Al día siguiente, a las diez, tuvo lugar —tal como estaba previsto— la distribución de los carnets del S.N.I.F.
El submarino enemigo, al no recibir la señal convenida y detectando al mismo tiempo la llegada de toda una escuadra que caía sobre él, procedente de Brest, huyó a aguas internacionales…
A Bertrand Bris, duramente golpeado, pero salvado por el médico de a bordo, le costó mucho levantarse para recibir, de manos del delegado del Gobierno Francés, su bonito carnet plastificado, con las armas del S.N.I.F.
Un oficial de paisano representaba al jefe del S.N.I.F. que no pudo asistir. Esta imposibilidad excitó el verbo del capitán Montferrand, quien reveló a los alumnos que nadie había visto a «Snif» en persona, ni siquiera él, que era uno de los agentes más antiguos en el Servicio.
—Nadie le ha visto, con una excepción… —añadió sonriendo.
Por primera vez, desde su llegada al Monsieur de Tourville, los aspirantes eran llamados por su verdadero nombre, en lugar de serlo por su «seudónimo». Así se enteró Langelot de que Bertrand Bris se llamaba realmente Jean Braun y de que era un antiguo legionario de origen alsaciano. Gil Valdés respondió al nombre de Roland Dartigues, exinspector de la D.S.T.
Cuando la señora Ruggiero llamó a Langelot, éste se presentó sin sentirse mínimamente intimidado. El delegado del Gobierno, un hombre joven, de rostro inteligente y resuelto, le dijo:
—Subteniente Langelot, me siento orgulloso de entregarle, a la vez, su carnet de agente del S.N.I.F. y su título de oficial. Sus camaradas, como ya saben, seguirán siendo aspirantes durante cierto tiempo. Pero el número uno o «mayor» de la promoción recibe inmediatamente el grado que merece. En su caso, el mérito, me atrevo a decirlo, es del todo excepcional y recibe usted, al mismo tiempo que las charreteras, una citación en la orden del día del Ejército. Subteniente Langelot, le felicito en nombre del ministro.
—Gracias, señor —dijo Langelot—. ¿Sabe que fue una excursión más bien divertida? Sobre todo al final… con un espléndido avión de reacción para mi solo, desde París a Brest…
Volvió a su puesto, examinando el carnet recibido. Además de su nombre, número y fotografía, se leía la mención: Agente de los Servicios Especiales de la Defensa. Se ordena a todas las policías y administraciones francesas que faciliten el cumplimiento de todas las misiones del titular.
En el ángulo superior izquierdo, las armas del S.N.I.F., que representaban un gallo, símbolo de Francia y emblema de la vigilancia.
Encima, la divisa que al falso coronel Moriol le gustaba tanto repetir: «Solitarios, pero solidarios».
—Enséñame tu carnet —cuchicheó Corinne—. Con todas las tonterías que he hecho, yo no lo tendré, puedes estar seguro… Además, ya ves, no me han llamado.
—No estés triste —le dijo Langelot—. La profesión no te gustaba mucho.
—¡Oh! Me hubiese gustado, si hubiera podido seguirla contigo. Pero, de todas maneras, no me siento triste, porque estás vivo.
En aquel momento, el capitán Montferrand llamó:
—La aspirante Delfina Ixe. Sí, es usted —añadió, al ver el asombro de la joven.
Corinne se levantó muy impresionada.
—Para usted —dijo Montferrand— hemos hecho, de acuerdo con el señor delegado del Gobierno, una ligera excepción del reglamento. He aquí la mención que acompaña su nombramiento: «Se autoriza a los señores instructores de la escuela del S.N.I.F. para que consideren como prueba de fin de curso, coronada por el éxito, los servicios prestados por la interesada, referentes a la aprehensión de un peligroso espía enemigo».
—¡Oh, gracias, mi capitán! —exclamó Corinne.
—La idea no es mía. Desde luego, yo encontraba injusto no darle su nombramiento cuando, sin usted, estaríamos todos alimentando a los peces, pero la astucia administrativa se la debe a la señora Ruggiero.
—Gracias, señora —dijo Corinne, pero con menos entusiasmo.
Aún siendo inocente, la señora Ruggiero no le era simpática.
Cuando terminó la distribución, Langelot dijo a Corinne:
—Me preguntó quién de entre nosotros ha visto a «Snif» a tamaño natural…
Ella se echó a reír:
—Entonces, ¿hay un misterio que el primero de la promoción no ha descubierto aún? No te inquietes, mi pequeño Pichenet: algún día tú también conocerás a papá…
FIN