Otra investigación —más oficial que la que Langelot había llevado a cabo durante siete meses, sin desaliento, pero sin éxito— había fracasado también.
Una mañana, el capitán Montferrand fue a ver al coronel Moriol en su despacho.
—Mis respetos, mi coronel. Le traigo malas noticias. Vea el mensaje que recibimos.
El mensaje procedía del jefe del S.N.I.F.:
Consecuencia fracaso investigación S.N.I.F., me he visto obligado dar cuenta ministra Defensa nacional…
El coronel y el capitán sonrieron ligeramente: «me he visto obligado». «Snif» decía las cosas claras.
Ministro ordena investigación S.D.E.C.E. a bordo del Monsieur de Tourville. Recibirán dentro de poco oficial investigador. Indispensable facilitar su trabajo por todos medios para obtener resultados rápidos.
S.N.I.F.
—Lo que en buen francés significa —comentó Montferrand—, o bien: «ayúdenle por todos los medios de manera que se persuada lo antes posible de que no hay nada que encontrar…».
—¿O bien «fastidíenle tanto como puedan»?
—También es posible, mi coronel. «Snif» no quiere mucho a Sdecé.
—Muy bien, Montferrand, vamos a repartirnos el trabajo. Yo voy a caer enfermo y usted va a tomar el mando de la escuela y a ayudar al camarada investigador.
—¿Enfermo, mi coronel?
Los ojos de águila del coronel Moriol brillaron:
—Yo soy nuevo en el S.N.I.F., Montferrand, ya lo sé. Pero, de todas maneras, ¿no creerá que voy a dejarme inspeccionar por un servicio paralelo?
Montferrand se echó a reír:
—Ahora es usted el quisquilloso, mi coronel.
—No es eso, es una cuestión de erupción —respondió Moriol—. Ya noto que me pica por todas partes. Envíeme al matasanos.
Llegó el oficial investigador. Se llamaba teniente-coronel Brusquet.
Era delgado, seco, llevaba bigotito y gafas. Dos individuos, con claro aspecto de guardaespaldas profesionales, le acompañaban.
El teniente-coronel Brusquet pasó ocho días en el Monsieur de Tourville. De día, interrogaba, y de noche espiaba, pasando las horas en el puente, en el interior de un rollo de cable, especialmente preparado para tal uso y equipado con un aparatito de calefacción eléctrica a pilas.
El coronel Moriol no fue el único que se mostró ofendido por la falta de delicadeza del ministro que enviaba a un oficial del S.D.E.C.E. a inspeccionar un organismo del S.N.I.F. Langelot, el único de los aspirantes que adivinó de qué se trataba, se sintió también escandalizado.
Brusquet le interrogó extensamente. Era evidente que había tenido acceso a todos los secretos de la escuela, porque llamó a Langelot por su nombre, le interrogó sobre su infancia, sobre sus estudios, sobre su tutor, encontró sospechoso que fuera huérfano y, por fin, le dijo:
—Todo lo que ha declarado será comprobado minuciosamente.
—Mi coronel —contestó Langelot con un aire ingenuo—, yo creía que el S.N.I.F. había hecho ya todas las comprobaciones necesarias…
El teniente-coronel se mordisqueó el bigote y no contestó nada.
El día de su marcha no detuvo a nadie, pero se negó a comunicar al capitán Montferrand las conclusiones que había sacado de su investigación. Por otra parte, apenas su helicóptero hubo despegado, el coronel Moriol quedó curado y apareció en el puente.
—Decididamente, Montferrand, ya me encuentro mejor. Creo que incluso podré reasumir el mando de la escuela.
Al día siguiente, se presentó el oficial de transmisiones:
—Le llaman por radio, mi coronel.
—¿Por radio?
—Sí, París quiere hablarle.
Moriol miró a Montferrand y le sonrió con una sonrisa cruel.
—Le sigo —dijo al oficial de transmisiones.
En el cuarto de transmisiones se gritó «¡firmes!» cuando entró: pero estaban persuadidos de que el coronel Moriol iba a recibir una buena. En efecto, no ocurría a diario que París entrara en contacto verbal con el Monsieur de Tourville.
—¡Allo! —dijo Moriol—. Coronel Moriol: escucho.
—¡Allo! —dijo una voz metálica—. Aquí «Snif». Debería ponerle quince días de arresto. ¿Lo sabe?
Moriol sonrió amablemente al micrófono.
—Le he enviado mi certificado médico, «Snif».
—Me río de sus certificados médicos. Su matasanos merece también quince días de arresto. La conducta de ambos es incalificable.
—Sí, «Snif».
—¿Cómo hubiera quedado si el compañerito hubiera descubierto algo?
—Si entiendo bien, no ha encontrado nada…
—El compañerito ha hecho un informe en tres puntos. Primero: conducta escandalosa del coronel-comandante de la escuela. Segundo: excelente acogida de su adjunto. Aseguradas todas las facilidades para hacer su investigación. Tercero: investigación absolutamente negativa. Informe inicial sin fundamento.
—Si la memoria no me falla, «Snif», es lo que le dije desde el principio. Y hemos tenido razón para tratar así a esa gente.
«Snif» contestó con un ruido indefinido y colgó bruscamente. Moriol colgó a su vez. Después volvió a su despacho, donde Montferrand le esperaba fumando su pipa.
—El patrón parece singularmente feliz, Montferrand. Me ha felicitado. A su manera, claro, pero lo ha hecho. A usted también, en plan más amable. No me asombraría que un día de estos ascendiera a comandante. Y son capaces de hacerme una citación. ¡Todo eso gracias a la Sdecé!