CAPÍTULO XX

Menos movida que para Langelot, la jornada del viernes fue para Corinne una constante angustia. Corría sin cesar a las ventanillas para interrogar cielo y mar, desesperadamente vacíos.

Falló en su prueba de fin de curso, que consistía en interceptar mensajes de un satélite soviético y en descifrarlos. ¡Los resultados de su trabajo fueron lamentables!

La señora Ruggiero la miro largamente.

—¿No se encuentra bien, hijita? ¡Nunca ha hecho nada tan detestable!

¡Cómo odiaba Corinne a aquella mujer, con sus cabellos rojos, sus ojos verdes y su voz ronca! Aquella mujer, que según todas las probabilidades, era la culpable de la muerte de Pichenet.

—Ríe, ríe, espía más que espía —pensaba Corinne—. Esta noche, cuando vaya a ver al coronel Moriol, ¡no te reirás tanto!

—Su padre se sentirá muy decepcionado cuando sepa que ha fallado por completo la prueba de fin de curso. Corinne. Pero, realmente, es una enormidad tomar un satélite americano por uno soviético, ¿no cree?

Corinne se encogió de hombros. Todo le era ya igual. Incluso la cólera de su padre.

A las seis de la tarde, Pichenet seguía sin aparecer.

El capitán Montferrand, que pasaba lista, preguntó si alguien sabía donde estaba.

—Yo lo sé —contestó la señora Ruggiero—. Pero no puedo decirlo.

—¿Por qué se traiciona así? —se preguntó Corinne—. La vieja lechuza…

A las ocho horas, nadie. A las nueve, nadie tampoco.

En el salón grande, los aspirantes armaban un ruido infernal. El tocadiscos dejaba oír bailes modernos, pero Corinne no bailaba. Acodada en la borda, esperaba algo: un helicóptero, un buque pequeño, un paracaídas, lo que fuera. Pero no llegó nada.

A las diez en punto, Corinne, con paso firme y los ojos secos, pero con la muerte en el alma, se dirigió hacia la sala de instructores. Se cruzó con Bertrand Bris, el rubio vikingo, a quien, normalmente, encontraba simpático.

—Corinne, ¿quiere venir a escuchar «La Bolsa y la Vida» conmigo? Ya son las diez. He estado a punto de perdérmelo.

Pero aquella noche, ella odiaba incluso a Bertrand; negó con la cabeza y apresuró el paso…