Mi patrulla parte de Hon el 16 de enero de 1943.
Avanzamos rápidamente hasta el pozo de Socna (donde nuestros tres camiones y nuestro jeep, acompañados por el camión de combustible de tres toneladas, repostan agua conforme a las instrucciones recibidas) y más rápidamente aún a lo largo del camino italiano que conduce al escarpe de Sciueref, que evitamos al recibir información por radio sobre actividad motorizada alemana en las inmediaciones. Desde allí, por la carretera de Mizda —una buena carretera, con un firme de roca pulverizada que permite avanzar a buen ritmo— seguimos hasta Oswald, un depósito de gasolina establecido por patrullas anteriores. Contamos con coordenadas exactas, pero al llegar a ellas somos incapaces de encontrar el condenado lugar. Estoy furioso y me acuerdo de la debacle con el diésel en el Mar de Arena, pero As-quith, nuestro nuevo navegante, sospecha que puede tratarse de una mera errata en la transcripción de los números, y tiene razón: el depósito aparece a cinco kilómetros de su supuesto emplazamiento. Nos reabastecemos a mediodía y, dejando allí nuestras latas vacías, continuamos hasta la última hora de luz que nos ofrece el invierno. Tenemos órdenes de dirigirnos a un punto de encuentro situado a 29 grados 30 minutos de latitud, cerca de la carretera Mizda-Brach. No las tengo todas conmigo con respecto a Asquith, pero la verdad es que nos lleva hasta allí con exactitud milimétrica.
El lugar es un complejo de wadis situado bajo un abrupto escarpe de disposición norte-sur. La T2 de Tinker ya se encuentra allí. Al amanecer han llegado otras tres patrullas: la R2 del sargento Wadford (cuyos dos oficiales, los tenientes Talbot y Kinsman, han sido capturados por el enemigo en Sciueref cuatro días antes), la Y1 del teniente Spicer y la Y2 del capitán Hunter. Parece una convención de camiones Chevrolet. Popski está de camino, nos indican por radio, seguido por la S1 de Lazarus, que acaba de tener un encontronazo con una patrulla del Eje al norte de Wadi Zem Zem, a unos ochenta kilómetros de nuestra posición actual, y ha tenido que dar la vuelta dejando dos hombres en manos del enemigo, tres en paradero desconocido y cinco camiones destruidos. A la mañana siguiente, el 20 de enero, llega el coronel Prendergast en su Waco con instrucciones para todos.
Prendergast es el oficial al mando del LRDG. El VIII Ejército, nos informa, va a atacar Beurat esta misma mañana, con la idea de estar en Trípoli dentro de pocos días. Monty necesita desesperadamente datos sobre la línea Mareth.
Entonces suelta el bombazo: Nick Wilder, nos dice, ha encontrado un paso a través de las colinas de Matmata.
Estoy junto a Tinker cuando lo dice. Nunca he visto a unas mejillas perder el color a tal velocidad. Al unísono, los demás jefes de patrulla prorrumpen en gritos de «¡Bravo!» o «¡Brillante!». Tinker está desolado. Cuando Prendergast cita las coordenadas del descubrimiento de Nick y nos ordena inscribir la posición en los mapas como «Paso de Wilder», la moral de Tinker alcanza un nuevo mínimo.
Popski se echa a reír.
—Alegra esa cara, bastardo. ¡Estamos todos del mismo lado!
Nada puede consolar a Tinker. Me doy cuenta de que lo que más le irrita es el hecho de que el nombre del Paso de Wilder va a estar en los mapas del norte de África para siempre. Comento en voz alta que no es demasiado deportivo lamentar los éxitos de un camarada, sobre todo cuando se han obtenido con todo merecimiento.
—Al diablo con la deportividad —replica Tinker.
Popski sonríe.
—La guerra es un infierno.
Le pregunta a Tinker su edad.
—Veintinueve.
—¿Y tú, Chapman?
—Veintidós.
Popski se rasca su cabeza cincuentona y se ríe con más ganas aún. El ánimo de Tinker remonta el vuelo con la siguiente noticia de Prendergast: parece que la patrulla de Nick Wilder ha conseguido penetrar sólo una corta distancia en las colinas de Matmata antes de que unos problemas mecánicos los hayan obligado a dar la vuelta.
—Nick nos ha indicado el camino, nada más —declara nuestro oficial superior—. Nadie sabe qué nos espera al otro lado de esas colinas, ni si el paso es transitable para los tanques y los cañones. Nadie sabe dónde está Rommel ni qué clase de fortificaciones y tropas defienden la región.
En otras palabras, que aún queda mucha gloria por cosechar.
El Paso de Wilder está unos ciento quince kilómetros al sur del punto por el que Monty pretende rodear a Rommel y la línea Mareth.
—A pesar de que la ruta por las colinas de Matmata ha sido exhaustivamente explorada y cartografiada hasta el momento, las regiones del otro lado nos son desconocidas. El reconocimiento del paso es una misión crítica, de la que dependen miles de vidas y la suerte de la campaña norteafricana en su conjunto. Aquí están sus órdenes. Cúmplanlas.
