosímiles tuvo lugar a raíz de que no encontraba un hogar para el personaje de Kristian. Cuando conocí a la periodista Jenny Johansson y al fotógrafo Jerry Lövberg con motivo del reportaje que iban a hacer sobre mi primer libro, me hablaron de la finca de Nygård. Nygård es un castillo a las afueras de Vargön, al norte de Trollhättan, donde aseguran que se aparecen los espíritus. Puesto que ya me movía por esos lares, empecé a leer sobre el castillo. Cuál sería mi sorpresa al descubrir que el sitio tenía una estrecha vinculación con Marstrand, pues una rama de la familia Bagge se había mudado a Nygård. Era evidente que Kristian debía vivir allí.

Me puse en contacto con Lillemor y Kurt Blennermark, los actuales propietarios de Nygård, y les pregunté si podía utilizar su casa en mi libro. Un sábado de invierno me invitaron a un café y tuve ocasión de estudiar la carpeta que había reunido Kurt con los episodios inexplicables ocurridos en la finca, todos anotados con fecha, hora y descripción de lo acontecido.

Resultó extraño estar sentada en la luminosa cocina de la enorme finca, escuchando a dos personas simpáticas y sensatas, un empresario y una criadora de caballos, contar de forma desapasionada las cosas inexplicables que allí sucedían. Por ejemplo, que se oyen pasos en la escalera de hierro forjado que conduce a la planta superior. O que de pronto los nuevos armarios roperos empiezan a oler a estiércol, tanto que Kurt tuvo que sacar su ropa. O que, de vez en cuando, el antiguo cochero cruza el patio en dirección al establo donde Lillemor guarda sus caballos. O que, una de las hijas del matrimonio saludó con la mano a Kurt, su padre, que estaba en la casa, al pasar por delante de las ventanas a lomos de un caballo. Sin embargo, en realidad en aquel momento él estaba de paseo y la casa, vacía.

El cementerio de la familia Bagge se halla en las tierras de Nygård. Cuando Kurt y Lillemor se trasladaron a la finca, les preguntaron si querrían hacerse cargo de las tumbas. Así que alzaron las lápidas volcadas, cortaron ramas y segaron la hierba, encendieron velas y colocaron coronas en todas las sepulturas. La gente apreció su gesto. «Aquella noche hubo mucha actividad en la casa, te lo aseguro», me dijo Lillemor en la cocina mientras tomábamos café. Sus hijas, Anna y Julia, sólo se han asustado realmente en una ocasión, en que se quedaron solas viendo la tele. De pronto, una piedra de la colección de una de ellas dispuesta sobre una cómoda se elevó en el aire y pasó volando sobre las cabezas de las hermanas, para al final aterrizar en el suelo con un ruido sordo. Avisados, los padres abandonaron inmediatamente la fiesta a la que habían asistido y volvieron a casa. Kurt sigue pasando las hojas de la carpeta, hasta llegar a uno de los primeros episodios. Lee en voz alta: «Anoche me despertaron unos extraños ruidos que procedían del desván. Parecía como nieve al caer del tejado, o como si alguien arrastrara algo por el suelo. Subí a echar un vistazo, pero entonces se hizo el silencio. En cuanto me hube acostado, empezó de nuevo. Será mejor no contárselo a mi familia, porque no querrá quedarse aquí. ¡Uf, fue espeluznante!». Kurt alza la vista y me mira.

Todos los documentos con casos que al final tenían una explicación natural han sido retirados de la carpeta. Sólo queda lo que no puede explicarse: ochenta y cuatro incidentes.

Yo, que siempre me he mostrado escéptica ante estos fenómenos, no sé qué decir cuando Kurt cierra la carpeta y luego él y Lillemor me proponen recorrer juntos la finca. Cuando abandono Nygård está anocheciendo y al pasar por delante del cementerio de los Bagge intento digerir las impresiones del día. Durante la semana siguiente, en casa, sólo hablo de la finca de Nygård.

Vale la pena esta pequeña digresión, pues el tema ha sido muy importante para este libro.

Los lugares históricos que aparecen en él son auténticos. La antigua granja está en Strömslund y la antigua fortaleza de Hälltorp se encuentra a orillas del río Göta, y también los sitios de Trollhättan son verídicos. En cambio, por lo que tengo entendido, nunca hubo una plaza de ejecuciones en la fortaleza de Hälltorp.

La espada de verdugo está en el museo de la ciudad de Gotemburgo, en Hisingen, y la psicometría es una ciencia controvertida que estudia la posibilidad de que los objetos tengan memoria. Imaginaos que fuera cierto que las cosas encerraran su historia, ¿no sería fantástico?