Prendergast es un buen tipo. Hasta ahora sólo lo había visto en persona una vez, pero me impresiona su estilo seco pero intenso. Pilota el Waco él mismo, sin ayuda. Cinco minutos después ha despegado y vuela de regreso a Hon.
Se distribuyen las órdenes. Las patrullas de Lazarus, Spicer y Watford regresarán a la base para reacondicionar los vehículos y prepararse para volver lo antes posible. La mía y la de Tinker, con los hombres de Popski, procederán hasta el Paso de Wilder, desde donde reconocerán las regiones del otro lado hasta Gabés y la línea Mareth.
Antes de salir, Tinker, Popski y yo dedicamos la tarde a establecer un depósito con el combustible que hemos escoltado desde Hon. Enterramos trescientas setenta y cinco latas alemanas y las camuflamos. Tinker detesta tener que empezar la misión con otra patrulla; no obstante, exploraremos sectores diferentes, lo que quiere decir que no hay competencia directa entre nosotros.
En cuanto a Collier, Punch, Grainger y yo mismo, al fin tenemos las órdenes que esperábamos:
MISIÓN: obtener la información topográfica más detallada sobre el área delimitada por los siguientes puntos:
NORTE: CARRETERA DE LA COSTA-MATMATA-KEBILE
ESTE: LLANURA DE TRÍPOLI
OESTE: CHOTT DJERID
SUR: LAT. 32° 30’
La información deberá centrarse en el posible avance de una fuerza formada por todas las armas a lo largo de un frente amplio. Tendría que incluir los siguientes elementos:
TRANSITABILIDAD
FRANQUEO DE WADIS
DISPONIBILIDAD DE AGUA Y POZOS
ZONAS DE ATERRIZAJE
Las órdenes de Tinker son idénticas, aunque referidas a una zona situada al oeste y al norte de la nuestra. Ambas patrullas partirán a la mañana siguiente y harán juntas el primer trecho del viaje. Ningún lugar está donde debería según los mapas franceses e italianos, pero la emoción de emprender una misión crucial, con los camaradas a los que queremos y en los que confiamos, es tan grande que nos trae sin cuidado.
El Hammada el Hamra, por el que ambas patrullas avanzan ahora con entusiasmo, es un desierto firme de color rojizo en el que no se vislumbra el menor atisbo de vegetación. Punch pisa a fondo el acelerador; queremos recorrer el máximo número de kilómetros en el mínimo tiempo posible. Me siento renacer al verlo al volante del nuevo Chev de tonelada y media (que hemos bautizado como Te Aroha V), y a Collier en su propio camión reparado, con Grainger a la radio y Jenkins en la Vickers y en calidad de médico. Asquith, el navegante que ha reemplazado a Oliphant, parece un tipo de fiar, al igual que el conductor del jeep, Holden, con el que viajo yo, y los nuevos chicos, los granaderos, hombres sólidos y curtidos. Tras las tormentas de los últimos días, el desierto resplandece bajo un cielo de color madreperla.
El 23 de enero nos encontramos con Nick Wilder en un wadi situado sesenta y cinco kilómetros al sur de Foum Tatahouine. Su patrulla vuelve a la base, renqueantes pero también triunfantes. Prendergast les ha ordenado por radio que se reúnan con las nuestras y nos proporcionen cualquier información que pueda sernos de utilidad.
Sus hombres parecen al borde del agotamiento, pero están felices. Son conscientes de la importancia de lo que han hecho. Popski sonríe al ver que Tinker le estrecha la mano a Wilder como gesto de felicitación.
—¡Estás en el mapa! —dice Tinker mientras le enseña a Nick el nombre PASO DE WILDER manuscrito con tinta china en su mapa sobre el punto YK. 5991.
Nick se muestra agradecido pero modesto. Pasa dos horas ayudándonos a copiar sus mapas y alertándonos sobre los peligros que nos esperan al otro lado de las colinas de Matmata, especialmente los aviones de exploración del Eje.
—Los hunos tienen pájaros por todas partes. Rommel sabe que estamos aquí y sabe también que representamos una auténtica amenaza. Mucho cuidado con los nativos. Los boches han puesto precio a nuestras cabezas; y todos los nativos en un radio de ciento cincuenta kilómetros a la redonda estarán buscándonos con tantas ganas como si fuéramos camellos extraviados.
Tinker destapa el brandy. Brindamos en tazas de latón.
—No te voy a mentir, Nick —dice Tinker—. Daría el testículo izquierdo por haber sido el que encontrara ese paso. Pero si tenía que ser otro, me alegro de que hayas sido tú.
Media hora más tarde me encuentro a su lado, observando cómo se alejan Wilder y la patrulla T1 para cubrir la última etapa de su viaje a Hon.
—Por el cielo —dice Tinker—, ahí va un auténtico soldado. Después de Jake, el mejor de todos nosotros.