Desgraciadamente, el muchacho del sótano existió. La historia es inventada, pero la idea está basada en un hecho real. Cuando estudiaba para enfermero de ambulancias, mi primo Mikael Thorsell asistió a una conferencia en que expusieron el caso de un niño que estuvo encerrado en un sótano, mientras el resto de la familia vivía en la planta de arriba. Los techos eran tan bajos que llegó a sufrir problemas de espalda. De hecho, la víctima de esos abusos era el mismo conferenciante. Su historia me afectó tanto que empecé a escribir sobre un chico en un sótano. La granja donde se cría el niño, y al que he llamado Asko, está situada en Åkerström, entre Trollhättan y Lilla Edet. Es un lugar especial. En 1648 se produjo un corrimiento de tierras que causó grandes destrozos, y eso fue lo que me llevó a situar la infancia de Asko allí. El río se desbordó y la riada se llevó por delante casas, rebaños y personas, e incluso hoy en día pueden encontrarse cosas enterradas en el fango.

La lectura de las actas de los juicios y los informes de los procesos por brujería de la provincia de Bahusia es espeluznante. Sobre todo sabiendo que realmente ocurrieron. Es cierto que todo empezó en Marstrand, cuando Sören Muremester y su celosa esposa acusaron a Anna de Holta (ahora se escribe Hålta), alojada en su casa, de dejar impotente a Sören. Anna fue encarcelada y durante las torturas a que la sometieron denunció a otras mujeres. Tras un mes en prisión, se ahorcó, pero por entonces el proceso contra las demás acusadas ya estaba en marcha. En una ley aprobada en 1734 se dispuso penas de rueda y hoguera por brujería, y esa ley no se derogó hasta 1779.

La familia Bagge era muy influyente y su linaje se prolonga hasta hoy día. Es verdad que la madre de Fredrik Bagge fue acusada de brujería, y también que su hijo consiguió que la absolvieran. Sin embargo, es pura fantasía que el personaje de Kristian estuviera emparentado con ellos. Malin de la Cuesta es un personaje ficticio que simboliza a todas las mujeres acusadas y ejecutadas por brujas. Los juicios se celebraron efectivamente en el ayuntamiento y las acusadas estuvieron encarceladas en jaulas en el sótano y el patio, pues no se atrevían a mezclarlas con los presos de la fortaleza de Carlsten.

El ayuntamiento, construido en 1647, es el edificio de piedra más antiguo de la provincia de Bahusia. La sensación que se experimenta al bajar al sótano es muy especial. O tal vez sugestione saber lo que ocurrió entre sus muros, y tal vez, a pesar de todo, estos encierren su memoria.

La elección de la granja de Grindsby en Orust como hogar de los hijos de Malin de la Cuesta se debe a que el nombre de la granja apareció en un antiguo árbol genealógico en la rama familiar de mi abuelo materno.

Las pinturas Schola cordis, el Cofre del Alma y las lápidas se hallan en la iglesia de Marstrand. Es cierto que hubo un monasterio de franciscanos en la isla, y de hecho en la actualidad está en marcha un proyecto dedicado a estudiarlo más a fondo. Entre otras cosas, se pretende averiguar si la torre de la iglesia fue construida con piedras del antiguo muro del monasterio, tal como se afirma. Frente a la iglesia, en Drottninggatan, se aprecia el círculo de piedras, vestigios del viejo pozo del monasterio.

La piedra de los sacrificios se halla en la Arboleda Sagrada, entre la atalaya y la fortaleza, y el manantial sagrado se encuentra en el parque de Sankt Erik, muy cerca de las grutas. Incluso hay un pozo de los deseos en el parque, al lado del sendero. Para dar con el manantial, tendréis que doblar al llegar a la piedra conmemorativa del rector Widell y coger el sendero que pasa por las grutas.

En cambio, Fyrmästargången, la calle en que viven Sara y Lycke, no se encuentra entre Malepertsgatan y Rosenbergsgatan, tan sólo en mi imaginación.

A menudo me siento tentada de extenderme en las descripciones de los paisajes, en las viejas anécdotas que voy encontrando o en interesantes hechos históricos. Entonces mi editor suele decirme: «¿No te parece que cuatro páginas sobre la iglesia de Marstrand tal vez sean demasiadas?». Sin embargo, este lugar tiene mucho que ofrecer y que preservar, todo el año. El mar, que cambia constantemente, las sucesivas estaciones… La naturaleza, la historia, su gente.

Marstrand es mi lugar en el mundo.

Ann Rosman,

abril de 2010